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La Nieve de un espíritu viajero
"Nieve", de Leo Lobos. (Editorial MAGO, 2013)
Por Malena de Mili
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Si alguien me preguntara por Nieve de Leo Lobos, podría referirme, por ejemplo, al espíritu viajero que impregna el grueso de sus líneas, ese constante ir por ciudades o libros, calles o discos, que le permite bosquejar -hay que recordar que Leo es también artista visual- los aeropuertos atestados, los destinos novedosos, las residencias de artistas, los idiomas entrecruzados. Podría, así, referir con qué gracia ligera Leo es capaz de posar su mirada ya sea sobre el semblante de un turista despistado, una artista extranjera, un poeta amigo, o adentrarse en la perspectiva de un gato.
Nieve es, ciertamente, un vagar por muchas vías. Pero siento que no estaría hablando de lo más importante si me demorara en ello. No puedo dejar de mencionar, porque está directamente relacionado a las creaciones de Leo, que este libro llego a mí en un momento especialmente duro. Su lectura acompañó varias de mis noches más difíciles, y su sutileza de granizo en caída tenue logró darme calma y ayudarme a conciliar el sueño… lo que no es poco decir cuando el dolor está vivo y la herida abierta.
En "Paisaje-Espejismo", Leo dice: "Un día viene después de otro día/ y para mí / un día nunca / es un día cualquiera /es ésta la responsabilidad de ser / en un paisaje desierto de humanidad"
Es esa actitud de valiente optimismo la que puede ayudar a un lector atormentado, como lo fui yo cuando leí Nieve, a encontrar paz. Y no se trata del optimismo fácil de quien no conoce pena o preocupación. Ni los dolores ni las dificultades le han sido ajenos a Leo, me consta, y un lector atento los sabrá descifrar. Se trata de una ética de vivir, de no olvidar nunca, ni en el paisaje más desierto la “responsabilidad de ser” que cada uno de nosotros tiene con su propia existencia: ante la adversidad, no cejar; aprender uno mismo a iluminar la oscuridad, tal como los azules y violetas vibrantes de sus cuadros
Aquí se nos revela el Leo más profundo, en sus poemas donde nos permite entrever su intimidad, sus afectos, como en el bello, lúdico poema a sus hijas “Cuatro Tiempos”, o "Los vagabundos del karma", en donde encontramos unos versos que, a mi parecer, condensan lo mejor de su poesía: "Para no olvidar en nosotros / el recuerdo de nosotros que se borra insistente".