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. . . . . . . . . . . .. . .. . .. . . .. . . . .. . . . .. . . . .. . . . Foto: Daniel Mordinsky

Lina Meruane y su “Volverse palestina”:
“Tuve que desnudarme literal y metafóricamente”

Por J.C. Ramírez Figueroa
(26 de noviembre, Plaza Cultura, La Segunda)



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La escritora chilena Lina Meruane lanzará a fines de este mes el libro de crónicas “Volverse palestina”, publicado por Literal Publishing junto a Conaculta, editoriales estadounidense y mexicana, respectivamente. Un texto centrado en su viaje en busca de sus orígenes en marzo de 2012, aprovechando una conferencia en Londres. Tomó el avión, nerviosa y expectante, hasta que aterrizó en Tel Aviv, viviendo los rigores del control policial israelí, antes de sumergirse en esos territorios que, como cuenta, “la llamaban”.

El libro sucederá a la elogiada novela sobre la ceguera “Sangre en el ojo” (Premio Sor Juana Inés de la Cruz, 2012). Las cajas con los ejemplares alcanzarán a llegar justo a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara -30 de noviembre al 8 de diciembre-, donde el país invitado de honor es justamente Israel.

Radicada hace una década en Estados Unidos -actualmente en Nueva York-, Meruane es una de las escritoras más importantes de nuestro país con un puñado de obras donde destaca además el libro de cuentos “Las infantas” (1998); las novelas “Cercada” y “Póstuma” (2000), "Fruta podrida” (2007) y el ensayo sobre el sida y la escritura “Viajes virales” (2012).

“Al salir de Chile hace 13 años yo me hice mucho más consciente de mi chilenidad. De una singularidad chilena dentro de la diversidad latinoamericana que vive en Nueva York”, dice la escritora. Aunque admite que sólo cuando decidió visitar Israel comprendió que sus raíces no solamente estaban acá. Ahora era “una sospechosa palestina con pasaporte chileno”, como ella misma define. “Fue un aterrizaje forzoso y físico sobre el conflicto. Fue después de ese viaje, de lo que vi y viví ahí, que se me despertó el interés por remover el pasado, entender cómo había sido la vida de familia paterna en Chile. Interrogué a mi padre, volví a la casa deshabitada de mis abuelos en San Felipe, pensé en ese legado, en lo que los palestinos le han otorgado a la cultura chilena”.

El libro comienza seco y claro: “Regresar. Ese es el verbo que me asalta cada vez que pienso en la posibilidad de Palestina. Me digo: no sería un volver sino apenas un visitar una tierra en la que nunca estuve, de la que no tengo ni una sola imagen propia. Lo palestino ha sido siempre para mí un rumor de fondo, un relato al que se acude”.

Luego, viene una pasaje potente y estremecedor: su padre negándose a visitar el territorio donde nació -hoy, Israel- e imaginando la vieja casa familiar vacía, al otro lado de la frontera.

“Es la imagen de la ruina”, explica la autora, agregando que en la crónica aparecerán varias casas vacías, abandonadas, derruidas. “La casa habitada implica una comunidad viva. Es el espacio de la pertenencia de la que la comunidad palestina ha sido despojada. La idea de la errancia que definió por siglos a la comunidad judía se le transfirió simbólicamente a los palestinos después de la creación del Estado de Israel”, señala.

- ¿Sientes que la humanidad aún no es consciente del quiebre de las familias palestinas?
- Es una paradoja atroz que en efecto no ha sido tomada en cuenta por la comunidad internacional. Los palestinos perdieron sus casas, y no pudieron regresar porque en muchos casos no se les otorgó permiso o porque sus casas fueron tomadas o destruidas. Muchos palestinos se instalaron en refugios en países vecinos y quedaron para siempre en ese limbo: si adquirían la ciudadanía extranjera perdían su derecho a regresar. Para los que se quedaron dentro de Israel la situación tampoco ha sido fácil, y en los territorios el acoso es sistemático y no hay ningún control sobre la toma ilegal de terrenos por parte de los colonos. Esta paradoja del despojo no ha sido reparada por la comunidad internacional, que es además responsable de no haber puesto límites a Israel para evitar que la situación histórica de los judíos se volviera la situación actual de tantos palestinos.

“Yo iba preparada para el interrogatorio”

- El tema de fondo de “Volverse palestina” es cómo nos marcan las raíces, en este caso la palestina…
- Yo no pienso lo palestino desde la idea de pérdida, sino como una parte de mi identidad. Y la identidad no es algo preciso o exacto, menos una cuestión rígida. Es un proceso tanto de sumas como de restas. Es cierto que se han perdido cosas, la lengua árabe es una de ellas, y es una pérdida importante. Pero otras se han mantenido a lo largo de un siglo desde la llegada masiva de los palestinos a Chile. Acá vive la comunidad palestina más grande fuera del mundo árabe. Y también ha habido adquisiciones. Esta comunidad es chileno-palestina, se piensa con guión. En esta crónica lo que planteo es que la recuperación de la identidad palestina se está dando por la vía de una toma de conciencia política hacia la situación de los palestinos en sus territorios. El compromiso político es contrario al estado desvalido de la melancolía.

- El pasaje del interrogatorio de la policía israelí es fuerte, violento… Retratas muy bien la tensión del territorio en ese trámite “rutinario”.
- Yo iba preparada para el interrogatorio. Me habían advertido que la cosa se podía poner pesada, pero la situación fue mucho más violenta de lo que esperaba. No había nada que yo pudiera decir, diciendo la verdad, que no fuera incriminatorio en la mirada paranoica de la seguridad israelí. Yo estas escenas de interrogatorio ya las he pensado antes, en torno a la medicina, y, sin embargo, esta me pareció especialmente humillante. Ese tener que irse desnudando, literal y metafóricamente, ante la policía, me reveló que debajo de mi chilenidad común y corriente estaba la marca de lo palestino. No sólo por mi apariencia física, sino sobre todo por mi apellido. Antes de abrir la boca yo ya estaba en problemas. Comprendí en carne propia lo que les sucede a muchos palestinos todo el tiempo, pero, por supuesto, en una escala mucho peor. Entendí en ese momento cómo la violencia y la opresión pueden generar cierta sumisión, o la apariencia de sumisión, pero también la voluntad de resistencia.

- Dices que te sentiste más palestina que nunca en Palestina. ¿Podemos hablar de cómo uno se completa en ciertos lugares?
- Ese reconocimiento estaba mediado por la mirada de los otros. Ellos, todos, me veían palestina. En Chile yo había vivido sumergida en la chilenidad. Alguna vez me llamaban turca en el colegio, pero ese apelativo no tenía las connotaciones negativas que tuvo en la época de mis abuelos. Ese viaje me hizo de pronto verme a mí misma de otro modo dentro de un contexto donde la palabra palestina significa otra cosa, donde el apellido palestino tiene una carga que no es neutral.

- El libro alude al conflicto árabe-israelí. ¿Le vas alguna salida?
- No vi ninguna salida. El acoso a la comunidad palestina de los territorios ha sido sostenido y sistemático. Y esa política ha generado desesperación y ha radicalizado la situación. Se habla siempre del fundamentalismo islámico, pero muy poco del apoyo que el Estado de Israel les da a los colonos, que son una gente temible, muy radical. Sin verdadera presión internacional (menos palabras y más acción) y sin una comunidad palestina unida no sé cómo se podría llegar a nada. Pero no se ve esa luz en ningún punto.

- ¿Cómo te cambió ese viaje?
- No es que no supiera lo que pasaba en esa zona del mundo, no es que no lo entendiera, pero estar ahí fue otra cosa. Me remontó a ciertas imágenes de la dictadura chilena, sólo que ahí la fuerza militar está completamente normalizada y el disenso de algunos israelíes, que también existe y es sin duda muy importante, aunque sea minoritario y tildado de antisemita… Me hizo pensar que la vida de la gente que conocí podía haber sido la mía, me hizo reflexionar sobre la participación que yo misma pude haber tenido de haber crecido ahí. Y me acercó a la comunidad palestina musulmana con la que no tenía ninguna relación (los inmigrantes palestinos del pasado eran sobre todo cristianos ortodoxos). Esa gente, completamente demonizada por la prensa internacional, era en realidad muy acogedora, diversa y llena de las contradicciones que se encuentran en toda comunidad… Toda esa experiencia me hizo plantearme la idea de hacer algo a contrapelo, y ese algo, para mí, por ahora, pero quizás sea sólo un comienzo, ha sido escribir esta crónica.



 



 

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“Tuve que desnudarme literal y metafóricamente”.
Por J.C. Ramírez Figueroa
(26 de noviembre, Plaza Cultura, La Segunda)