
        
        SEIS  INSTANTES DE UN HIGIÉNICO POETA
          Sobre “Higiene” de  Ernesto González Barnert: una mirada personal
        Por Luis Antonio Marín
        
        Primero: 
  Son los últimos  meses del año 2000. Un cantinero de las artes llega al departamento de mi  caótico periplo santiaguino con un breve libro: “La coartada de los dragones  por el camino pequeño”, que debo comentar para la errática revista “Arte y  Comunicación”, de Ciudad Sur. Es el primero de un González apenas veinteañero,  y huele a desamparo adolescente, a no buscada asimetría, a incomprensión adulta  y soledad ansiosa, pero también (entre otros) a Kafka, a Maupassant y al Cristo  de los Olivos…
        
          
            Me he  visto encadenado en el trapecio de los absurdos
              desde  que soy contrario al curso de los necios
              desde  que mi raíz bestial muerde el hocico de las muchedumbres.
              Y me  río, me río como el pez que se pudre en la pecera
              o  como la perra que en el útero cuaja el sufrimiento absorbido…
                                                                                                L.C.D.L.D.P.E.C.P. 
          
        
        Segundo:
          Gonzalo Rojas en  Ciudad Sur (no recuerdo la fecha), gracias a gestiones de Jaime Huenún y una  irreal agrupación que él preside y yo secundo. Entre una profusión de poetas  más o menos desagradables o queribles que nos juntamos con Rojas, conozco a un   González ameno y hasta cordial. Y aquí se me viene aquella frase de Ortega, sin  duda dedicada a Heidegger (a quien admiró y contrarió en persona y hasta en su  lengua), que asegura que “LA CLARIDAD ES LA CORTESÍA DEL FILÓSOFO”, que en  poesía podría acomodarse y quedar en  “LA  CORTESÍA ES LA CLARIDAD DEL POETA”.
González ameno y hasta cordial. Y aquí se me viene aquella frase de Ortega, sin  duda dedicada a Heidegger (a quien admiró y contrarió en persona y hasta en su  lengua), que asegura que “LA CLARIDAD ES LA CORTESÍA DEL FILÓSOFO”, que en  poesía podría acomodarse y quedar en  “LA  CORTESÍA ES LA CLARIDAD DEL POETA”. 
        Y no hablo, claro  está, de cortesía en el poema, tampoco de simpatiquismo de RRPP. Hablo de la  actitud, extraviada en la lepra de un individualismo progresivo, en el divismo,  o en pálidos resguardos de no sé bien qué, de salir de uno (o de los que son como uno o de uno). Y darle al más lejano –incluso al iletrado, al oligoide,  al despreciable, al premiado, al amigo de Juanito Pijañoncha, al endiosado, al  anónimo, al ilustrado, al abatido, al academicista, al marginal, al homicida,  al suicida y al que pasare por delante–, tanto en la lectura como en el  encuentro personal (que para el caso da igual), esos 5 minutos de confianza que  permiten “a los hombres [a los  poetas] conocerse y respetarse” (Teillier), y buscar estrategias para correr hacia afuera la cerca del neoanalfabetismo.  Y aquí, por ser el González de “Higiene” un poeta tan atado a su oficio y a la  teorización sobre el mismo, pido cambiar, en este verdadero himno, la palabra  “muchacho” por la palabra “poeta”…
        
          
            La verdad está repleta de  muchachos sin talento
              Muchachos trágicamente rotos en  vacío de otros ojos.
              Muchachos que retenían la  esperanza de ser correspondidos
              Muchachos buscando algo que arda  en la memoria;
              A cada segundo.
              Algo por qué vivir, algo por qué  morir.
              Muchachos marcados por la  debilidad de esperar que alguien los oiga.
              Muchachos  que el mundo parece superarlos
              Mientras  buscan sus poemas en la sopa.
                                                                                     (p.  42)
          
        
        Y González es de  los que oyen. Y leen (leer es un acto de fe). Y conversan de lecturas. Y  empatizan. O lo intentan. Y es un visitante de los clásicos, a quienes  contrabandea con estilo envidiable…
        
          
            Es verdad que algunos nacen en  la noche eterna, sin sol, inmortales.
              Con palabras como timones rotos  de noches de fuego…
                                                                                     (p.43).
          
        
        Tercero:
          Abril de 2005.  Estudio guión en Santiago. Junto a Gerardo Quezada, su amigo de infancia,  conozco la casa de González en Ñuñoa, donde nada falta ni nada sobra, y que  tiene algo de pobreza acomodada. Y es un acto de fe… 
        
          
            Yerros  enreda mi anzuelo / si cazo / deportivamente o para comer.
                                                                                     (p.38)              
            He  sido un avestruz para los que me aman              
                -metiendo  la cabeza en la tinta-.    
                                                                                       (p.56)
            Y al sentirme amenazado fui hostil.
                Hay  rabia dentro de mí,
                Pero  hago lo que me gusta
                                                                         (p.59) 
          
          
        Cuarto
          Es mayo de 2005 y  voy a dos sesiones de Sta Rosa 57, que me parecen autorreferentes (se leen  entre ellos y no a otros autores) y metapoéticas. Rigurosas, eso sí. Y son un  acto de fe…
        
          
            Así  que no ignores al que vuelve
                  Sin  pasar la uña a estas sílabas.
                  Otra  versión ajada en silencio y soledad, su verdadera higiene
                                                                         (p.  43)
            Ser  “sólo botellas vacías, latas rendidas de lluvia”
                  No  era un verso sino el canon.          
                                                                         (p.  72)
            Delirar  ser oído por la camada, mi fe de erratas.
                                                                                         (p. 48) 
          
        
        Quinto
          Enero de 2007 en  Ciudad Sur. Encuentro de poesía “Violento Sur”. Ernesto, “sometido a tensión”,  se queja de la universidad. Y se queja de “la  encarnación de la muerte en la tierra” (Rojas dixit)… que en estos tiempos  parece ser todo…
        
          
            Atosigas  la liebre cuando ya remata el hemiciclo. Repuntas           
                  cuando es ya muy tarde.
                  Hoy  no comerás.
                                                                         (p.71)
            Todo  caballo golpea a oscuras su cerca
                                                                                     (p.  17) 
          
        
        Sexto
          23 de Abril de  2008. Día del Libro y presentación de “Higiene” en Ciudad Sur. Encuentro a  Ernesto tras la perorata apocalíptica de un doctor que padece de irrealidad.  Hablamos, entre muchas otras cosas, de la mutación del paradigma escrito (y  lineal) por el barroquismo (fragmentado) de la imagen, razón esencial de la  falta de lectores… 
        
          
            Acabo  de ver “Le Visage du Génie” 
                   y  “Personaje Meditando sobre la Locura”, 
                  ambas  de René Magritte.
                  Para  mí no hay imágenes
                   que  defender.
                                                                         (p.77)
          
        
        Con casi 60  entrevistas a escritores y esta marraqueta bajo el brazo (que sospecho apenas  la punta de la espada), Ernesto y sus hablantes, sus queridos animales  literarios (perros, caballos, salmones pertinaces, jabalíes, avestruces, entre  otros poetas), se consolida como un vate de cuidado. Ajeno a frugalidades  espurias y marginalidades impostadas, y con un lenguaje férreo, con toques de  exquisito barroquismo (“una calda de  rancia huesería”. “son lesiones de  forzarme a decir”. “no espines el agua que corre por los ojos”) y casi  espantosamente autoconciente, nos resulta indispensable. Una “cumbre  generacional” en este jueguito -a veces agobiante pero necesario- del poeta que  habla del poema y de la vida del poeta que habla del poema y…
        
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        Luis Antonio Marín  (Lota, 1972), es periodista y reside en Temuco. Tiene estudios de guión  cinematográfico y un inconcluso magíster en Literatura. El año 2006 publicó su  novela “Palacio Larraín”, en la editorial “La calabaza del diablo”. 
        www.tembloresdecielo.blogspot.com