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Sistema Nervioso de Lina Meruane
(Penguin Random House, 2018, 276 páginas)

Por Ramiro Rivas



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Si hubiese que hurgar en la narrativa contemporánea algún paradigma para esta notable novela, Sistema Nervioso (Penguin Random House, 2018, 276 páginas) de Lina Meruane, tendríamos que retrotraernos a La montaña mágica de Thomas Mann, esa monumental epopeya de la enfermedad física y la vulnerabilidad psíquica de sus personajes. En la novela de Meruane se menciona esta obra como al pasar, sin relacionarla con el drama que sufre la protagonista y, a la vez, narradora de la historia.

Porque, en efecto, el desarrollo, la trama fragmentaria, el desamparo de una familia conectada por las enfermedades de sus miembros, los vamos conociendo por partes, por saltos en el tiempo, por recuerdos de infancia, siempre desde la perspectiva de una joven que intenta escribir una tesis de astrofísica en una universidad extranjera.

Lina Meruane, asumiendo una ambigüedad narrativa deliberada, no esclarece el tiempo de la narración -pero sí es contemporáneo -, los lugares físicos y las identidades ocultas de sus personajes, con denominaciones nominales como la “Madre”, el “Padre”, “Ella”, el “Primogénito”, los “Mellizos”, “Él”, todos miembros de un clan familiar unidos por el flagelo de la enfermedad.

Con esta novela, Sistema Nervioso, Lina Meruane completa una trilogía novelesca sobresaliente. Hasta nos atreveríamos a vaticinar que esta autora es la escritora más importante de una brillante generación de narradores. Basta mencionar a Nona Fernández, Alejandra Costamagna, Andrea Jeftanovic, Älvaro Bizama, Alejandro Zambra o Matías Correa.

La novela está estructurada íntegramente en base a múltiples fragmentos narrativos, breves, esclarecedores, por momentos brutales, no exentos de un humor negro, cuestionadores, todos bajo la perspectiva del personaje narrador, la estudiosa del cosmos. Fragmentos que no sobrepasan la página impresa y en ocasiones se reducen a un par de líneas, más próximos al aforismo.

La enfermedad de la familia es el leit motiv de esta novela. Para esto recurre a una suerte de discurso científico, pero en el contexto del tramado de ficción. La vulnerabilidad del cuerpo, los males físicos y psicológicos agobian a la joven que desea sufrir una enfermedad real que le permita dedicarse por entero a escribir una tesis que no logra dar forma por falta de tiempo o de ideas.

La enfermedad, por consiguiente, sigue siendo la temática predominante en la escritura de Lina Meruane. Con sus obras anteriores, Fruta podrida (2007) y Sangre en el ojo (2012), Sistema nervioso vendría a completar este trabajo creativo, esta trilogía centrada en el cuerpo y su deterioro.

En este sentido, los contenidos científicos del discurso del narrador, “Ella”, se anulan o patentizan al corroborarlos con los contenidos reales de la ciencia, para completar un entramado coherente con los personajes involucrados.

Esta aventura literaria emprendida por Lina Meruane, audaz, original, compleja y aún no tratada en la literatura chilena, nos lleva a considerar que lo predominante en este tipo de textos va por el lado de la estética y que no necesariamente deba prevalecer el rigor lógico, propio de la obra cerrada.

Esta especie de sacralización de la enfermedad, este hurgar con cierto placer obsesivo en los padecimientos corporales, en pormenorizar sobre las heridas, los síntomas fatales, el deterioro físico, contribuye a esa visión casi escatológica y desprejuiciada, a ese punto fronterizo y ambivalente en la historia familiar.

Los posibles niveles de lectura que ofrece esta obra nos  lleva a especular sobre una oculta carga simbólica o alegórica de una realidad velada por un entramado familiar que bien podría constituir un estrato social determinado. Pero ese análisis nos conduciría a una línea divisoria demasiado fina, cuya tensión argumental podría romperse entre el “yo” de “ella” y el receptor. La interiorización del narrador (“ella”) es demasiado potente y concreto como para teorizar sobre dobles lecturas. Además que esta temática de la enfermedad ha estado demasiado presente en gran parte de la obra creativa de Lina Meruane.

Para este tipo de escritura, resulta esencial el papel del lector, preparado para interpretar esta novela articulada en fragmentos, en donde la progresión dramática de la trama es ambigua y el lector debe reconstruir esa unidad dispersa. Se requiere, por tanto, de ese lector cómplice del que hablaba Julio Cortázar, capaz de hilvanar acciones truncas, imágenes dispersas, secuencias discontinuas. “Ese lector camarada de camino que deberá acompañarlo en su inquisición, y descubrir tras la incongruencia y la burla los signos de algo más profundo”.



 

 

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Sistema Nervioso de Lina Meruane
(Penguin Random House, 2018, 276 páginas)
Por Ramiro Rivas