POSTPOSITIVISMO Y PAZ ARGUMENTATIVA
Presentación de Prójimos Lejanos. Ensayos de filosofía en la tradición analítica, de M. E. Orellana Benado. Con una introducción de sir P. F. Strawson, F. B. A. Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, diciembre 2011.
Lucy Oporto Valencia
oportolucy@gmail.com
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Es soberano de temible fuerza el que hace reinar la paz en sus alturas.
Job 25, 2
1. Concepción argumentativa de la filosofía o pluralismo metafilosófico multidimensional
M. E. Orellana Benado (Santiago de Chile, 1955) escogió el ensayo, como modo de expresar su filosofía, por motivos vinculados a su formación, experiencia y maduración intelectual. Según él, los primeros ensayos significativos aparecen en el siglo XVII, en conexión con la naciente ciencia moderna. Es decir, en el contexto de una “evolución intelectual hacia una concepción de la verdad como algo que se descubre mediante intentos donde la razón y la observación cumplen un papel”. En dicho marco, “el ensayo surge para intentar exponer puntos de vista específicos sobre temas específicamente humanos”, lo cual supone el desarrollo de una capacidad crítica y argumentativa, precisamente en razón de sus nexos con la ciencia moderna en sus inicios. [1]
Dicha opción por el ensayo da cuenta de la evolución del propio autor en su formación, que abarca cuestiones tanto científicas, como propiamente humanas, en que la exactitud buscada por la ciencia es imposible. Orellana Benado cursó su educación primaria y secundaria en el Liceo Experimental “Manuel de Salas” de la Universidad de Chile, corporación en la que alcanzó a cursar el primer año de la licenciatura en física, en 1973. Más tarde, obtuvo una licenciatura en ciencias, con mención en matemática y filosofía, en el Colegio Bedford, de la Universidad de Londres, en 1981, formación que complementó con cursos sobre historia del arte en el Courtauld Institute. Finalmente, obtuvo un doctorado en filosofía, en el Colegio Balliol, de la Universidad de Oxford, en 1985, con la tesis A philosophy of humour. Este trabajo da inicio a la línea de investigación, acerca de lo que el autor denominará filosofía de la diversidad humana. A fines de ese año, retorna a Chile, con el propósito de demostrar que era posible influir en su orden político desde la filosofía. Su formación, experiencia y maduración intelectual, han quedado plasmadas en la presente obra, Prójimos lejanos. Ensayos de filosofía en la tradición analítica, que surge a la luz tras un largo proceso de elaboración.
El foco de su reflexión, es una defensa del pluralismo desde la filosofía, que el autor ha venido desarrollando, formalizando y purificando, en el curso de, a lo menos, dos décadas. Primero, a través de su concepción argumentativa de la filosofía, surgida a partir de la pregunta acerca de qué considerar filosofía en la universidad y la educación secundaria, y cuyas primeras elaboraciones se remontan a 1990. Y, segundo, poniendo de relieve el potencial del concepto de tradición, para la resolución de problemas metafilosóficos. Éste es, además, uno de los principales de conceptos básicos de dicha concepción, la cual ha continuado ampliándose, hasta su más madura y reciente versión, de 2010 –no incluida en el presente volumen– en que pasa a llamarse pluralismo metafilosófico multidimensional.[2]
Expresado en sus términos, la concepción argumentativa de la filosofía o pluralismo metafilosófico multidimensional es, cabalmente, el más importante aporte de Orellana Benado a la tradición analítica de la filosofía, en lo que se refiere a su dimensión conceptual. Dicha concepción es presentada, discutida, ampliada o aplicada a un determinado problema, en los Ensayos 1, 2, 3, 5, 9 y 11 de la presente obra, aunque sin excluir los restantes, en que aparece implícita.
La línea de investigación del autor realiza un recorrido que va desde los modelos de explicación científica a la moral, proyectando su marco valorativo pluralista a la metafilosofía. Esta última, se articula a partir de la pregunta inicial acerca de qué es posible aprender sobre la filosofía, de la historia de sus prácticas, problemas y métodos, y la persistencia del descuerdo filosófico.
Ahora bien, la concepción argumentativa de la filosofía se concentra en las preguntas humanas. A diferencia de las preguntas empíricas y formales que, en principio, admiten sólo una respuesta correcta y aceptable, aquéllas pueden tener diversas respuestas, igualmente correctas, aunque no igualmente aceptables.[3] Una de esas preguntas es: ¿qué es filosofía?
Orellana Benado discute con dos concepciones pertenecientes a la tradición analítica de la filosofía, que son dos respuestas posibles a dicha pregunta: la tesis cientificista, según la cual, la filosofía es continua con la ciencia, y la concepción terapéutica, según la cual, la mala filosofía es una enfermedad debida a los malos usos del lenguaje ordinario. La tercera respuesta, la del autor, es su concepción argumentativa de la filosofía, presentada como un diálogo peculiar entre intuiciones metafísicas y éticas, acerca de cómo, en último término, son las cosas, o cómo ellas deben ser, en principio, a través de la argumentación racional, la cual excluye el ataque ad hominen y el argumento de autoridad. Aquí la filosofía es entendida como “el ejercicio puro de ponerse en el lugar del otro”, y es descrita por aquél en los siguientes términos:
Proponer intuiciones en forma de tesis, diseñar estrategias argumentativas que consideren objeciones relevantes y evaluar su impacto son los momentos característicos de lo que, en sentido estricto, es la filosofía.
Entre las preguntas humanas y filosóficas, el autor destaca aquélla que reconoce como la pregunta inicial de la ética: ¿cómo debe vivirse la vida humana? Ésta es:
la más humana de todas las preguntas porque pregunta por la naturaleza última de la condición humana, el producto único de la cópula del ser con el deber ser, el límite que comparte la metafísica con la ética (…).
En torno a esta pregunta, Orellana Benado articula su entendimiento del pluralismo desde la filosofía, según el cual, “el valor moral es tan absoluto como plural”, pues:
la diversidad de formas de vida constituye un rasgo valioso de forma intrínseca de las distintas manifestaciones de la naturaleza humana, lo que en sentido filosófico todos los individuos comparten.
Así, esta posición toma distancia del relativismo y el universalismo, a los que considera insatisfactorios respecto de la pregunta inicial de la ética.
2. Tradición filosófica
El concepto de tradición filosófica es desarrollado en el Ensayo 3, en el contexto de la discusión de Orellana Benado con Roger Scruton, acerca del modo en que éste presenta a la filosofía analítica, en Filosofía moderna: una introducción sinóptica. [4] Dicho concepto se relaciona, además, con la pregunta por la identidad, aplicada a la filosofía. Orellana Benado propone un marco teórico, una caracterización metafilosófica, que distingue tres componentes del término “tradición filosófica”: la concepción de la filosofía, la institución de la filosofía, y la política de la filosofía. En un ensayo anterior, el Ensayo 11, cuyo foco es el análisis de un experimento mental de Leibniz, se refiere a las dimensiones conceptual e institucional de la tradición analítica, quedando subsumida la dimensión política en la segunda.
Sobre esta base, además de la tradición analítica de la filosofía, el autor reconoce la existencia de, a lo menos, tres otras, en el curso del siglo XX: el existencialismo, el marxismo y el tomismo. Éstas poseen un origen común, una metodología compartida, que es la argumentación racional, y una estructura análoga, constituida por concepciones, instituciones y políticas de la filosofía, la cual determina las diferencias y rivalidades que las separan. En su Preámbulo metodológico a las Obras completas de Francisco Bilbao, reeditadas en 2007, Orellana Benado designa dicha estructura como “modelo tridimensional”, el cual ofrece un marco general para el análisis de Bilbao y el entendimiento de su contexto histórico. [5]
En el Ensayo 5, extiende dicha estructura o modelo al ámbito religioso, en orden a mostrar que la tradición monoteísta, contrariamente a la interpretación universalista que la asocia con el fanatismo, sí es capaz de reconocer el valor de la diversidad humana. En el Ensayo 9, vuelve sobre este asunto, desde un ángulo particular: la pregunta acerca de si Isaiah Berlin pertenece o no a la tradición analítica de la filosofía. Orellana Benado busca aquí ofrecer un entendimiento metafilosófico más riguroso del término “filosofía analítica”, sobre la base de su reflexión acerca de la obra de Berlin, a la que entiende como una filosofía con historia.
3. Discusión con el cientificismo
Otro aspecto relevante, es la discusión que el autor sostiene con el cientificismo, expuesta en varios de sus ensayos. En el Ensayo 7, cuyas primeras elaboraciones se remontan a 1981, aborda la experiencia del fracaso del positivismo lógico, al que describe como el último intento de “demostrar que la capacidad de adquirir conocimiento es la esencia de lo humano, es decir, que se podría construir una visión unificada de lo humano y de su mundo a partir de dicha capacidad”. A partir de las sucesivas reducciones propuestas por el positivismo lógico y su antecedente inmediato, el positivismo de Comte, que abarcan desde la sociología hasta la matemática y la lógica, pasando por la física, el autor pregunta por qué habría la ciencia de tener su centro en la física, y por qué aquélla habría de tener un centro, concluyendo que “en un modelo de ciencia sin centro, cada disciplina constituye un dominio de prácticas, una isla del conocimiento” y, en consecuencia, que “en el modelo post-moderno o post-positivista ninguna ciencia tiene una prioridad epistemológica, ontológica o metodológica sobre las otras”.
Pero, para Orellana Benado, el fracaso del positivismo lógico es también el fracaso de la filosofía moderna, de la visión unificada de lo humano basada en Dios, consolidada en la Edad Media e, incluso, de la civilización occidental en su conjunto, surgida del “cruce del logos griego y el monoteísmo judío”, en busca de un principio explicativo único. En respuesta a este fracaso, el autor se propone “dar un paso en dirección a probar que la filosofía analítica puede reivindicar su derecho a construir visiones globales (aunque no unificadas) de lo humano y de su mundo”. Dicho propósito animará el resto de su obra, presentándose de diferentes formas.
El Ensayo 4, por ejemplo, vuelve sobre este asunto, pero en un contexto diferente: el de la pregunta por la relación entre ciencia y tecnología, por un lado, y el desarrollo de un Estado, por otro. Aquí elabora una propuesta de humanidades para el desarrollo, siempre en el horizonte de una ampliación del entendimiento de lo humano. El prestigio alcanzado por la física, en el curso de la historia, determinó el surgimiento de lo que Orellana Benado llama arribismo epistemológico; esto es, la necesidad de otras disciplinas de concebirse a sí mismas en términos similares a los de la nueva física, para defender su derecho a ser consideradas ciencia. Según el autor, la culminación del arribismo epistemológico se expresa a través de las obras de Comte (1798-1857), Marx (1818-1883) y Freud (1856-1939). Pero el reduccionismo implícito en dicha ambición, obstaculiza la ampliación del entendimiento de lo humano. En su decadencia, el arribismo epistemológico termina derivando en un enanismo y subdesarrollo intelectuales, extremadamente nocivos, sobre todo cuando afectan a:
personas que, a pesar de ser emprendedoras y de estar dedicadas de manera honesta a promover el desarrollo, no vislumbran la conexión, sutil pero real, que existe entre, por ejemplo, las discusiones filosóficas, los modelos de interpretación histórica y las eventuales consecuencias prácticas de las estrategias políticas que en ellas se inspiran y justifican.
Por otro lado, según el Ensayo 11, el problema mente + cuerpo llegó a adquirir gran relevancia “para la promoción y evaluación filosófica del conocimiento empírico como paradigma de la ciencia”, constituyendo “una instancia de evaluación filosófica del significado de la ciencia”. Dicho problema motivó el experimento mental de Leibniz, anteriormente mencionado, cuyo foco es la teoría corpuscular de la materia, examinada a la luz de la pregunta por su alcance en la comprensión de lo mental. En este marco, Orellana Benado reitera sus preguntas filosóficas:
¿Qué relevancia tiene lo que la ciencia pudiera descubrir acerca del cuerpo al entendimiento filosófico de lo humano? ¿Procede esperar del estudio de la materia un entendimiento completo de la clase de cosa que somos en sentido filosófico? ¿Hay verdades sobre los seres humanos que no sean verdades científicas? ¿Acaso una descripción científica completa de la naturaleza humana dejaría sin respuesta alguna pregunta sobre ella?
Finalmente, en su valoración de la obra de Isaiah Berlin (1909-1997), el autor destaca la oposición de este último al ideal cientificista, concepción de lo humano según la cual “la razón constituye su esencia así como la mejor esperanza para la promoción de la igualdad entre los seres humanos”. En esta misma línea se sitúa su valoración de la obra de P. F. Strawson (1919-2006) y su rebelión contra el cientificismo. En “Sobre el referir” (1950), y en oposición a Russell, éste rechaza la identificación del lenguaje humano con una teoría científica, entendida como un conjunto de proposiciones con formas lógicas determinadas. Orellana Benado se interesa por la valoración filosófica de la diversidad humana, asunto tratado por ambos autores.
4. Berlin y Strawson
Durante el curso de sus estudios en Inglaterra, el autor tuvo por maestros a Berlin y Strawson. En su homenaje póstumo, de 1997, el Ensayo 8, presenta a Berlin como representante del humanismo liberal del siglo XX, destacando su contribución al reconocimiento académico de la historia de las ideas y su difusión. De aquí deriva, por un lado, el interés de Orellana Benado por la diversidad, en relación con la determinación del rango de respuestas igualmente legítimas a la pregunta inicial de la ética: ¿cómo, en principio, bien podemos vivir? Y, por otro, la valoración de las negociaciones entre identidades o formas de vida hasta cierto punto incompatibles, en vistas a la construcción de entendimientos reales que orienten la convivencia humana.
Según el Ensayo 9, el autor entiende la obra de Berlin en términos de una filosofía con historia, o una concepción histórica de la filosofía en la tradición analítica. Para este último, el propósito de la filosofía es siempre el mismo: “ayudar a los seres humanos a actuar a plena luz y no de manera salvaje en la oscuridad”. La concepción histórica de Berlin forma parte del rango abierto, pero acotado de concepciones filosóficas elaboradas por la segunda generación de analíticos. No compartió la concepción cientificista de la filosofía, pero sí “un entendimiento del rigor argumentativo que la filosofía analítica heredó de su íntima y temprana relación con la nueva lógica”, así como la precisión del compromiso intelectual, asociada al positivismo lógico.
La consideración de la dimensión política de la filosofía, en la concepción argumentativa de la filosofía o pluralismo metafilosófico multidimensional de Orellana Benado, deriva de la concepción histórica de Berlin. Pues, de acuerdo con su lectura, para éste, “el significado cabal de un pensamiento filosófico solo se revela al ubicar sus contenidos en su contexto histórico y social”. De ahí que Berlin entienda la filosofía como “un dominio de prácticas humanas: un campo de polémica entre individuos reales y concretos; que han nacido en circunstancias únicas e irrepetibles; que tienen identidades, lealtades, pertenencias e intereses históricos específicos”, tras los cuales se libra la pugna entre distintas formas de vida, las cuales, a su vez, reciben el impacto de otros ámbitos de la actividad humana.
Por otra parte, Strawson fue el primero de los maestros de Orellana Benado en la Universidad de Oxford, y es el autor de la Introducción de la presente obra. En su homenaje póstumo, el Ensayo 13, aquél lo sitúa en un contexto intelectual más amplio, a saber, la reflexión filosófica acerca de la ciencia, destacando su contribución a la Escuela de Oxford o filosofía del lenguaje cotidiano. La concepción cotidianista de la filosofía de Strawson es presentada como la principal rival de la concepción cientificista o positivista en la tradición analítica, pues, según la primera: “El lenguaje humano es un conjunto de formas de acción de diversas que carecen de una lógica exacta”. Y su horizonte principal es la valoración filosófica de la diversidad humana, uno de los ejes de la concepción argumentativa de la filosofía o pluralismo metafilosófico multidimensional.
5. Naturaleza humana y autoconocimiento
El concepto formal de naturaleza humana y la necesidad de autoconocimiento constituyen el corazón de las reflexiones metafilosóficas que Orellana Benado ha plasmado en éstos y otros ensayos. Refiriéndose al fracaso del positivismo lógico, caracteriza a esta concepción filosófica como el último intento, en Occidente, por demostrar que la capacidad de adquirir conocimiento es la esencia de lo humano. Sobre esta base el positivismo lógico elaboró una visión global y unificada de lo humano y su mundo cuya motivación, según él, habría sido la necesidad humana de autoconocimiento. Pero su principal objeción es que, contrariamente, aquélla restringe el entendimiento de lo humano. En efecto, situar la capacidad de obtener conocimiento del mundo natural en el centro de la explicación de lo humano y su mundo, tiene un impacto distorsionador sobre la ética; esto es, la teoría acerca del tipo de cosa que son los seres humanos, y de la naturaleza que comparten. No obstante, una explicación completa acerca de la forma en que los seres humanos llegan a adquirir conocimiento, debe incluir el conocimiento científico del mundo natural.
En este contexto, el autor propone considerar elementos de una filosofía del humor, a fin de elucidar qué revela acerca de lo humano y su mundo su capacidad de reír, distinguiendo dos dimensiones relacionadas con los conceptos de igualdad y diversidad: el humor negro y el humor prejuiciado. Estas reflexiones, incluidas en el Ensayo 7, remiten a sus elaboraciones iniciales, en busca de una ampliación del entendimiento de lo humano, desarrolladas en su tesis doctoral.
El concepto de naturaleza humana es el más abstracto y, tal vez, el más difícil de elucidar en la obra de Orellana Benado, como lo demuestra la Postdata 2011, que agrega al Ensayo 1, en que dicho concepto es presentado en una anterior versión. A dicho concepto, el autor contrapone el de identidad humana, presentándolos conjuntamente en los siguientes términos: “el concepto de naturaleza humana que se invoca tiene un carácter puro y formal, mientras que el concepto de identidad humana es sustantivo e histórico (…)”. Tal distinción es descrita como metafísica, pues se refiere a cómo, en último término, son las cosas. Si bien el concepto formal de naturaleza humana es a-histórico y a-cultural, permite, precisamente en razón de esto, “tener derecho a hablar de todos los distintos seres humanos que han existido en las distintas épocas y culturas, de los que hoy existen y de los que existirán en el futuro”. Mientras que el concepto de identidad humana expresa la “perspectiva más concreta posible de la naturaleza humana”. Por lo tanto, no es el concepto de naturaleza humana el que varía, sino su entendimiento. Ésta es una de las distinciones en que se apoya la respuesta del pluralismo a la pregunta inicial de la ética: ¿cómo, en principio, debe vivirse la vida humana?, situada en el horizonte de la necesidad de autoconocimiento, “la más humana de las necesidades teóricas”.
En la Postdata 2011, el autor aclara su definición del concepto de naturaleza humana. Éste se refiere al entendimiento filosófico de lo humano, a los seres humanos en sentido filosófico, y es “la presuposición discursiva de todas las demás formas de hablar acerca de lo humano”. Sin embargo, la construcción del entendimiento puro y formal de lo humano, se realiza a partir de los entendimientos reales y concretos. Por lo tanto:
Existen entendimientos o maneras de hablar acerca de lo humano que son peculiares a diversos dominios de prácticas específicos (…). Pero existen también entendimientos o maneras de hablar de lo humano que son más abstractos, y cuyo horizonte es el entendimiento puro y formal de la naturaleza humana; esto es, la posibilidad de hablar acerca de los seres que son humanos en sentido filosófico.
Esto permite, por ejemplo, responder la pregunta acerca de la humanidad de seres que no son humanos en sentido biológico, como la criatura presentada en la novela Frankenstein (1818), de Mary Shelley, o los seres que aparecen en películas como Blade Runner (1982), de Ridley Scott. Y permite a Orellana Benado suponer la posibilidad del surgimiento de un homo digitalis en el futuro.
Por otra parte, el concepto formal de naturaleza humana, puede también ser considerado como la base de la doctrina de los Derechos Humanos. Según el autor, los sangrientos conflictos políticos constituyen un aspecto de la pugna valorativa entre distintas concepciones o entendimientos de lo humano. En el Ensayo 2 propone desarrollar un debate en torno a la pregunta por una ética de Estado, y sostiene que “interpretar y expandir en términos pluralistas la doctrina de los derechos humanos sería una manera, tal vez la mejor manera” de construirla. En el Ensayo 5 vuelve sobre el concepto de filosofía entendido como la “aventura del autoconocimiento humano”, en el contexto de sus “reflexiones meta-monoteístas sobre diversidad y humanidad”, y su defensa del entendimiento judío del concepto de paz (shalom) o completud. En el Ensayo 10 aborda la “concepción psicoanalítica de lo humano” de Freud (1856-1939), quien “amplió el repertorio de entendimientos de lo humano que estuvieron disponibles a partir del amanecer del siglo XXI”. En el Ensayo 6 se refiere a la bioética, y a asuntos desarrollados en su campo, como la pregunta por el comienzo y el término de la vida humana, en relación con situaciones nuevas, como el trasplante de órganos, la muerte cerebral y el aborto, las cuales implican una modificación del entendimiento de lo humano vigente antes del surgimiento de estos problemas. Aquí el autor vuelve a abordar el concepto formal de naturaleza humana frente al entendimiento biológico de lo humano.
6. Postpositivismo y paz argumentativa
La más relevante contribución de Orellana Benado a la tradición analítica de la filosofía, a saber, la concepción argumentativa de la filosofía y sus ampliaciones posteriores, forma parte del “campo de argumentación, especulación y formulación de teorías” llamado filosofía de la filosofía o metafilosofía. Este último término alcanzó una amplia difusión gracias a Richard Rorty.[6] En el Ensayo 11, el autor resume su concepción así:
Este peculiar entendimiento de la filosofía, desarrollado en la tradición analítica en las postrimerías del siglo XX, sostiene que la disciplina comprende un conjunto estable de campos de argumentación racional, distintos pero conexos, cuyos temas incluyen cuáles sean la naturaleza última de la realidad, las fuentes y el alcance del conocimiento humano, así como también la amplitud del rango de maneras por igual legítimas de vivir una vida humana floreciente, en la metáfora aristotélica.
En el Ensayo 1, describe la actividad filosófica en los siguientes términos:
La filosofía consiste en una exploración racional del límite entre el sentido y el sinsentido, entre lo que se puede y lo que no se puede expresar. En filosofía, los argumentos más poderosos son los que iluminan y conectan conjuntos en apariencia disjuntos de intuiciones; que inventan, imponen o descubren patrones de orden cada vez más abstractos en la investigación de la naturaleza humana.
Para Orellana Benado, la búsqueda de la verdad consiste, en principio, en el intento de delimitar el rango abierto pero acotado de respuestas a preguntas igualmente legítimas. La pugna por dicha delimitación, así como qué temas sean dignos de reflexión filosófica, son aspectos del eterno conflicto entre distintas formas de vida o identidades humanas, las cuales compiten y cooperan, buscando imponerse unas a otras. Pero, en último término, la búsqueda de la verdad es un incesante y creciente proceso de autoconocimiento y elucidación, en términos cada vez más abstractos, de la naturaleza humana, concepto que posee una relevancia epistemológica, ética y metafísica.
Según el autor, el propósito y la obligación de la teoría es hacer inteligible la realidad, nunca copiarla. Su trabajo se expresa a través de una escritura muy depurada, concentrada en sus elementos mínimos y esenciales, pulcra, sobria, carente de adornos, y completamente alejada de la pirotecnia intelectualoide o la erudición vacía. Esta forma de escribir le permite exponer sus teorías con claridad y rigurosidad conceptual y argumentativa, que es una de las herencias del positivismo lógico valoradas por él. Dicho estilo, aparentemente sencillo, hizo que, en el pasado, una reseña periodística confundiera su Pluralismo. Una ética del siglo XXI con un “manual”, en sentido peyorativo.[7] Pero llegar a escribir en esa forma, es el resultado de un extenso y silencioso proceso de formalización y purificación conceptual.
El devenir de dicho proceso se muestra, además, a través de sus discusiones con otras concepciones pertenecientes a la tradición analítica de la filosofía. Éstas se encuentran, incluso, en su ensayo más antiguo, el Ensayo 12, cuya primera elaboración se remonta a 1981, en que discute con Alexander y Mackie, acerca de una tesis de Locke (1632-1704). También se muestra a través de sus preguntas filosóficas y, por último, a través la proposición de una serie de distinciones, en orden a ampliar el entendimiento de determinados conceptos generales. Por ejemplo, entre diferentes tipos de argumentos; entre motivación e itinerario argumentativo; entre los puntos en que debe comenzar la aclaración de un concepto, y aquéllos en que debe terminar; entre naturaleza humana e identidades humanas; entre ética, moral y mundo moral; entre vivir como valores y tratar como valores; entre concepto puro y formal, y concepto sustantivo e histórico.
En su búsqueda de una ampliación del entendimiento del concepto de naturaleza humana, Orellana Benado reconoce una relevancia filosófica, o potencial filosófico, en actividades o dominios de prácticas diferentes de la filosofía. En el marco de su formulación del concepto de tradición filosófica, y de su discusión con la concepción cientificista, expuesta en el Ensayo 3, expresa lo siguiente:
¿Por qué creer que, de todas las manifestaciones de lo humano, solo la lógica, la matemática y la ciencia experimental, al contrario del arte, el comercio, la política, el derecho y la religión por nombrar otras, pudieran tener potencial filosófico? Filósofos entre sí tan diferentes como Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Descartes y Kant rechazan esa posición. Pero si la argumentación racional es (…) un rasgo distintivo de la filosofía, tampoco correspondería negar la importancia de la nueva lógica para la filosofía.
Estas consideraciones forman parte de la dimensión política de la filosofía, que el autor describe, primero, en términos de la competencia, alianzas y rivalidades en la lucha por el poder, entre individuos que comparten una misma concepción filosófica, y con quienes no la comparten. Y, segundo, en referencia a las relaciones que una institución filosófica tiene con dominios de prácticas como el arte, la ciencia, la literatura y la economía, entre otros, en los cuales también se da una encarnizada lucha por el poder.
El reconocimiento del peso real de esta dimensión, como un elemento constitutivo de las tradiciones filosóficas –y también religiosas–, tal vez sea uno de los más relevantes aportes de Orellana Benado a la ampliación del entendimiento del concepto de filosofía. Pues se hace cargo de las condiciones concretas, históricas, sociales y culturales, bajo las cuales se forman los individuos y las comunidades.
Pero también es uno de los más problemáticos. Pues, por un lado, la lucha por el poder aparece aquí como un elemento estructural y estructurante de la historia de la humanidad, y de los entendimientos de lo humano. Y, por otro, es, también históricamente, el núcleo que concentra la máxima violencia y barbarie, más allá de todo límite y del peso de la memoria. En su fase de máxima polarización, la lucha por el poder, así como la tensión entre alianzas y rivalidades, dan lugar al todos contra uno, estructura característica del llamado mecanismo del chivo expiatorio, conceptos formulados por René Girard (1923), en el marco de sus estudios acerca de la violencia colectiva y sacrificial.[8]
Algunos de los problemas que se desprenden, a partir de esta constatación, son los siguientes: ¿puede ser racional la lucha por el poder? ¿Es la lucha por el poder compatible con el respeto por la diversidad humana, y con el “refinamiento de la sensibilidad valorativa”, imprescindible en orden a “reconocer, detrás de una identidad humana distinta de la propia, la naturaleza humana que con ella se comparte”? ¿Cómo podría relacionarse con el Principio de Caridad, de Davidson, que sólo se interesa en lo que se dice, a la luz de la argumentación racional, y no quién lo dice, y que moral y lógicamente obliga a enfrentar cualquier otra posición en su versión más fuerte? ¿Son equivalentes la lucha por el poder y la búsqueda de la verdad? ¿Es el encuentro de la verdad el principal objetivo de quienes luchan por el poder? ¿Es la obtención y acumulación de poder el principal objetivo de quienes buscan la verdad? ¿Es la lucha por el poder un destino inevitable, en cualquiera de sus ámbitos y manifestaciones? ¿Puede el ser humano liberarse de él? ¿Querrá liberarse de él? ¿Qué cabe a la bondad, el amor y la inocencia, en medio de esa lucha?
Por un lado, la lucha por el poder es el aspecto menos desarrollado en la concepción argumentativa de la filosofía, y pareciera ser uno de sus límites. Pero, por otro lado, ésta pareciera constituir un esfuerzo teórico por aproximarse a aquélla, en orden a ampliar el entendimiento que la supone intrínseca a la naturaleza humana.
Ahora bien, en la concepción argumentativa de la filosofía o pluralismo metafilosófico multidimensional, el concepto puro y formal de naturaleza humana es el más abstracto de todos. Es el presupuesto filosófico que permite desarrollar y hacer inteligible cualquier entendimiento de lo humano. Pareciera ser una forma vacía. Sin embargo, este vacío no significa que el concepto de naturaleza humana carezca de contenido. Más bien, ello da cuenta del carácter no conclusivo e insondable de la búsqueda de la verdad, como lo muestra, precisamente, la diversidad de entendimientos de lo humano existentes.
Pero la búsqueda de la verdad supone otras difíciles exigencias, además de disponer de recursos lingüísticos y haber podido desarrollar funciones cognitivas superiores. Y éstas son, entre otras: sentido moral, capacidad de conciencia, y voluntad de lucha contra el negacionismo, en cualquiera de sus versiones y variantes, que impide enfrentar el peso de la realidad y su acción traumática. Pues, como correctamente enseñan los grandes trágicos, la verdad también puede conducir a la muerte. Pese a esto, la verdad y el autoconocimiento debieran ser siempre preferibles a cualquier forma de simulacro, seducción, escapismo, falsedad, traición, envilecimiento y alienación. Pero esto supone un esfuerzo de formación y educación para el ejercicio de una vida interior resistente.
Pudiera, tal vez, objetarse al autor lo que en su obra aparece como un excesivo optimismo respecto del futuro, y una excesiva centralidad en lo humano, que no condicen con los horrores del “siglo terrible”, como lo llama Berlin, su maestro. Sin embargo, en su obra existe un elemento que hace inteligible esta posición que, también, pudiera ser reconocida como una esperanza en lo humano. Ese elemento es el entendimiento judío del concepto de paz (shalom) o completud, extraído del ámbito religioso, que apunta a una conciliación de opuestos, como logro del principio armonizador que es el único Dios, creador de la diversidad, según la interpretación de Orellana Benado del Génesis.
El autor transpone dicho concepto al ámbito filosófico. Así, la completud o paz argumentativa abarcaría también el conflicto entre las distintas identidades humanas. El concepto puro y formal de naturaleza humana tiene por meta y horizonte esa completud o paz argumentativa, entendida como conjunción de opuestos. Pero este último concepto pudiera considerarse aún más amplio que aquél, pues se encuentra no sólo en la cultura judía originaria, sino también en la antigüedad clásica, el llamado pensamiento premoderno, el pensamiento clásico chino y varias culturas indígenas, entre otros ámbitos. Las distintas imágenes de la conjunción de opuestos, presentes en la historia de la cultura, constituyen variantes referidas a una misma forma arquetípica, el sí-mismo, en términos de Carl Gustav Jung (1875-1961), para quien los arquetipos constituyen, precisamente, la humanidad del ser humano. Esta apertura a una meta espiritual y realización de lo humano, a través del entendimiento judío del concepto de paz como conjunción de opuestos, pudiera ser parte del proceso de maduración del autor, del que la presente obra y su publicación dan cuenta.
Cuando Orellana Benado elaboró la primera versión de su Pluralismo. Una ética del siglo XXI, a comienzos de la década de 1990, los acontecimientos coincidentes con el inicio de la llamada “transición a la democracia”, fueron interpretados por él como una “crisis de madurez” y un “doloroso pero revitalizador proceso de autoconocimiento, desmitificación y reencuentro”, del cual dependía el florecimiento de Chile en el siglo XXI. A la luz de su concepción argumentativa de la filosofía y demás consideraciones metafilosóficas, es posible constatar el real peso de esta esperanza. Pero también el real peso de la trágica pérdida, destrucción y envilecimiento de Chile, en el curso de las dos décadas siguientes.
En una entrevista concedida a fines de 1994, al extinto diario La Época –una de las tantas víctimas de la Concertación de Partidos por la Democracia y su pinochetismo con rostro humano–, el autor hizo las siguientes observaciones, por un lado, acerca de un aspecto institucional de la filosofía en Chile y, por otro, acerca del país. En relación con lo primero:
Me llamaba mucho la atención por ejemplo que acá, en la reuniones filosóficas, uno terminaba de exponer y lo que venía era una sucesión de felicitaciones y ninguna crítica, cuando criticar la ideas, ver dónde puede haber huecos, malas inferencias, conclusiones no avaladas, ayuda a la persona que ha mostrado su investigación.
Y, en relación con lo segundo:
(…) Chile ha sido una especie de condominio de posiciones universalistas, en el cual conviven distintos grupos de fanáticos y eso explica nuestra historia tan violenta y nuestra manera de ser. La nuestra es una sociedad de maltrato mutuo, nos maltratamos todos los días unos a otros, derivamos placer del maltrato del prójimo y tal vez, incluso, un cierto placer de ser objeto de maltrato, porque demuestra que “la vida es amarga”, “las cosas son así”, que “el pago de Chile” y que “qué meritorios somos de resistir pese a tanto dolor”.[9]
Pues bien, poco o nada ha cambiado desde entonces. La sociedad de maltrato mutuo, a la que se refiere el autor, la falta de honestidad crítica, la pereza intelectual, la trivialización del lenguaje, la traición autocomplaciente y sonriente, y las manipulaciones ladinas del dolor, que encubren tanto una falsa fortaleza, como el fin de los sentimientos y la incapacidad de conciencia, están consolidadas en Chile. Han cristalizado desde dentro. Y, sobre la base de la constatación de esta miseria espiritual y moral, sólo cabe entrever su hundimiento en una última oscuridad, en el curso y la deriva de los próximos años.
Ciertamente, aquélla era una crisis de madurez, pero la criatura no creció. Quedó sumida en un proceso que no fue de realización de sus potencialidades, sino un aborto diferido y prolongado. No tenía estatura moral, ni capacidad de enfrentar los duros hechos de la realidad. Pues no tenía alma. En su lugar, continuaba habitando el Huevo de la Serpiente, que en su interior contenía el reptil ya maduro de esta ruina de la conciencia de Chile, la cual ha venido manifestándose, por ejemplo, a través de sistemáticas y planificadas extinciones de formas de vida consideradas inútiles e improductivas por la depredación instalada.
Por eso, Prójimos lejanos. Ensayos de filosofía en la tradición analítica debía ser publicado ahora, y no antes. Ahora, que las humanidades, la reflexión crítica, el rigor argumentativo, la creación de conceptos y la búsqueda de la verdad, son más necesarios que nunca, frente a la ignorancia y estupidez institucionalizadas, la destrucción de las universidades por el mercado académico, la destrucción de la educación por el modelo neoliberal –que se basa en una o más concepciones filosóficas–, el cataclismo antropológico asociado a la consolidación de la sociedad de consumo en Chile y el lumpenfascismo, entre otras lacras y formas de muerte, encubiertas como formas de vida.[10]
Pues la concepción argumentativa de la filosofía se vuelve hacia el pasado, y la mirada retrospectiva, que es la condición mínima para hablar de una tradición filosófica, es también la de la filosofía entendida como autoconocimiento humano. Como el búho de Minerva, que emprende su vuelo al atardecer, tal vez, en busca de un horizonte de completud, realización y conjunción de opuestos, en otras dimensiones de lo humano y del espíritu, aún ininteligibles pero, no por ello, menos reales.
Valparaíso, noviembre 2011-febrero 2012.
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Parte de este trabajo fue leída, con ocasión de la presentación de Prójimos lejanos. Ensayos de filosofía en la tradición analítica, de M. E. Orellana Benado, realizada el jueves 26 de enero de 2012 en el marco del programa “Diálogos con el conocimiento” de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Chile, en el auditorio Price Waterhouse de la Facultad de Economía y Negocios. Participaron, además, junto al autor, Francisco Pereira, Patricio Tapia, y Patricio López en calidad de moderador.
NOTAS
[1] Entrevista de Carlos Aldunate B. a M. E. Orellana Benado. La Época, domingo 11 de diciembre de 1994.
[2] M. E. Orellana Benado, “Tradiciones y concepciones en filosofía”, en Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, vol. Nº 31. Trotta, Madrid, 2010. “Metaphilosophical pluralism and paraconsistency: from orientative to multi-level pluralism” (2000), en coautoría con Andrés Bobenrieth y Carlos Verdugo. En http: // www.bu.edu / wcp / Papers / Meth / MethBena.htm. Presentado en el 20th World Congress of Philosophy.
[3] Lo que el autor llama distinción tripartita entre preguntas formales, empíricas y humanas, basada en Berlin, de acuerdo con el Ensayo 9, aparecerá en trabajos posteriores –no incluidos en Prójimos lejanos– como una distinción entre maneras de entender el lenguaje que son formales, empíricas y humanas.
[4] Roger Scruton, Filosofía moderna: una introducción sinóptica. Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1999.
[5] Francisco Bilbao: el autor y la obra. José Alberto Bravo de Goyeneche, editor. Preámbulo metodológico, “Francisco Bilbao y la Revolución de 1810”, de M. E. Orellana Benado. Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2007. No incluido en Prójimos lejanos.
[6] M. E. Orellana Benado, “Tradiciones y concepciones en filosofía”, op. cit., p. 49.
[7] M. E. Orellana Benado, Pluralismo. Una ética del siglo XXI. Editorial de la Universidad de Santiago de Chile, 1994.
[8] Lucy Oporto Valencia, “El homicidio fundador y la transición a la democracia en Chile: René Girard y el mecanismo del chivo expiatorio”, en M. E. Orellana Benado (compilador), Causas perdidas. Ensayos de filosofía jurídica, política y moral. Catalonia, Santiago de Chile, 2010.
[9] Entrevista de Carlos Aldunate B. a M. E. Orellana Benado. Op. cit.
[10] Lucy Oporto Valencia, “La maduración de la serpiente. El Quiltro, el movimiento estudiantil y la putrefacción de Chile”, en Cisma, Revista del Centro Telúrico de Investigaciones Teóricas (CTIT), Nº 1, segundo semestre 2011. Tema: “El movimiento estudiantil en Chile”. Octubre 2011. Revista electrónica: http://www.cisma.ctit.cl/ y http://www.ctit.cl/