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Naturaleza viva. Sobre «;p0ema» (2018),
de Leonor Olmos

Por Ashle Ozuljevic Subaique
Publicado en Vallejo & Co, 21 de abril 2022


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Abro ;p0ema en el asiento de la ventana de un bus entre Strasbourg y Reims. Hace frío o lo que pasa es que ayer chupé una hora de lluvia para después caminar de noche por el borde del río Ill, mirar el edificio del Parlamento Europeo y volver defraudada. Hace frío porque ha amanecido hace poco y es invierno, o quizá porque existe la sincronicidad de la poesía, y he decidido terminar el año con el primer libro de Leonor Olmos, que se abre así, gélido, incómodo, adhoc a este momento:

2 poemas o 2 muertos de hambre o 2 muertos de amor / o una sed interminable o los
segundos nos suceden / o camino descalza por el hielo / o el cielo se agusana, o la
sangre como estructura como tejido se rompe para no volver /

Desde el primer párrafo estos poemas en prosa nos empuja a preguntarnos qué es un poema, estableciendo una comparación con una secuencia de elementos que se asemejan por la carga que enuncian, y que continúan así: “la circulación se corta por el hilo + delgado/ o el amor se corta por el hilo + delgado (…)”; El gesto, a mi parecer ascendente, se mantendrá, aumentando la intensidad de las imágenes, con pequeños movimientos que me generan el tipo de placer que relaciono con el descubrimiento de un espacio nuevo, diferente -y como tal, al que no estoy acostumbrada y me pone alerta-: “o es asunto de la nieve, de la boca, del poema que se rompe entre los dientes/ este poema que iba por mí/ o este poema a punto de arrastrarme/ o la pupila herida/ o la pupila encendiendo la maleza”.

Decir que se me hizo necesario releer algunos de los pasajes de ;p0ema es decir lo evidente. Me vi rápidamente envuelta en la complejidad semántica, en enunciados que no necesitan echar mano a ninguna escuela de pensamiento ni parafrasear a artistas de la elite cultural, para ir creando escenas poéticas densas, que mezclan la extrañeza visual y la fuerza emocional. Con palabras coloquiales, Olmos nos empapa en un universo en el que la voz se trenza con el poema, un cuerpo que se palpa a sí mismo, una habitación que se me antoja clausurada, en la que alguien enuncia:


la circulación se corta, 2 cuerpos cansados se mecen / la vida interrumpe a la vida / o los nudos sobre
mi sangre / o 2 poemas o una sed interminable / o lo ajeno es poema y no vida


Tanto puede ser el pasmo que me provocan ciertos versos, que aprovecho de mirar por la ventana el campo francés, pero en realidad voy pensando, sumida en la inocencia, de dónde surgen las imágenes que estoy leyendo. Escenas dulces mezcladas con versos brutales, la enunciación de la palabra amor a quemarropa, impulso que la poesía actual evita con insistencia; la escritura desde lo carnal como topos, no como objeto o eros; la constante sucesión de imágenes inasibles, feroces:


escoger una opción : enfermedad / accidente / trastorno / – algo genético, pero
absolutamente controlable, pero absolutamente abyecto


Es magnífico el juego de espejos que no reflejan de manera lógica y que puede desarrollarse con un lenguaje pulido como la punta de un lápiz con el que se puede dejar una nota amorosa y con el que también se puede atravesar un corazón. La superposición de cuadros crea a ratos la idea de hipervínculos: un cuerpo eclipsado por el sol, a medias yaciendo sobre el césped para dar paso a una flor electrónica, a un ojo máquina que mira. Este poemario resultaría psicodélico si no fuese por el peso de las imágenes y por la rotundidad con la que se plantean; resultaría psicodélico si no fuera porque la voz que enuncia encuentra siempre el modo de traerte de vuelta al texto, a leer y releer, a hundirte en él sin escapatorias a otras ensoñaciones:


ya en serio, este poema no acaba antes de ti o de mi – no acaba y no incluye salida de emergencia / las
hojas rasgan la piel / o rajan la piel / en una escena dirigida, una toma colapsada por unos dedos
adormecidos : no soy yo lanzándome al vacío, sino ascendiendo / sino en el momento exacto en que el
cuerpo se divide : se fragmenta : se ilumina detalladamente : se atomiza detalladamente, ese
nudo sobre el cuello


Las referencias al cuerpo, insisto, son tantas y tan duras, que obligan a que me acomode en la butaca, a que me palpe las nalgas y las muñecas, a que incómodamente me sienta el palpitar de la sangre en el antebrazo: la voz dice “fiebre”, “boca”, “herida”, “ojos”, cuando menos te lo esperas. Como si lograse que bajáramos las defensas para encajarnos otro verso desde la sangre, desde el cuello. Me hace pensar en una mujer que ha aprovechado la postración para ponerle palabras a su padecimiento y terminar, así, descubriendo la similitud con el poema. Y, sin embargo, no es del cuerpo de lo que va este conjunto de textos; no solo de eso, al menos. Sus referencias, lo he dicho, atraviesan amplios espacios. Desde un dios que dicta versos, referencias en lenguaje informático, el delirio, la química, la música, un sistema económico que sistematiza la explotación. A alta velocidad los elementos se permiten caer imprevisibles sobre el objeto mismo que leemos, redundar en él, en un metamensaje poético que, a millas de la academia, pone al lenguaje en la mira, al objeto en el centro, como enroscando las funciones lingüísticas de Jackobson y dejándolas secar al en el desierto, hasta partirlas:


a.- este poema nada puede resolver / – adentro del poema la muerte se consume / ya, dilo de nuevo, el
porcentaje de pureza mezclado con un poco de sol, con un poco de hambre : // todo acaba aquí y de
pronto no, – un nuevo servidor, un poema electrónico, un mesías – poema bajando desde el cielo – sólo los
elegidos contemplan su propia destrucción – no, en serio, este poema nada puede resolver /

b.- este poema abandona al mundo / deja el charquito – llaga / deja la boca adormecida / deja la
nieve sobre la noche : este poema coma dos puntos a continuación :

b.1.- es romper la boca es romper la boca
es romper la boca con los dientes

b.2.- una pantalla líquida naciendo sobre un
campo soleado


El libro de Leonor Olmos pesa en su brevitud. Lo cierro y descanso tras leer “acabar con el cuerpo es acabar con la materialidad del poema y llevarlo al límite”. De pronto no me parece extraño imaginar una voz poética que es vibración y a la vez cuerpo que retumba y a la vez palabras sobre un papel y a la vez humana que se desangra. No me parece extraño ni reducido a los vanguardismos y al pensamiento nietzscheano la idea de una vida como obra de arte, del cuerpo como poema: “dejar caer la sangre/ romper la sangre y el poema”, dice, “el poema lo sabe y deja el cuerpo” dice, y me transmite le sensación de que no es necesario ser unx poeta malditx para trenzar la carne y los versos. Era Gil de Biedma quien dijo: “yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema”, y, si lo miramos de lejos, vivas como estamos, ¿qué tipo de poema se puede ser sino uno con linfa y carne que supure? ¿Qué tipo de poema sino uno que despierte en una mañana despejada y tenga que enfrentarse a un sol radiante, a un vientre en estado de descomposición?

Y sin embargo, no va solo de eso ;p0ema. No sé si es el libro que no se puede quedar quieto, que no puede parar de acelerarse, o es el autobús que ha cogido la autopista ganando velocidad. Los paisajes del campo se mezclan con ;p0ema, y no me parece que pueda haber un mejor sitio para permitirle a los versos corretear, agitarse.


(…) en http: // – en lenguaje entronizado : este poema dice contenernos,
este poema lava la culpa de nuestros padres

– yo, la hija de un sistema neoliberal – / yo, entre la nieve, masticando el dolor, escupiendo
las cuentas que pagar mes a mes –

/ 2 alternativas :

a) siento mi cuerpo entre la hierba / a veces los
ojos se despiertan en el poema, a veces el poema y

los ojos se encuentran

/ sobre la nada /

b) cansada : de acomodar el poema entre

la carne y dejarla morir / de acomodar el poema entre

las piernas,

y d e j a r l a s m o r i r / de vagar de lengua en lengua / sin nada que ofrecerte


El espesor de los registros hace que me sienta extranjera en esa lengua, aunque sea la del cuerpo, porque al final, cada cuerpo tiene su lengua y su manera de desenrollarla, solo podemos ser espectadoras de esa fábula. Son tantos los planteamientos que lo único que me alivia es aceptar que me quedaré corta. Que le deberé a este libro una y otra y otra lectura. Que me sentiré tonta ante el avasallamiento que me provoca el ;p0ema de Leonor Olmos. Que me sentiré inexacta y gélida, frente al arrebato de versos que trepidan como una sangre que de tan caliente chisporrotea y salpica la página con signos que se entremezclan y se amalgaman en el texto, gestos que juegan con los poemas.

Por altavoz el chofer indica que estamos llegando a Reims, instando a que bajen quienes no vayan a la próxima estación, París. Me cuesta entender su planteamiento, enredada como estoy entre las palabras de este libro que se dejan entender a cambio de sobrepasarte. Dudo si bajar o continuar a la siguiente parada, 143 kilómetros después y sin nadie esperándome; pero en realidad, lo que me pregunto es qué haría el poema si estuviese aquí, qué decisión tomaría, por qué no habré venido con uno.

Llueve mientras el autobús ingresa en la estación. Nunca se lleva el suficiente abrigo en este país. Una especie de congoja me aprieta la garganta, pero quizá es el frío que azota la víspera de Año nuevo. Abro una última página para decidir si continuar o no el viaje este día; leo:

a veces enfermo, y pido al poema un poco de sol, un poco de aire : – a veces

/ enfermo



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