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        Yo  me quedo en el círculo
          Reseña al libro El centro solitario del solitario círculo de Leonardo Murillo San  Martín
        Por Úrsula Starke
          
          
        
          
        
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          El título del libro es un verso de  Heinrich von Kleist, uno de los primeros escritores del romanticismo alemán del  siglo XVIII. Una cita que muchos podrían considerar anquilosada y perezosa. Eso  significa que no han leído a los románticos alemanes de la manera que se  debería ahora, como un retorno que jamás es un retorno del todo porque toda  literatura es un círculo. En iconografía la figura del ouróboros -la serpiente  que se muerde la cola como símbolo de eternidad y renacimiento- viene a mi  cabeza de inmediato, porque es uno de mis íconos fetiches. Es por esto que los  poemas de Murillo se me hacen tan propios que terminé por creer eran míos. ¿En  qué momento pasó eso? ¿En qué parte de la lectura? Definitivamente en la parte  que dejé de leerlos y comencé a escribirlos desde dentro del libro. Del  círculo. No sé si a todos puede pasarles algo así con un libro. A mí me pasó.  Me pasa. Entro en el círculo y me mareo de tanto dar vueltas sin poder pillarme  la cola a través de versos que yo debí escribir.
           Siendo la ópera prima de Murillo, considero  que esperó el tiempo necesario antes de publicar. Una buena estrategia, pues no  tiene errores. Apuros. Destiempos. Me pidieron presentar este libro - ambos de  una misma generación-  cosa que no pude  hacer el día del lanzamiento por fuerzas mayores. Sin embargo, yo ya había  caído dentro del círculo desde el primer poema del libro. Más bien, fueron solo  cinco palabras las que me encerraron, sacadas del último verso « la  comuna de La Florida ». Yo no soy de esa comuna, soy de otra comuna  periférica tan disímil, popular y altisonante como esa, San Bernardo, y un  poeta que se identifica con un pedazo de tierra políticamente delimitado es un  poeta al que puedo mirar a los ojos como en un espejo. Estamos al mismo lado de  la alambrada y creo que todo lo que pueda decir de este excelente libro carece  de total aprensión. Nadie me la exige, en todo caso. Somos ambos quienes olemos  a sopaipillas, no ustedes. Ambos quienes nacimos de madres a quienes queremos  matar, ambos los que sufrimos de depresión y nos queremos suicidar, no ustedes.  Así que el único que puede pedirme cualquier cosa es el poeta Murillo. El resto  que salga del círculo y nos miren « desde el lado de afuera ».
          Hace un rato, trabajando en mi próximo  libro, escribí que solo los pobres pueden escribir poesía. Dejando de lado  todos los lugares comunes, que no son tan malos a veces, Murillo me lo  confirma. La poesía está vedada a quienes lo tienen todo. La poesía solo nace  de la carencia. Interprétese todo y carencia como usted estime conveniente.  Aquí estimo conveniente la poca plata que solo llega a fin de mes y la casita  pareada de villa como carencia. Sino, cuántos entran en el círculo del poema ¿Hay pan? o comprenden la envergadura  estética del verso  « Quise botar las bolsas de basura/ que cuelgan los  vecinos afuera de sus casas ». Solo quienes venimos de la carencia. Esa  carencia que aniquila las expectativas y hace escribir verso tras verso como  una declaración de principios, como si esto nos defendiera de cualquier cosa,  incluso de  « los lindos poetas » que nacieron bajo el canon. 
          Murillo ha puesto muy bien ordenadas las  etapas del círculo, para entender el ciclo de su verso, que esperamos siga  buscándose la cola y nunca la halle. Eso a mí, por lo menos, me da esperanza.  Esperanza por todo lo que no he podido escribir durante años y él sí ha  escrito. Por su holgada manera al manejar los tonos sin discreción alguna, sin  reparos, sin vergüenza. Como el infantil poema ¿O no? a la manera de un cuento para niños  « Querer llorar en  el poema es algo inaguantable ». Por las palabras madre, pan, hermanos,  palta, que nunca aparecen juntas en un poemario. Por la enfermedad mental, los  fármacos, el cuerpo intervenido con papanicolaous, caca y detergente. Por la  belleza de la carencia como ese espacio en blanco que siempre estamos esperando  que se llene, que él llena con versos, pero que para algunos jamás se llena y  el ourobóros se desmembra por las avenidas La Florida, Vicuña Mackena, Gran  Avenida y eso sería.
          
            Enero 2016