Sangre en el ojo, de Lina Meruane
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Siendo complacientes, la verticalidad del título y el nombre del autor en la portada de este libro, esa caída japonesa de caracteres, esa exigencia giratoria del diseño de la cubierta, podrían entenderse como una sutil búsqueda editorial de la asociación más enriquecedora: el comprador da la vuelta al puto libro para saber cómo se llama y la línea vertical, vuelta horizontal contra el ojo, le remember la navaja de Buñuel en Un perro andaluz.
Siendo sinceros, poner los títulos de los libros del revés es una imbecilidad. Todo el diseño, cuando tuerce el libro, lo despega (composión número 1), lo trocea o lo disimula, es una imbecilidad. Aún habemos gente que queremos libros que parezcan libros y que se pongan en funcionamiento a las primeras de cambio, sin andar resolviendo su engranaje originalísimo, pensado casi siempre por personas -los diseñadores- que no leen.
Sangre en el ojo, de Lina Meruane, me ha gustado mucho. Fin del juicio. Empieza -ya sabéis- el trampantojo de la argumentación.
Pues me ha gustado mucho porque está escrito de la puta madre. Esto es que tiene ritmo, que predica en metáforas, que incide en adjetivos y que suelta localismos chilenos que me molan. El único castellano propio que no soporto es el argentino, y un poco el mexicano de Carlos Fuentes y el venezolano de Cela y el peruano de Vargas Llosa en Palomino Moreno o algo así; las demás lenguas españolas corruptas de Latinoamérica ámolas.
Por lo etnográfico, subrayemos que los chilenos son un pueblo que folla en la cocina. Los chilenos cocinan a sus hijos en la cocina. En la cama no se folla en Chile: a lo mejor es donde hacen los espaguetis. Lina dice “tiramos” -que es follamos o jodemos en chileno, pues son gente de mucha puntería- “en la cocina”, o “en el suelo”; en todo caso, este tirar junto a los muebles o las galletas me recordó ese tirar de Zambra, seguroquesí, en la cocina, de Formas de volver a casa. Lo cual deja claro, sin asomo de duda, que los chilenos follan en sus cocinas, todos ellos, todo el tiempo, al baño maría y al pilpil, y eso era la literatura, zoología.
Sangre en el ojo -por ponernos a lo que es- es Lina de protagonista, porque los autores sudamericanos últimos no saben escribir más que de sí mismos y sus estadías en Estados Unidos y sus vidas fascinantes cuando cogen el avión de vuelta a casa; o cuando tiran para casa, por pervertir el idioma más aún. El título hace sazón (?) en la enfermedad ojal (?) de la protagónica (=), que no sabemos cómo se llama, esa dolencia, pero que cuaja su retina de sangre propia y amenaza ceguera inminente. Este punto de partida, que da para las mejores páginas e imágenes del libro, se vuelve al cabo piedra de toque de las relaciones de la protagonista con su novio y con su familia, y váse la cosa yendo de la optometría o la visionlab a la cursilería o amorabieta, gora. Me gusta más cómo arranca el libro que cómo se va endulzando de sentimientos, pero aún así me gusta el libro.
Ya lo decía.