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Contra los hijos
Contra los hijos, de Lina Meruane (Tumbona; México, 2015)
Por Liliana Colanzi
Publicado en http://www.eldeber.com.bo 12 de Febrero de 2017
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En el último año, tres amigas me han contado que, si pudieran volver atrás en el tiempo, habrían elegido no tener hijos. Una de ellas, una actriz de teatro que estaba en lo mejor de su carrera cuando se embarazó, dejó de viajar a otros países para actuar y finalmente abandonó el teatro. La otra, que rompió con el novio poco después de darle la noticia del embarazo, tuvo que quedarse en casa de sus padres porque necesitaba apoyo económico y logístico, lo que significó seguir sometida al control de los padres en sus decisiones adultas y en la crianza de su hija. La última trabaja y tiene una pareja que intenta cumplir su mitad de las obligaciones, pero está constantemente agotada. Las tres aman a sus hijos, pero habrían preferido no ser madres y haber tomado rumbos diferentes en sus vidas.
Poco se habla de las madres arrepentidas en una sociedad que ensalza la maternidad como vía de realización personal de las mujeres (¿cuántas veces he leído y escuchado que los hombres son mejores artistas que las mujeres porque nosotras supuestamente nos completamos a través de nuestros hijos?). Por eso es tan interesante Contra los hijos (Tumbona, 2015), el ensayo de la escritora chilena Lina Meruane –ella prefiere llamarlo “diatriba”– que habla sobre las maneras en que actúa sobre las mujeres la presión social por tener hijos, aun cuando la maternidad sea un oficio arduo que se realiza sin la ayuda del Estado o, en muchos casos, de la pareja.
“¿No nos habíamos librado, las mujeres, de la condena o de la cadena de los hijos? ¿No habíamos dejado procrear con tanto ahínco? ¿No conseguimos estudiar carreras y oficios que nos hicieron independientes? ¿No logramos salir de la casa dejando atrás las culpas?”, se pregunta Meruane, quien se refiere sobre todo a las mujeres de clase media. Y continúa: “Presten atención: a cada logro feminista ha seguido un retroceso, a cada golpe femenino un contragolpe social destinado a domar los impulsos centrífugos de la liberación. El viejo ideal del deber-ser-de-la-mujer no se bate fácilmente en retirada, solapadamente regresa o vuelve a reproducirse tomando formas nuevas”. El ángel de la casa, esa imagen victoriana de la mujer-madre perfecta y sacrificada que vive en el imaginario social pero también en la cabeza de toda mujer, regresa en cada época con un rostro distinto.
Meruane aborda el conflicto de la maternidad también desde la historia de las mujeres escritoras: no es casualidad que, para poder dedicarse a la escritura, muchas mujeres hayan tenido que renunciar al matrimonio y a los hijos. Virginia Woolf hablaba de matar al ángel de la casa de un tinterazo, pero el perverso ángel terminaba por regresar una y otra vez: el problema con este insidioso ángel, decía Woolf, es que “es mucho más difícil matar a un espectro que a una realidad”. Añade Meruane: “con esto quiere decir que ese ideal femenino es más difícil de erradicar que las precarias condiciones materiales que someten todavía a las mujeres inglesas que acaban de recuperar el derecho de propiedad y el control de su dinero dentro del matrimonio”.
¿De qué manera ha regresado el ángel de la casa en esta época? Según Meruane, es la figura de la súper madre (de la cual la madre ecológica es una variante) la que empuja a la mujer de vuelta al hogar. Nos dice: “A ella ahora se le recomienda el retorno al parto sin anestesia, al alargue de la lactancia, al pañal de tela, al perpetuo acarreo de los niños a sus citas (médicas, pedagógicas y sociales), al nuevo tiempo de calidad que reduce su independencia”. Se trata del regreso a una maternidad “natural”, pero lo engañoso de utilizar la categoría de naturaleza es que se vuelve a hablar de la maternidad como una esencia biológica y no como una construcción cultural.
La maternidad pasa a ser un acto privado, alejado de lo político, y entonces el Estado y las parejas se desentienden de su responsabilidad con las madres: la mujer ha tenido que salir al mercado laboral en condiciones de desigualdad con respecto a los hombres, sin haberse librado del trabajo del hogar —a menos que tengan dinero para contratar a otra mujer para que lo haga— y sin apoyo estatal para la maternidad (por si fuera poco, la mujer gana un promedio de 25% menos por realizar exactamente el mismo trabajo que un hombre).
La mujer madre está sola, y encima tiene que resolver su maternidad en oposición a otras madres que han elegido un tipo distinto de maternidad: la madre ecológica critica a la madre trabajadora que le da de comer pizza o hamburguesa a su hijo porque no tiene tiempo para cocinar, y la madre trabajadora y multitasking desprecia a aquella que renunció a su empleo por cuidar a los hijos.
En vez de naturalizar estas condiciones de abandono e inequidad e intentar “probar” que las mujeres podemos con todo, Meruane invoca una politización de la maternidad que cuestione el multitasking (un multitasking que no hace otra cosa que enmascarar la culpa de la mujer por haber salido a trabajar en vez de quedarse a cuidar a su familia, o la culpa por no ser capaz de rendir en un trabajo exigente mientras está abrumada por el cuidado de los hijos), ponga en jaque la estructura social y exija cambios en el Estado y en la familia.
“No escribo en favor del infanticidio”, dice. “Estoy, insisto, contra la secreta función disciplinaria de los hijos-tirano en estos tiempos que corren, veloces y desaforados como ellos”. Si los hijos eran antes adultos en miniatura que se concebían para ayudar en el trabajo de la familia —este sigue siendo el caso en muchas áreas rurales, donde los niños trabajan en el campo desde muy pequeños, modelo que es también problemático y que exige una discusión aparte— ahora la sociedad ha convertido a los niños en clientes demandantes y en consumidores de servicios que deben ser satisfechos por los padres. Contra estos hijos se rebela Meruane