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Un ser vivo para los ojos del lector
Entrevista al poeta Sergio Rodríguez Saavedra
Por Leo Lobos
Publicada en la Revista Cultural LA NOCHE enero de 2017
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— Conozco al poeta Sergio Rodríguez Saavedra desde hace más de 30 años y no ha dejado de sorprenderme cada cierto tiempo con un nuevo libro, empeño y disciplina que le caracteriza y que se agradece. “El buen lector -ha dicho Robert Frost- puede indicar el momento en que ha sido tocado y vencido para siempre por un poema, de tal forma que nunca podrá olvidarlo”. No importa cuánto se condecore y promueva la poesía y a los poetas, pocos, excepto un circulo muy reducido la leen. ¿Ha dejado ella de formar parte de la dieta regular del intelectual post-moderno?
— Cuando veo a una autoridad chilena en su oficina, haciendo declaraciones sin ningun libro detrás, no sé, pienso en esas bibliotecas que acompañaban a los grandes estadistas contemporáneos, realmente me desconcierto. Diría que más bien el concepto de cultura al que hacemos referencia es representativo casi en su totalidad del sistema económico y político presente, donde el tramo más pobre nunca tendrá acceso y el más rico absorbe la casi totalidad de los bienes, incluidos los intangibles. Dicho así, creo que se ha confundido al intelectual con el administrador, lo que genera en el espacio de la cultura esta sensación de elite que muchas veces no es más que un gueto. Que lo lean unos pocos o un gran público es irrelevante a la hora de crear un mundo como diría Huidobro. No, la poesía no ha dejado el sitio que siempre tuvo, es el intelectual el que está fuera de ningún lugar. El intelectual rompe la inercia. Para un país que da tribuna a Sebastián Piñera y Ricardo Lagos como presidenciables con expectativas, con Zaldívar hablando de su “vocación” y Don Francisco haciendo propaganda, este sistema es casi un deja vu. Si no fuera por esos reducidos círculos, los movimientos sociales serían otra utopía.
— Vivimos en un Chile anti-intelectual y hostil al arte en la vida cotidiana de la nación. Un grave y por cierto subsanable error, al menos para quienes se inclinan a ver la poesía como un vehículo de la belleza y un recipiente amplio y basto tan útil como jamás se ha concebido otro. Y los poetas no han cejado -afortunadamente agregaría- en su empeño de contar historias. Este tu nuevo libro se suma a una larga lista de títulos y temas que tu poesía trata: háblanos de ello.
— La memoria, pero la memoria presente es mi fantasma o, esa memoria que vaga de lugar en lugar, soy yo. Creo profundamente en la transmisión ancestral de lo intangible, una forma cultural que se lee a través del tiempo y desde fuera puedes contemplar, aunque muchas veces sea imposible de comprender. Tampoco es necesario. Patria negra patria roja es un trabajo de varios años que se construye sobre la hermandad de la pérdida, y la reconstrucción de esa pérdida implica la búsqueda una memoria histórica, una coral y, finalmente, la propia. Cuando trabajé Centenario, que ya cuestionaba los lugares comunes de los 200 años de Chile, hubo un primer acercamiento, ahora, específicamente en la zona norte hay otro, que a pesar de la fórmula algo más experimental, también es más cercana, más humana pues los antecedentes no son ficticios, desde los huarpes y los changos, los detenidos desaparecidos y yo mismo que estudié en la cuarta región, somos vestigios del paso del tiempo, somos aquel momento. Por eso escribo.
— La poesía ha sido despojada de su espontaneidad, convirtiéndola en algo artificial y disminuyendo el ser humano en el poeta. Los poetas tienden a cultivar la compañía de otros poetas, lo cual no solo los fortalece en su actitud de avestruz frente a la realidad, sino que les impide ver con claridad sus propias debilidades. Algunos crean sobre todo para otros poetas lo cual es otra debilidad, que les hace olvidar el hecho de que más allá de su mundo cerrado existen otros mundos llenos de interés. Cuéntanos de tu experiencia.
— Hacerse fuerte ante el enemigo es una cuestión natural, hacerlo frente a tu igual es la fortaleza. ¿Un Zurita sin un Dante, un Anguita sin Huidobro, un Lihn sin Nicanor? No fue un descubrimiento de Bloom que los grandes autores contemporáneos son la oveja negra de la familia, el hijo que reniega del padre. Lo dijo Pound en sus ensayos muchos años antes. Para nadie es una novedad que la rebelión es parte del proceso creativo. Mi experiencia con las camarillas, tanto propias como ajenas es nefasta. Basta recordar el daño causado a nuestros propios compañeros de generación, muchos de los cuales crearon un ego poético antes que una poética, y finalmente esa actitud destruyó al hombre detrás de las palabras que nunca se dijeron. Prefiero el trabajo personal. íntimo, donde hay espacio para la duda, la autocrítica, la búsqueda. Amargord en España está editándome una antología que me hizo reflexionar más aún, hay textos que son historia personal, hay otros que no volvería a publicar sin hacerlos de nuevo. Parece aforismo, pero es en la búsqueda donde uno se encuentra. La crisis, quizás sea el mejor de los espacios poéticos.
— ¿Y qué te deja y nos puede entregar este último libro?
— Espero que más allá de la composición formal, con los riesgos de utilizar no solo palabras sino imagen y espacio, paratextos históricos y su guiño a la estructura del ensayo, se vea, como yo lo sentí, la imagen de un cuerpo coherente capaz de albergar en su vientre la emoción y el tiempo. Que al menos algún poema que se voltee para otra página, haga cruzar a un ser vivo por los ojos del lector. Que la próxima vez que camine por la Avda. del Mar divise la forma de estos personajes en la niebla. Si se consigue, estos años de trabajo están más que justificados.
— Uno descubre en la poesía, después de todo, un placer por lo genuino, a pesar de que es hoy cuando toda empresa de la creación poética se ve amenazada por haber sido arrancada del mundo, enfriada en salas de clase, y de manera profusa reproducida por hombres y mujeres autorizados por un grado académico para escribir y no necesariamente por su talento o espíritu. El pintor español Pablo Picasso decía que los buenos artistas copiaban muy bien, pero que los geniales artistas robaban descaradamente. Háblanos de tus maestros.
— Nunca he robado explícitamente, pero nada tengo contra quienes son capaces de reconvertir una obra en otra mejor. Ahora, si de maestros se trata, pues, son casi todos los que puedas encontrar en una antología chilena o universal de poesía. Lo primero que me maravilló fue la variedad de formas y estilos y creo que ese aprendizaje fue definitivo. Leo autores de obra casi opuesta y les disfruto por igual. Le debo mucho a quienes me dieron gozo: Lihn, Teillier, Gonzalo Millán, Wallace Stevens, Eliot, Kavafis, Seferis, los peruanos que me parecen tremendos, como Cisneros, Watanabe, Hinostroza. Narradores como Rulfo y Cortázar. La mayor parte de ellos, explícitos alguna vez en un poema. Pero también les debo a quienes me disgustan y me hacen pensar: Anguita y Juan Pablo Riveros, por ejemplo. Ashbery y Valerio Magrelli en el último tiempo, todo esto en el bien entendido que leo y admiro poemas más que poetas, aunque en algunos casos sean lo mismo. También está el caso de quienes han sido parte de la discusión personal, a quienes escuchas por ser memoria viva del aprendizaje, esos autores que siempre tienen algo que agregar como ocurre con Pedro Lastra y Fernando Quilodrán, con Raúl Zurita, Carlos Cociña, Julio Espinosa, el fallecido Bernardo Chandía, tú mismo, en fin, que me perdonen aquellos que dejo fuera, pero es una larga y necesaria lista (¡los de La Serena!) donde, como las etapas en la vida del hombre, uno aprende como vivir con la poesía a partir de experiencias cuya transmisión tal vez no sea capaz de aquilatar en su momento ¡Llanos, Eduardo Llanos! hace tanto que no le veo, pero su antigua casa en Almirante Barroso, repleta de diccionarios y libros casi imposibles de encontrar fue también un lugar que al menos, un punto de reflexión para enfrentarse al propio poema.
— “Cada aventura poética es distinta y cada poeta ha plantado un árbol diferente en este prodigioso bosque parlante” Octavio Paz. Encontrar escritores que se consideren sinceramente justificados con el placer de la escritura, con el agrado de realizar el oficio diario de escribir y de hallar, escribiendo, iluminaciones que lleguen a apasionarlos sin más oscuras y bastardas pretensiones, es algo muy extraño en los tiempos que corren para la poesía, aunque existen por cierto preciosas excepciones. Háblanos de las nuevas voces:
— Para mí, la voz más nueva sigue siendo Enrique Lihn, incluso más allá de Juan Luis Martínez. Lo digo sin ningún afán de controversia. Comprendo que hay grandes autores cuyos excesos agotan y que ese hartazgo puede provocar otra poética en los autores siguientes, pero la amplitud de la creación en Enrique Lihn puede seguir alimentándome largo rato. Ahora, si hablamos de la dudosa juventud, porque uno habitualmente llega con retraso, no tengo empacho en nombrar a Chistian Formoso como un poeta capaz de hacer con la historia un presente perpetuo, actitud que comparto, pues es parte consciente del trabajo que yo mismo intento hace años. Luego me seduce enormemente lo que escribe Enrique Winter, cruzando la vanguardia chilena con la norteamericana, el trabajo acucioso del lenguaje en poesía, narrativa y traducción, un sello difícil de conseguir a temprana edad. Ernesto González Barnert con ese verso breve pero inteligente, sensible. Gloria Dunkler, aunque más en sus primeros textos que los últimos, una tradición que viene del sur colonizado, una zona que debe leerse en específico. Me llamaron también la atención inmediata Roxana Miranda Rupailaf y Angela Barraza Risso como dos extremos que unen la mirada a nuestro país. Francisco Ide es una buena muestra de las combinatorias y, El nacimiento de la hebra de Julieta Marchant me pareció notable. En todos ellos hay una escena compositiva muy amplia, son recursos del cine y la televisión absorbidos por una poética que no olvida la sensibilidad que arrastra, la anécdota, el verso rítmico, el buen poema. Creo mucho en los que vienen sin facilismos, están en una tarea titánica de ecología del arte, chupándolo todo, devolviendo solo aquello que nos puede nutrir, mira, tal vez los sueños que alguna vez se tiraron al mar junto con las latas de cerveza.
Santiago de Chile, enero 2017.
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Sergio Rodríguez Saavedra (Santiago, 1963). Fue subdirector revista de literatura chilena Rayentrú (2000 – 2005) y editor de reseñas del periódico cultural Carajo (2005-2007), además de colaborar con publicaciones como Francachela, El Siglo, revista Pluma y Pincel, Revista cultural La Noche. Su trabajo ha sido reconocido en diversos certámenes entre los que figuran la Beca de Creación que otorga el Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1999 y 2004), el Festival de todas las Artes Víctor Jara (2° lugar en 1998 y 1er lugar el 2002), 3er lugar concurso nacional Eusebio Lillo (2005), 2° lugar Juegos Florales de Vicuña (2005), 2° lugar concurso nacional Stella Corvalán (2006), Primera Mención Premio Nacional Eduardo Anguita (2007) entre otros. Ha publicado Suscrito en la niebla (1995); Ciudad Poniente (2000 - 2002); Memorial del Confín de la Tierra (2003); Homenaje a Pablo Neruda en sus 100 años (antología oral de 25 poetas chilenos grabados en Cd (2004); Antología Poética de Maipú (2005); Tractatus y Mariposa (2006); y Militancia Personal (2008). Su trabajo se encuentra en gran cantidad de revistas del país, movimiento que animó durante los años 80, y muestras poéticas generacionales como la Antología del Valle de Elqui (Arturo Volantines, La Serena, 2003); Antología de los Juegos y el Deporte (Floridor Pérez, Santiago, 2004), la muestra antológica hispanoamericana Como ángeles ardiendo (Lima, 2004) y Antología de Poesía Chilena: Periodo 80-2000 (Santiago, 2005) y Antología panorámica de la poesía de Maipú (Julián Gutiérrez, Santiago, 2006).
Leo Lobos (Santiago de Chile, 1966) Poeta, ensayista, traductor, artista visual y gestor cultural. Laureado UNESCO-Aschberg de Literatura 2002. Realiza una residencia creativa en CAMAC, Centre d´Art Marnay Art Center en Marnay-sur-Seine, Francia los años 2002-2003 con apoyo Fondo Internacional para la Cultura y la Fundación francesa Frank Ténot.