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Entrevista a Leo Lobos
Oh, las palabras
Por Mili Rodríguez Villouta
Publicada en la Revista Cultural La Noche, septiembre de 2015.
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La poesía de Leonardo Lobos tiene música y alma de Haiku. Su libro Nieve nació después de la tragedia de Antuco en 2005: de esa tormenta irreparable fueron naciendo las palabras. “El poeta es oráculo, augur, profeta” -dice-. En medio de las tormentas. De las ráfagas de una tormenta que no termina nunca de pasar.
Leo es poeta y artista plástico. Esas dos fuerzas conviven dentro de él. ¿Qué tienen en común? Muy poca gente en el mundo se atreve a trabajar con las dos disciplinas simultáneamente. Pero Leo anda por la vida como por una fiesta, lo que revela o sugiere un equilibrio profundo. “Para los argentinos, Chile es nieve y la cordillera -le dijeron en Buenos Aires- ¡y en la poesía de ustedes nunca habíamos visto nieve!”.
Chile es mucho más nieve de lo que imaginamos. Por algo llevamos un iceberg a Sevilla y hemos querido ser londinenses. Pero en Bellavista se respira ese fogoso clima que hace del barrio un torbellino de calor donde se mezclan todas las cosas, todas las tendencias, toda la cerveza de las mesas de Pío Nono, más los lugares para bailar o los lugares para tomar un café y ver la última exposición, como el Taller Siglo XX Yolanda Hurtado, en Ernesto Pinto Lagarrigue con Antonia López de Bello: desde hace cuatro años Leo Lobos es el gestor cultural de ese espacio.
Oh la palabras/
Trazos esféricos en tinta negra/ Mapas y rutas astrales coloreando de nuevo/ Galaxias sin más/ Soledad y tormenta. Oh las palabras/ el arte/ el aliento/ el alma de las cosas/ Lo que es/ Lo que será/ Oscuridad y pura tormenta
Nieve fue escrito “en el ya muy lejano 2006”, más un texto que vio la luz en la ciudad de Campinas, Sao Paulo. Los poemas son un homenaje a los jóvenes conscriptos muertos en la zona del volcán Antuco, en 2005.
— Nieve tiene un sonido, es muy musical.
— Es que el poeta, como dice Joseph Brodsky, fue antes que nada un cantante, un profeta, el que encantaba a la tribu con la magia de las palabras. Parece que Nieve tiene algo de eso. Para mí, la poesía no se completa hasta que es leída en voz alta. Siento que solo ahí se concreta, se materializa, provoca un clic en otra persona.
— ¿Por qué este libro se llama así?
— Porque yo estaba en Brasil, en los tristes trópicos, como dice Claude Lévi-Strauss, cuando supe de la muerte de los jóvenes conscriptos sepultados bajo una tormenta de nieve en Antuco, y me conmovió de tal forma que apareció este libro, que era como un canto. En medio del calor tropical, pensé: ¿cómo imagino la nieve, cómo imagino esta tormenta que te sepulta y te mata? Entonces pensé: Para ver la nieve tienes que cerrar tus ojos a su transparencia radiante y una vez más verás nieve dentro de ti. Yo recibí una carta muy bonita de una de las familias de Antuco, agradeciendo el libro.. y dije: si para algo sirve decir algo, es para esto, para sanar, parar curarnos, si no, no sirve para nada.
Oh las palabras/ Ocaso/ Traición/ Y la más clara/ Y absoluta tormenta. /¿Cuáles son las palabras / que la nieve oculta con sus cuerpos en el alba?
Yo soy un soñador -dice-, pero el sueño, si no se concreta, no tiene sentido para mí. Soy muy práctico, me gusta aterrizar las cosas, planificar, pensar, definir estrategias. Eso es estar todo el rato jugando un ajedrez que tú no sabes si vas ganando o perdiendo.
—Yo tengo la impresión de que para ti no existen las puertas cerradas.
—…lo conversamos siempre con Roberto Hoppmann, el creador del Taller Siglo XX: él dice algo que me gusta mucho: que los límites, en realidad se los pone uno. Y yo sabiendo o no sabiendo muy bien, haciendo sin saber, digamos, siempre he hecho eso. A mí me dicen No, y yo digo ¿por qué No? (Risas). El “No”, lejos de desmotivarme, me motiva aún más. Y soy un opositor férreo también: me dicen ¡HAZ ESTO!, yo digo ¡No!
—Hay algo de la infancia que se salva del tiempo. En algunas personas.
—Yo soy un niño en crecimiento constante, decía Gonzalo Rojas. Un niño en crecimiento tenaz. A mí siempre me ha movido una curiosidad infinita. Soy un profesional de la curiosidad. Es como un motor que me lleva. Y yo voy.
HILDA HILST, FAMOSÉRRIMA
Leo Lobos es el primer traductor de Hilda Hilst en castellano, por encargo de la propia Hilst, escritora brasileña que publicó 55 libros en su vida. También ha traducido a Roberto Piva y José Castelo. Y como lo han incluido en 15 antologías de poetas brasileños, puede decir: “Soy casi brachileño”. Hilda -cuenta- fue una mujer bellísima y fantástica, que compró unas máquinas ¡que grababan las voces de los muertos! Voces de ultratumba. Hizo poesía, teatro, ensayo, crónica. Y además escribió dos novelas pornográficas. Me pidieron traducir El cuaderno rosa de Lory Lamby, que en Brasil causó un impacto que la hizo ¡famosérrima!”
“Yo traduje, finalmente, de toda su obra poética, solo 18 poemas. Ella es un mito para los jóvenes brasileños. Cientos de jóvenes van detrás de Hilst, y esos jóvenes conocen mi trabajo, un impacto que yo no había medido, increíble. Han pasado 12 o 13 años de su muerte, y ella crece, crece. Sabes qué pasa, hay algo que Pablo Neruda dice bien: el poeta tiene dos obligaciones sagradas: partir y regresar”.
LA MUERTE ESTABA AHÍ
“Yo soy parte de la generación de los que organizamos las primeras protestas universitarias contra la dictadura, el año 83, hasta la gran protesta del 2 de julio de 1986, que termina con la vida de Rodrigo Rojas de Negri. A nosotros nos golpearon, nos torturaron, pero cada vez parece que uno era más firme. Más fuerte. Fue un tiempo terrible, porque la muerte estaba ahí. Yo entiendo a los jóvenes que critican el sistema con justa razón, pero son tiempos totalmente distintos. La dictadura era muerte todos los días. Vivíamos en un país donde el estado mataba a la gente y luego publicaban una historia ridícula, cuando todo el mundo sabía que los hechos eran otros... Como generación, nos enfrentamos a un Leviatán, un monstruo gigantesco y nosotros éramos unos cabros chicos con mucho valor y mucha energía. Yo estudiaba castellano y filosofía en la Universidad de la Serena. A mí me secuestraron una mañana, me golpearon y me torturaron. No es algo que quiera recordar.
Yo le cuento a mis hijas, nosotros perdimos a un compañero de universidad. Apareció muerto y se dijo que iba a dinamitar una torre de alta tensión, pero encontraron su cuerpo amarrado con alambre de púas... Fue un despertar de la ira, de la rabia y decir ¡esto no puede ser!
Oh, las palabras
El arte El aliento
El alma de las cosas
Lo que es
Lo que será
oscuridad y pura tormenta
Saliendo de los años terribles, Leo vivió una temporada en Nueva York y después hizo una residencia en Camac, Francia, como laureado de la Unesco-Aschberg de literatura en 2003: “Llegué a Camac, y Frank Ténot, el mecenas y tutor del jazz -él fue quien rescató a los jazzistas y los proyectó al mundo-, un día se acerca a mi escritorio y ve unos dibujos. Y me dice: ¿cuánto valen estos dibujos? Yo no tenía idea. Me dijo mira, esto se hace así”.
—-¿Así se cobra?
—Claro, así se cobra. Y me dijo tú tienes que pintar. Y nunca más paré. Después fui a Brasil, expuse en Rio de Janeiro, Sao Paulo, Rio Grande do Soul, en Porto Alegre, en Maceió, Alagoas, Macapá y un largo etc.
Leo Lobos fue uno de los gestores del Chimkowe, el vanguardista centro cultural de Peñalolén, durante la gestión de Claudio Orrego. “La política está desprestigiada, pero también existen líderes políticos como Orrego que ponen la cultura en el centro de su ejercicio público y hacen la gran diferencia. Yo creo que los niños y los jóvenes son fundamentales, porque hay generaciones perdidas. Recuerdo haber llevado un grupo de niños al circo chino y a la ópera de Pekín, y ver a los niños hablando como chinos y bailando como chinos. En el Taller Siglo XX estoy aplicando todo lo aprendido, todo lo vivido -agrega-. Hemos tenido un ascenso veloz, nosotros abrimos en abril del 2013 y parece que el Taller hubiera estado toda la vida. Hay gente que me dice, oye, ustedes aparecen por todas partes.
—Y más allá de la gestión cultural, ¿cómo te defines tú, si tienes que elegir entre la poesía y las artes plásticas?
—Como un poeta. Esencialmente un poeta. Que hace muchas cosas. Antonin Artaud decía que el poeta no es la misma persona después del poema y las personas que lo escuchan, tampoco. Porque el sonido ha producido un cambio en las moléculas que lo componen. Esto es verdad, por eso no quiero llenarme de rótulos, ni de etiquetas.
Santiago, Chile, Septiembre de 2015.