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María Alguien


Por Lina Meruane
El Mercurio. Sábado 25 de Marzo de 2006

 

 


Un Chile hasta ahora invisible empieza a manifestarse: el de las mujeres que eligieron trazar su propio itinerario apartándose de las convenciones. No es accidente que tanta chilena haya celebrado la reciente toma de poder colocándose la banda, identificándose con ella. Y es que no sólo tenemos una Presidenta en el sillón de La Moneda, esa mujer es una que vivió saltándose la norma pero que pudo legitimar su opción instalándola en el lugar más visible de todos. Es como si recién la realidad se pusiera al día con lo que proponía la escritura de mujeres en los años 60: un sujeto femenino ilustrado que se abría paso a codazos, sin padre ni marido, en una sociedad alienante. Lo que se evidencia en los textos de entonces es la enorme tensión que se cierne sobre la mujer: tener que optar entre "lo normal" (el amor sacrificado en el matrimonio y la maternidad) y la modernización de su rol (ser una profesional económicamente independiente que no renuncia a su sexualidad). Es una enorme dificultad. En "La mujer de sal" (1964), por ejemplo, María Elena Gertner presenta a una escritora que se sabe diferente: su búsqueda no se centra en la consolidación de una relación estable sino en la indagación erótica (y tal vez neurótica) del pasado. En la trama, todo intento de liberación está marcado por un peyorativo diagnóstico masculino ("ninfomanía") que la arrincona, la culpa, la empuja al suicidio. Si esa mujer de sal no pudo sobreponerse, la de "La brecha" (1961) sí va a eludir la implacable normativa social y su castigo. Mercedes Valdivieso quebrará ese esquema ubicando el amor y la maternidad en un segundo plano, dando un paso fuera de la culpa: la protagonista abandona a su marido, decide criar sola, viajar, trabajar, y todo sin renunciar a su sexualidad. Pero entre las literatas quizá sea Marta Brunet la que lleve más lejos, con mayor audacia y consistencia, la ficción de la emancipación femenina. En "María Nadie" (1957) la autora resuelve este eterno dilema normalizando la libertad. La telefonista María López desconoce los prejuicios morales y rechaza la opción matrimonial como única forma de realización femenina. "Casarme no era mi meta", dice al narrar su historia. Pero su forma de vida se vuelve intolerable para "el pueblo", que la ve como una extraña peligrosa, que le niega su particularidad llamándola María Nadie. En realidad es lo contrario: la López no es una "María anónima, una María entre mil Marías". Y si ella toma el apodo como su nombre propio es porque querría que su forma de vida fuera corriente. Esa María decide irse en vez de someterse, irse "puede que hacia una vida radiante, puede que hacia inenarrables sufrimientos, pero será la vida". Así Marta Brunet abre un camino incierto pero liberador, un recorrido que ahora parece invertirse. Quizá llegó el momento de que esa María regrese a contradecir el ninguneo histórico de modo más solvente y a ocupar su lugar que le toca sin complejos. A ser, con todas sus letras, simplemente Alguien.

Quizá llegó el momento de que María Nadie regrese a contradecir el ninguneo histórico de modo más solvente.

 

 

 

 

 

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María Alguien.
Por Lina Meruane.
El Mercurio. Sábado 25 de Marzo de 2006.