Filósofa, de izquierda o más bien "allendista", como se define, autora de varios libros, escribió un ensayo sobre el 18 de octubre de 2019 que poco a poco se fue haciendo de culto en algunos círculos: Lumpenconsumismo, saqueadores y escorias varias: tener, poseer, destruir, una mirada dura y descarnada al estallido. Dos años después, asegura que "Chile no ha despertado ni cambiado".
Aparece caminando por un costado de la plaza Aníbal Pinto: pelo corto, anteojos ópticos y abrigo negro. Lucy Oporto Valencia, nacida en 1966 en Viña del Mar. Seguramente para muchos su nombre dice poco. Licenciada en filosofía, "sin rastro en redes sociales" —como la presentan en una de las pocas entrevistas que ha dado—, autora de Una arqueología del alma. Ciencia, metafísica y religión en Carl Gustav Jung, El Diablo en la música. La muerte del amor en El gavilán, de Violeta Parra, y Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo, entre otros. Pero fue su ensayo Lumpenconsumismo, saqueadores y escorias varias: tener, poseer, destruir el que la convirtió en figura de culto fuera de sus círculos habituales. Fue escrito entre el 27 de octubre y el 17 de noviembre de 2019 y publicado en la red, en pleno estallido social
—Lo que me perturbaba más es que nadie hablara de esto —dice hoy, refiriéndose a la violencia o la destrucción que veía—. Estuve escuchando las noticias de la radio Bío Bío durante varias noches y días seguidos, tomando notas. Entonces, decidí escribir ese ensayo, en que incluí el concepto de "lumpenconsumismo", que fue una derivación del concepto de "lumpenfascismo" propuesto en Los perros andan sueltos.
—¿Este ensayo tuvo mucha más repercusión que los anteriores trabajos suyos?
—Así parece. A mí me impresionó eso. No estoy en las redes sociales, pero me escribieron algunas personas o mi correo. Incluso escribió Franco Berardi, quien había publicado un artículo en El Mostrador discutiendo con ese ensayo. No estamos de acuerdo en casi nada. Y yo no le aporté nada. Pero él a a mí sí. Me pareció un hombre educado. Además, me escribió personalmente, enviándome su artículo en defensa de toda aquella victimización horrorosa, el que respondí tiempo después.
El ensayo de Lucy Oporto comienza así: "Con ocasión de la crisis social y barbarie en curso en Chile —también llamada 'estallido social' 'movimiento social' 'insurreción' 'sublevación' 'despertar'— ha venido dándose un extraño fenómeno: una incapacidad transversal, entre representantes de visiones alternativas y progresistas en amplio sentido, de aceptar el peso de la realidad de gravísimos hechos específicos ocurridos desde su inicio. Esto es, la destrucción sistemática de infraestructura pública y privada, empezando por el sabotaje y destrucción del metro de Santiago (...)".
En otro párrafo: “'Chile despertó' y 'Chile cambió' se han convertido en eslóganes populacheros y oportunistas. Pero Chile no ha despertado, ni ha cambiado. Lo acontecido el 18 de octubre de 2019, con la destrucción concertada y coordinada de varias estaciones del metro de Santiago, fue el punto de arranque de una crisis social largamente preparada desde las sombras: una incubación de contenidos y procesos inconscientes que, finalmente, han brotado a la luz en toda su obscenidad e impudicia latentes durante décadas, si no durante siglos".
La pluma de Oporto sonó fuerte y a contracorriente. “Lo material no importa; total, se recupera” es otro eslogan populachero y oportunista, (...) que pretende expresar un aparente desapego de lo material. Pero se trata de otra impostura, que busca encubrir el entreguismo de la sociedad chilena al hedonismo de la sociedad de consumo, impulsado por la Concertación de Partidos por la Democracia, uno de cuyos orgullos declarados ha sido, precisamente, la llamada democratización del consumo.
Lucy Oporto es critica de los últimos 30 años, tanto como de Michelle Bachelet y del régimen militar. Para ella, el "estallido" tiene un lazo con la dictadura que es un pecado no purgado y, como una tragedia griega, vuelve.
—Alguien capitalizó la crisis de Chile, que no empezó en 2019. Estaba incubándose desde mucho antes. Lo imprevisible era cómo se iba a dar en los hechos, pero para mi eran muy perturbadores signos de disolución anteriores, como el cataclismo de 2010, el megaincendio en Valparaíso, ese otro megaincendio en el sur, en 2017.
—En su ensayo también describe lo que ocurrió en Valparaíso críticamente. Usted votó por Jorge Sharp. ¿Volvió a darle su voto en las últimas elecciones?
—La primera vez voté por Sharp. O era Sharp o continuaba Castro. No voté en las últimas elecciones. Y creo que ya no voy a votar más después de todo lo que he visto, porque mi vida en este país no vale nada. Y no haré méritos especiales para que valga, porque una humillación así no corresponde.
—¿Por qué?
—Siempre me he sentido más o menos ajena a esa dimensión, cómo llamarla, colectiva. En este país de hordas, barras bravas e intereses corporativos, el sentido de pertenencia determina la identidad personal, sin más. Y eso no va conmigo. Cuando empezaron los eventos de octubre de 2019, inmediatamente guardé una distancia. Nunca he creído en ese movimiento, hasta ahora.
—¿Ni en la marcha del millón de personas, nada de eso?
—No. Esa turba me daba miedo, pero también me inspiraba sospecha.
—Dice que no le interesa lo colectivo, pero se considera una persona de izquierda...
—Si, pero con reservas respecto de los movimientos de masas. Más bien mi admiración siempre fue por Salvador Allende.
—Más allendista que izquierdista se podría decir.
—Yo también lo diría así. Allende fue un hombre interiormente fuerte, perseverante en su motivación política unida a una genuina preocupación por la gente más desposeída. Además, tengo siempre presente una experiencia mía de la infancia, relacionada con él.
Dice que fue el día después del Golpe de 1973, a sus siete años, cuando oyó horrorizada por la radio que el Presidente Allende se había suicidado. "No crecí en una familia de izquierda ni allendista, sino en una familia que era progolpe. Bueno, el vecindario entero era progolpe, y siempre escuché hablar mal de él. Pero cuando escuché esa noticia fue un escándalo para mí. Tratando ahora de rememorar mi mente de niña, era inconcebible para mí que un Presidente se suicidara. Y ahora, a la luz de las teorías de Jung, pienso que allí irradió un arquetipo. Algo así como: "Horror, ha muerto nuestro rey, nuestro soberano, nuestro padre. Ahora nos quedaremos solos y huérfanos". Y así fue. A los 15 años recién volví a conectarme con estos temas.
—Se habla mucho como causa de lo que ha pasado de que no hay comunidad, que se rompió ese tejido intermedio, y que la gente buscó reencontrarse.
—Sí, pero yo nunca creí en lo segundo. No creo en esas fraternidades de última hora.
—¿Sintió cierto optimismo al ver en la Convención Constitucional representada a gente muy diversa, que nunca habría estado sentada en alguna mesa?
—No. Yo no voté para ese plebiscito, porque la alternativa tenía dos opciones dilemáticas: el Apruebo o el Rechazo. El Rechazo implicaba continuar con la Constitución de 1980, que tiene un origen barbárico. Pero si votaba Apruebo, no sabía a lo que iba. Por eso, no voté. Y no dejo de preguntarme si, más allá de la Convención Constitucional, es superable el origen barbárico de la Constitución de 1980. Y esa pregunta no la puedo responder.
—Pero usted ha dicho que esta Convención Constitucional también tiene un origen barbárico, que es una prolongación de la violencia de 2019.
—Así es. Unos se amparan en el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, que surgió a partir de una reforma constitucional. O sea que sigue dependiendo de la Constitución de 1980. Pero, además, surgió tras la violencia barbárica de octubre, ante el temor de que el Gobierno fuese derrocado. No pocos validan esa extorsión, pero yo no, porque es una práctica barbárica y lumpenesca
—Usted habla de "descomposición". ¿Inscribe lo que pasó con Rojas Vade en eso, o le parece menos trascendente?
—La situación que se dio ahí es impresentable, junto con el episodio de las firmas fraudulentas de Ancalao. No son hechos banales ni anecdóticos. Claramente continúa la descomposición, esta pendiente a la barbarie. Pero hay algo excesivo, obsceno y esperpéntico en ellos. Uno sabe que ha habido corrupción institucional, pero aquí hay otra cosa que no alcanzo a ver. Hubo una planificación, y esperar tanto tiempo para revelar esa mentira es inaceptable. Además, he observado las actitudes elusivas de Elisa Loncon respecto de este y otros casos. Me pareció escandaloso que le preguntaran por el terrorífico caso de torturas en Collipulli, y ella respondiera algo así como: "La guerra la hacen los hombres, las mujeres construimos la paz", como infantilizando a la audiencia, cuando hubo mujeres involucradas en la ejecución misma de esas torturas. Me impresiona que, siendo lingüista, sea incapaz de responder directamente las preguntas que se le formulan. Es un rasgo muy chileno.
—¿Comparte el punto de que en el estallido está presente la falta de educación de calidad, los jóvenes con títulos que no sirven y toda la frustración que provoca eso?
—Esa realidad existe, no la desconozco, pero no puedo apoyar toda esa violencia, ni pretender que eso es una manifestación de dignidad, no, porque el término dignidad, del latín dignitas, entre otras cosas significa mérito, belleza y magnificencia. Entonces no puedo exigir dignidad destruyendo la dignidad de otros, los espacios.
La madre terrible
—En su ensayo señala que ya había signos de un proceso de descomposición y disolución social ''cada vez más virulento y siniestro, acelerado sobre todo a partir de los gobiernos de Michelle Bachelet". ¿Por qué?
—Bachelet ganó debido al imperio del arquetipo de la madre en Chile, en su vertiente maligna. No se trata de la madre nutricia, cuyo amor permite crecer a su hijo, sino de la madre terrible, conforme a las figuras arquetípicas recogidas por Jung: la madre que devora al hijo. Por ejemplo, en el mito del dragón-ballena o de Jonás en el vientre de la ballena.
—¿Y esa madre terrible que hace con Chile?
—Le impide crecer, quedando en un marasmo, detenido.
Absorbe toda su energía. Esto podría relacionarse con la condición de este país, habitado mayoritariamente por madres solas. Padres auténticos, significativos, con autoridad espiritual, es decir, dignos de una sincera veneración, amor y respeto, hay muy pocos en Chile. El escándalo relativo a las pensiones por alimentos así lo muestra. Sospecho que los cafiches y proxenetas son engendros asociados al arquetipo de la madre terrible: explotan mujeres porque dependen absolutamente de ellas, como de una madre, pero, al mismo tiempo, las odian hasta la abyección y la muerte, tal vez porque secretamente saben que han quedado atrapados en ese abismo, incapaces ya de transformarse. Por lo demás, el tema de la decisión acerca de la maternidad no se discute a fondo, salvo en círculos feministas, y me parece bien que se haga.
—Usted no quiso tenerlos, ¿por qué?
—Esa decisión la tomé cuando era adolescente, permaneciendo en el tiempo. Entre otros, por motivos políticos: no estaba dispuesta a sacrificar hijos a la Patria, ni al progreso de la Nación, ni a la reproducción de mano de obra barata, ni a la revolución. Ni a la dictadura ni a la postdictadura. En último término, mi obligación capital era hacerme cargo de mi misma, y eso era suficiente.
—Dos años después, ¿ha cambiado su percepción del estallido?
—En lo esencial, no. Pero han ido surgiendo nuevas consideraciones. Nunca he pensado que lo ocurrido en octubre de 2019 haya sido un "estallido", ya que este término supone una especie de espontaneidad carnavalesca y cortoplacista. Debió ser una planificación profesional. En lo concreto, al menos como en la quema del Metro. Pero su racionalidad instrumental no contradice que sea parte de un proceso inconsciente de vasto alcance, aunque difícil de elucidar. Cuando aparece el término "estallido" en mis textos, lo estoy citando y no usando. Aún no sé bien cómo llamar a lo ocurrido. A dos años, solo percibo el avance triunfante del narcotráfico, y me pregunto si el objetivo de esa planificación no habrá sido radicalizar las condiciones disolventes para su segura instalación ya sin contrapeso y oposición en ningún nivel.
—¿Está pensando en otro ensayo de este tipo?
—Tengo otro libro en preparación. Pero, en el futuro, no sé. Antes me preguntabas cómo surgían mis ideas. Eso depende de una necesidad interior. Yo lo describiría asi: hay un momento en que se acumula cierta fuerza que ha venido incubándose internamente. Entonces, surge la necesidad de darle una forma inteligible. Me asusta esta pendiente a la barbarie; la escalada de la violencia en el sur; en el norte, con la crisis migratoria, y el avance del "narcofascismo", que para mi es la encarnación del mal absoluto, la aniquilación final de lo humano con su abominable psicopatía de masas, el imperio totalitario de la abyección y la ruina, la apoteosis de la sociedad de consumo.
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LUCY OPORTO:
"Me asusta esta pendiente a la barbarie"
Por Paula Coddou B.
Publicado en Revista Sábado, de El Mercurio. 2 de octubre de 2021