Sangre en el ojo
Lina Meruane, Caballo de Troya, Madrid, 2012, 190 páginas.
Por Rodrigo Pinto
«Babelia». El País, 16 de junio de 2012
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La enfermedad y los diarios de registro del encuentro con el cuerpo enfrentado a la muerte inminente o a la desgracia física son tópicos trabajados desde Enrique Lihn hasta Harold Brodkey, desde Gonzalo Millán hasta a William Styron y Sylvia Plath, estos dos últimos citados como referencia de contexto por la autora. La diferencia es que Sangre en el ojo es una novela, un trabajo de ficción, por más que exista algún soporte biográfico en la historia de una mujer enfrentada a la alternativa de la ceguera, con una marea roja en los ojos que le enturbia la visión y la convierte en una virtual inválida que se debate entre el recuerdo, la cuidadosa medición de los pasos y los contrastes de la luz que aún es capaz de percibir. Y si una línea, poderosa, discurre por el circuito infernal de los diagnósticos, la espera, los tratamientos y la cruel incertidumbre sobre el resultado, otra sigue el regreso al país natal, a la niebla del aire contaminado del invierno santiaguino y a la bruma también ominosa de las redes familiares que ahogan con el vaho del pasado y el peso de la costumbre. Entre ambas está el hilo siempre incierto de la biografía sujeta a los vaivenes del azar y la relación de pareja, amenazada también -o asediada, más bien- por esos imponderables que el destino arroja al paso y somete a duras pruebas. Pero se trata, sobre todo, de una torsión sobre el lenguaje: como escribe la narradora, “no eran los hechos reales los que me movilizaban sino las palabras, y era mi mano la que empujaba las palabras, las que construía y luego rompía las frases para volver a componerlas”. Hay en la cita una suerte de poética que atraviesa el libro y lo sitúa en un plano que trasciende la trama y su desenlace y lo convierte en lo que, en definitiva, es: una novela donde palpita no solo la sangre derramada en los ojos, sino también la buena literatura.
