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Lina Meruane:
"Mi avidez está en la escritura"
«AVIDEZ», Páginas de Espuma, Madrid, 2023,124 págs.

Por María Teresa Cárdenas Maturana
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 5 de noviembre 2023


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La publicación en España de Avidez (Páginas de Espuma), una selección de sus cuentos escritos durante tres décadas, coincide con el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso que acaba de otorgarle la Universidad de Talca por el conjunto de su obra y que recibirá en diciembre. Escritora, periodista y docente, es una de las voces más sólidas de su generación.


Hace más de veinte años que vive fuera de Chile, aunque viaja con regularidad a ver a su familia. Esta vez, viene con un nuevo libro de cuentos —Avidez— publicado en Madrid por la editorial Páginas de Espuma, y se apronta a recibir el Premio José Donoso, que la Universidad de Talca le otorgó por el conjunto de su obra. Pese al cansancio del viaje y de una extenuante agenda de entrevistas en España, Lina Meruane (Santiago, 1970) se dispone a esta —nada breve— conversación en un acogedor café de Ñuñoa. Ha sido un año intenso: también publicó Señales de nosotros (Alquimia), un "ensayo autobiográfico sobre crecer en dictadura" y ya tiene listo el "ensayito" Coloquio de las quiltras. En mayo terminó su período de dos años en Madrid, a cargo del programa de escritura creativa en español de la Universidad de Nueva York, y obtuvo el Premio Metrópolis Azul de Canadá, también a su trayectoria.

"Estoy muy contenta", dice sobre estas distinciones, aunque el Premio José Donoso tiene para ella un significado especial. Por su importancia y porque se lo otorgan en Chile. Pero sobre todo por el nombre. "Donoso es una figura importantísima para mí, para mi formación como lectora", afirma. Más aun, lo incluyó en su ensayo Viajes virales (2012), "porque Donoso se cuenta entre los muy pocos y primeros autores latinoamericanos que escribieron sobre la situación del travesti, en una zona que probablemente sea Talca, en El lugar sin límites. Es una novela espectacular, es muy atrevida en términos del tema que elige. Estoy muy orgullosa de tener este premio, porque respeto inmensamente la obra de Donoso".


El lugar del crimen

También como un reconocimiento a su obra puede interpretarse la edición de Avidez, donde se reúnen doce cuentos publicados desde los años noventa en diversas antologías y revistas, y a los cuales se suma uno inédito, de 2023. Periodista de la UC y doctorada en literatura latinoamericana por la Universidad de Nueva York, donde ejerce la docencia, Lina Meruane es una de las voces más sólidas de su generación, con una obra que incluye cinco novelas, traducidas a doce idiomas —Póstuma, Cercada, Fruta podrida, Sangre en el ojo, Sistema nervioso—, cuentos, ensayos y crónicas. Sobre este segundo volumen de cuentos, después de Las infantas (1998), afirma: "Fue una sorpresa encontrarme con la persistencia de una serie de obsesiones que para mí se agrupan bien bajo el titulo Avidez. Y también fue sorprendente encontrarme con que había un tono, un modo de acercarme a los temas; que siendo cuentos muy distintos había una coherencia interna. De hecho —agrega—, hay cuentos muy contemporáneos que regresan a ciertos problemas que yo trabajaba en los años noventa; por ejemplo, la maternidad y la infancia, que son transversales a mi obra. Me siento como la criminal que siempre está volviendo al lugar del crimen".

En las páginas finales se indica el origen de cada cuento y su fecha, ya que el orden no es cronológico. El criterio no fue la progresión de la autora, sino de los personajes. "Al organizarlos por la edad de las protagonistas y cómo van moviéndose de una avidez a otra, pude ir registrando las hambres materiales, los apetitos carnales y las pulsiones, los cambios en los tipos de apetito", dice.

La revisión consistió en pulir un par de cuentos que estaban "un poquito más barrocos". Pero lo que le pareció más interesante fue la mirada de su editor Juan Casamayor. "El hizo una lectura muy fina del libro y encontró una serie de objetos que son recurrentes. Entonces, yo escribí este año un cuento más a propósito, que es 'Reptil', y que está puesto para generar una especie de transición entre una temática y otra, que es el paso de la infancia, de la casa, a la escuela, o al colegio. Ahí utilicé esos comentarios y traje algunos de estos objetos que están distribuidos a lo largo del libro". Y agrega: "Para mí era importante incluirlo, porque me di cuenta de que en un libro sobre la avidez tenía que haber un cuento sobre la lengua, que es un órgano, pero también es el habla".


En su escritura también hay una avidez por abordar distintos géneros. ¿Cómo distingue los temas y la manera de tratarlos?
—Mirando para atrás, me doy cuenta de que hay un trabajo en la literatura que es más sinuoso, que es menos explícito, que no busca la persuasión, sino que generar una sensación, y yo creo que mi escritura es bien sensorial. Yo siempre estoy pensando cómo huele esto, cuáles son los sonidos, generando varias capas de sentido, para comunicar algo. Cuando escribo ficción voy siguiendo a los personajes, registrando lo que hacen. A veces, la idea original no termina como yo pensaba, porque en parte el personaje pero también el lenguaje y la asociación de una palabra con otra me van llevando en otra dirección.

Distinto es el caso de la no ficción. "He llegado a esta formulación un poco para explicarme yo misma lo que estoy haciendo, pero si en la ficción voy siguiendo al personaje, en el ensayo voy siguiendo a la idea, y en la crónica o en la autobiografía me voy siguiendo a mí misma. Eso me permite, a pesar de todas las hibrideces que yo uso, definir qué es lo que estoy haciendo".

Por lo mismo, las intenciones también son diferentes. "En el ensayo hay una voluntad mucho más persuasiva y menos oculta, por así decir, de transmitir una idea, algo que yo quiero que vaya quedando muy claro. Yo empecé como escritora de ficción y luego fui incursionando en el ensayo, en la crónica, porque había algo en la literatura, en la ficción, que no me permitía hacer eso".

¿Cómo se relacionan la escritura de cuento y de novela?
—Yo siento que hay una relación bastante orgánica. A veces empiezo una novela que termina siendo cuento, porque fue corto, conciso, porque fue esa escena. Pero, luego, tengo novelas que están construidas un poco a partir del cuento. En Sangre en el ojo, por ejemplo, cada escena yo la pensé como construida alrededor de un núcleo de potencia, que podía ser del lenguaje, de la poética, o de la misma trama. Si uno quisiera, podría sacar cada una de esas escenas, que son como pequeños golpecitos. El cuento tiene ese golpe corto. Fruta podrida primero fue un libro de cuentos, pero cuando volví a revisarlo saqué cuatro momentos de todo el libro y esos constituyen las cuatro partes de la novela. No siento para nada eso de que el cuento es el género menor y la novela es el género mayor. Para mí, hay cosas que descubro en uno y luego pasan a la otra.

Es en la ficción, dice, donde aparecen sus obsesiones. "Que yo ni siquiera entiendo muy bien; me sorprenden a mí misma. El otro día una señora mayor me preguntó en un club de lectura: '¿A ti qué te pasa?'. Yo me reí, y le dije que eso ya me lo han preguntado, pero, honestamente, yo tengo una vida como cualquier vida, no sufro de ninguna patología, que yo sepa, y estas historias no son mis historias. La ficción es mucho más misteriosa".

Pero también hay obsesiones que encuentran lugar en el ensayo.
—Sí, y en algunos casos el ensayo me ha servido para utilizar todo lo que leí mientras escribía otro libro. Yo siento que hay como parejas de libros. Zona ciega viene a poner en escrito todo aquello que yo leí y pensé mientras escribía Sangre en el ojo, e incluso antes. Esa obsesión, la del ojo, la tengo muy clara. Sabía que me podía pasar, entonces siempre estuve con el ojo fijo en esa escena de la invidencia, y cómo aparece en la literatura y cómo aparecen los escritores ciegos o casi ciegos o casi ciegas, porque Borges es el gran ciego, pero Brunet no, entonces qué pasa en términos de género. Luego vino el estallido y ahí cerré el libro, con lo político. Lo político, lo poético y el género están siempre funcionando en mis preocupaciones.


Levantar la voz

Son los "tres puntos de apoyo" sobre los cuales Lina Meruane reflexiona, se interroga, investiga y tiene una opinión. Y no elude el compromiso. Es por ello que en estas últimas semanas no dudó en firmar una declaración de artistas en apoyo a Palestina, que algunos criticaron por no condenar la violencia de Hamas contra Israel. "El mundo palestino es mucho más diverso y mucho más libre que lo que la gente cree", afirma. "Hamas no es Palestina, Hamas es un grupo político con un brazo armado que de vez en cuando lanza misiles, mientras que Israel lleva décadas matando y encarcelando palestinos. Esa violencia, que yo llamo 'de baja intensidad', nunca llega a los medios, porque no son mil de golpe, sino una acción sistemática que va sumando muertos. Israel es una nación con un poderío militar impresionante, con una inteligencia de las más sofisticadas del mundo, si no la más, es un país reconocido como nación. Los palestinos no tienen ni nación ni derechos, y solo existen cuando Hamas ataca a Israel. La idea de que defender la causa palestina es ser terrorista es lo que se está viendo en Occidente, donde incluso las manifestaciones pidiendo el cese del fuego han sido prohibidas. Eso era la carta: levantar la voz. Y se intentó acallar asociando a los firmantes con partidarios de Hamas".

Hija de médico y descendiente de palestinos e italianos, la escritora pertenece a la enorme comunidad "chilestina", profundamente asimilada. "Yo no crecí con una conciencia política sobre lo que era ser palestina, porque yo aquí no tenía problemas de identidad; 'turca' ya había dejado de tener la connotación de la época de mis abuelos". Pero al llegar a Estados Unidos le tocó la caída de las Torres Gemelas, como lo cuenta en "Volverse palestina", parte inicial de Palestina en pedazos (2021). "La primera acusación de los medios fue hacia Yaser Arafat y los palestinos. Y hubo un momento de islamofobia muy fuerte. Eso hizo que me cayera la teja de quién era yo, una migrante chilena con un apellido palestino; eso era un problema y entendí que mi identidad no estaba tan planchadita, empezaba a tener arrugas, una cicatriz, como digo en mi libro".


Percibir con el cuerpo

Luego vino su viaje a los territorios palestinos y a Israel. "Yo no me iría a vivir a Palestina, ya tengo una vida en otro lugar, soy de otro lugar lo que siento es un compromiso con la situación que viven las palestinos. Esa podría haber sido mi vida si mis abuelos no hubieran migrado a Chile y no hubieran tenido las oportunidades que tuvieron aquí en esa época. Ver ese sufrimiento y percibirlo con mi propio cuerpo me hizo muy consciente, me empujó a apostarle a esa causa. Mi nombre ya está atado a la causa palestina".

Habla de percibir con el cuerpo. ¿Diría que el cuerpo está en el centro de su obra?
—Sí, definitivamente el cuerpo es el lugar que yo he estado examinando; en el cuerpo estoy mirando de alguna manera lo microscópico, lo de la salud, y también lo macroscópico, lo político. No soy nada original cuando digo, siguiendo a Michel Foucault, que el cuerpo siempre es el blanco de la política, pero el cuerpo es también lo que tenemos, es lo que filtra la realidad externa y nuestra propia subjetividad. Para mí, el cuerpo siempre ha sido un lugar que me permite pensar, imaginar, construir, y eso tiene mucho que ver con mi propia formación como hija de médico, expuesta a un lenguaje médico desde la infancia, y como persona con una enfermedad congénita. En el origen de mi conciencia está la conciencia sobre el cuerpo, el propio, primero, y luego, los cuerpos. Me sale muy natural mirar los problemas en los cuerpos, como si el cuerpo fuera lo privado y lo público al mismo tiempo, como si todas las problemáticas estuvieran conjugándose ahí. Aunque a veces he intentado no hacerlo, siempre llego al cuerpo.

¿Cuál es su propia avidez?
—Yo siento que mi avidez está en la escritura. Una avidez de contar, de pensar el momento, porque yo tal vez he renegado un poco de mi lado de periodista, pero al final sí siento que está esa mirada volcada sobre lo que está sucediendo a mi alrededor. A mí me preguntan por qué estos cuentos son incómodos, por qué hay tanta violencia, si hay una intención de provocar. Y no, no estoy intentando provocar, estoy recogiendo veinte años de dictadura, la violencia contra las mujeres, las guerras. Aquí voy a usar un plural arrogándome una representatividad que no tengo, pero yo creo que las escritoras hemos recogido una serie de violencias que como mujeres hemos vivido y hemos observado. Hay varios cuentos aquí que yo tomé directamente de la realidad.

 

 


 

 



 

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