La escritura de versos es un extraordinario acelerador de la conciencia, del pensamiento, la imaginación y de la comprensión del universo. Quién escribe un poema, escribe porque la lengua le inspira, cuando no le dicta, el siguiente verso. Esperas, como poeta, copiar bien aquel dictado de lo otro, de la poesía, del poema, confías en su consigna y en aquello que te exige. Cuidar a la poesía, seguir sigilosamente su dictado, fielmente. De este modo, la poesía se personifica en la poeta y la convierte en su vehículo, la corporalidad, donde se repliega y se va haciendo, sola e independiente. La poeta entregada al exterior, libre, en constante riesgo, temeraria, expuesta al peligro de la flecha silábica, lingüística y vulnerable: “Mezcla de campos eléctricos /y magnéticos /habitando el espacio /Energía Libre /ondas de Tesla /ondas infrarrojas /ondas ultravioletas /ondas de Rayos X /ondas delirantes /que se incendian /a 300.000 kilómetros por segundo /en el vacío”.
Como apunta el poeta mexicano Octavio Paz: “El poeta moderno no tiene un lugar en la sociedad, efectivamente, no es nadie. Esto no es una metáfora: la poesía no existe para la burguesía ni para las masas contemporáneas”. Pero la poesía sobrevive, quién la lee la rescata, la hace presente y la eterniza, sin tiempo. Sandriuska Theremin no se limita a imitar a la naturaleza sino que mantiene con ella una suerte de competencia para mostrar y demostrar la vitalidad de su propia obra: musical, poética y plástica. El poeta francés Paul Valery, escribe "se reconoce a un poeta cuando este transforma al lector en un inspirado". Aquel que lee, ofrece a la creadora de los poemas los méritos trascendentes de las fuerzas, talentos y gracias que se desenvuelven en ella, como señala el poeta Francisco Véjar en el prólogo de este libro: “Después de todo, la poesía está destinada a ganarle al desierto”.
“Destellantes átomos sobre Nagasaki /como un torrente /de rocas incendiadas /que viajan /en transbordadores espaciales /más allá /de la puerta de Tannhäuser”. En el siglo XIII, en un lugar indeterminado entre Austria y Baviera, existió un trovador llamado Tannhäuser. Este poeta, defensor del amor casto, a través de un mítico viaje conocería el amor profano. Esta visita le creó una disyuntiva por un lado exaltaba la alegría de vivir y la piedad y por otro las costumbres licenciosas y el arrepentimiento. Parecía no querer, no poder elegir entre ninguno de los dos mundos. Por ello lo que define al personaje de Tannhäuser es el drama de tener experiencia de conocer dos mundos opuestos y no quedar nunca completamente satisfecho en ninguno de ellos. Esta triste situación de estar en completa desgracia a los ojos de todos, es muy similar a la de Roy Batty, el replicante personaje icónico de la película Blade Runner. En su monólogo final el replicante evoca las cosas más sorprendentes que vio en su breve vida: “He visto cosas que ustedes no creerían. Naves de ataque en llamas más allá de la constelación de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”. Cita la Puerta de Tannhäuser, que debió atravesar y ahora, al igual que el personaje que le da nombre, se enfrenta a la imposibilidad de elección entre ser robot y humano. Viendo su fin, solo le queda el consuelo de pervivir eternamente, en el recuerdo de los demás, como en los breves y rotundos versos de Sandriuska Theremin, esta multicreadora chilena que ha venido para perdurar en el presente, lo único eterno, continuo y fundamental que nos va quedando como especie, mientras todo parece desvanecerse en el aire: “Esferas rojas y anaranjadas /bailan en el cielo /abrasan el jardín /rompen ventanas /invaden la habitación /des /me /nu /zan /mi /cuer /po”.
San Bernardo, Santiago de Chile, diciembre de 2022.
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dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Mezcla de campos eléctricos y magnéticos habitando el espacio.
Presentación del libro “La Danza de las Esferas” de Sandriuska Theremin.
FURIA DEL LIBRO Centro cultural GABRIELA MISTRAL.
18 de diciembre de 2022.
Por Leo Lobos.