"Mapocho"
de Nona Fernández
Esplendor de
Chile
por Lina Meruane
En El Mercurio, 24 de julio de 2004
Nuestro himno nacional augura un "futuro esplendor" en
la única estrofa que todavía entonamos. Basta con parar
la oreja para oír el eco de esos versos que por fin parecen
haberse cumplido, y que ahora
celebran la prosperidad del "nuevo Chile".
Con asombrosa complacencia (y descuido) la prensa ha diseminado las
estadísticas sin hurgar críticamente en realidades que
se disimulan entre tanto número. Es cierto: la celebración
mediática (y política, claro) del "nuevo Chile"
no es exclusivamente nacional: es un hecho que se repite en todos
los países que han experimentado por primera vez en su historia
sucesivos años de "desarrollo sostenido". Pero por
más que se quiera, el "viejo Chile" no ha desaparecido.
Sigue soñando otros destinos (culturales, sociales, económicos)
para la nación. Es un Chile (viejo pero también contemporáneo)
que hace peligrar el "nuevo" mito.
Es un Chile que no sale en la foto ni aparece engominado en la tele;
al que le va bien y mal en otra escala de valores; que no le ha ganado
a nadie pero celebra sus pequeños triunfos; que no se sube
al carro alegórico del "nuevo Chile" porque nunca
fue ése su fin, porque le toca irse colgando de una micro.
Y ese Chile, señores y señoras, también es Chile.
Precisamente este complejo país es el que ciertos narradores
"nuevos" ponen en escena, cuestionando las mentiras históricas
que han habilitado la presente imagen de Chile.
"Mapocho" es una de esas novelas que desmontan con
audacia y desparpajo la mitología nacional. Nona Fernández
(la autora de este libro) presenta un Santiago grotesco (pero también
tierno), donde confluyen todos los tiempos y las víctimas que
el sucio río no acierta a llevarse. Una pareja de hermanos
incestuosos, un historiador embustero y suicida, vecinos quemados
en una encerrona militar, jugadores de pichanga muertos a tiros, una
joven violada, travestís desterrados por el general Ibáñez,
presos esclavizados para la construcción del Cal y Canto, y
un Lautaro decapitado que sigue regresando a caballo a la Plaza donde
su cabeza fue puesta a podrir: todos ellos deambulan trágicamente
por la estructura cíclica de la novela.
Con una destreza alucinante, la narración intenta poner las
cosas en su sitio. Mapocho plantea que la traición y la mentira
como prácticas sociales constituyentes han pervertido el valor
de lo comunitario. Mapocho denuncia la escritura de nuestra Historia
como un repugnante ejercicio de propaganda oficialista, como la versión
manipulada, y luego empastada, que ha tachado justo a quienes empalizaron
el mito del progreso a costa de sus vidas y de su olvido. Mapocho
reinstala a todos esos protagonistas en nuestra contingencia, en nuestro
paisaje citadino. Operando a contracorriente, esta novela ficcional
viene a recordamos ese otro país, ese que no entiende la historia
del "nuevo Chile".