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ROLLINGSTONEANDO EN RIO DE JANEIRO
EN LA FIESTA MÁS GRANDE DEL MUNDO
Por Leo Lobos
Publicado en la Revista Cultural La Noche N° 87 de enero de 2016, Santiago de Chile.
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“La vida es un suspiro…no dejes de sonreír, no dejes de amar, no dejes de seguir soñando”
Emma South
Llegué a Rio de Janeiro, Brasil por segunda vez en mi vida un día 16 de febrero de 2006, traducía a poetas brasileños al castellano y recibí la invitación de un prestigioso escritor carioca a visitar su casa en el barrio más famoso de Río: Copacabana, llamado antiguamente Sacopenapã. Localizada en la zona sur de la ciudad, Copacabana tiene una playa en forma de media luna apodada “Princesita del mar” debido a su áurea de bohemia, glamour y riqueza. Así fue como llegue a un lindo departamento con una terraza enorme en un séptimo piso frente a la playa de Copacabana. El mismo día de mi llegada tuve una gratísima sorpresa, al enterarme de los preparativos de un concierto gratuito que los Rolling Stones darían para los brasileños en un escenario montado en la playa al que se llegaba sobre una pasarela elevada que atravesaba la avenida costanera frente al hotel donde se hospedaban. Un megaconcierto que vi desde una ubicación privilegiada.
Jumping Jack Flash
Mick Jagger cantante, compositor, fundador de la banda, amante de la poesía, la pintura moderna y la escultura apareció en el escenario junto a sus tres compañeros de banda ante dos millones de personas que se encontraban sobre la arena a lo largo de más de un kilómetro de playa, en los edificios y calles cercanas, desde barcos especialmente arrendados incluido un trasatlántico recalados en la bahía. Con Jumping Jack Flash y la frase “Aló Brasil, estamos en la fiesta más grande del mundo” una marea humana fue sacudida por la música y la voz de un ídolo de 62 años. Fueron dos horas memorables donde ofrecieron su repertorio clásico y algunas canciones nuevas un espectáculo que costó 5 millones de euros y que fue filmado y trasmitido en 200 salas de cine en Estados Unidos multiplicando esa inversión con creces y rompiendo varios records como el mayor concierto de rock de todos los tiempos. Un escenario móvil que se desplazaba sobre sobre vías de tren sobre la arena entre la gente, una maravilla que contemplaba desde el séptimo piso de un edificio muy cercano al Copacabana Palace Hotel evocando aquella frase para el bronce de Albert Einstein “que sabe el pez del agua en la que nada”.
Celebres y vecinos al fin y al cabo
Antes, durante y después del concierto hubo comida, drinks y buena conversación, hablamos del poeta mineiro Carlos Drummond de Andrade quién afirmaba que “sólo es luchador quién sabe luchar consigo mismo”. El anfitrión nos invitó post macro concierto a saludar a uno de sus vecinos en el piso 13, un amigo personal de Jagger desde su exilio político en Londres a finales de los sesenta -comentó. Subimos en el elevador un grupo de diez personas entre los que había varios artistas relevantes de la escena cultural del Brasil de aquellos “lejanos” días. Salimos directamente sobre una sala con enormes y bellos cuadros pintados por el celebré músico brasileño Caetano Veloso, que estaba a pies descalzos sobre la alfombra dándonos la bienvenida. Afuera las calles aún estaban repletas de gente, en una ciudad como Rio de Janeiro habituada a la violencia, contra todos los pronósticos de la policía y medidas de seguridad los Rolling Stones y su música pacificaron esa noche la ciudad, Brasil todo, el mundo, millares de corazones y todas esas otras cosas que yo no sé contar.