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CUERPO DE VIOLETA PARRA CON ROSTRO DE JOVINO NOVOA: UN ENGENDRO
DEL PROGRESISMO CONSUMISTA
Lucy Oporto Valencia
oportolucy@gmail.com
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(…) Yo soy una fuerza del Pasado.
Sólo en la tradición está mi amor.
Pier Paolo Pasolini, “Poesías mundanas” (1962)
La edición de The Clinic del 14 de mayo de 2015, presenta en su portada una imagen siniestra. Aparece la fotografía para la carátula del disco Las últimas composiciones de Violeta Parra, que muestra a su autora de medio perfil. Pero, en lugar de su rostro, figura el del oscurísimo y siempre ganador Jovino Novoa. Ex senador y ex presidente de la UDI, actualmente es investigado por su facilitación de boletas ideológicamente falsas emitidas a los operadores del grupo Penta –procesados por fraude tributario−, con el fin de financiar las campañas políticas de su partido.
Abajo, sobre la fotografía mutilada, se lee: “Canta la Voleta. Gracias al IVA, que me ha dado tanto”. El nombre propio “Violeta” es sustituido por “Voleta”. Y el sustantivo común “vida”, por “IVA” (“Impuesto al Valor Agregado”).
Las últimas composiciones de Violeta Parra, intitulado así por su propia autora, apareció en enero de 1967. Fue el último, en vida de ella. Poco después, se suicidó. Tras el golpe de Estado de 1973, el sello IRT usurpó la cinta master. En 1998, fue reeditado por Warner Music Chile, en soporte CD.
“Gracias a la vida”, incluida en este disco, es la más célebre de sus composiciones. Pero también la más manoseada de todas. Tal vez, debido a la mezquina necesidad colectiva de negar el brutal contraste entre la alta concepción de la vida plasmada en ella, y el posterior suicidio de su autora. Trivializada y convertida en lugar común, despojada de su irradiación más profunda, pocos han sido los intérpretes a la altura de su fuerza y significación. Entre ellos están Mercedes Sosa y Cecilia, con una versión arreglada por Valentín Trujillo.
“Gracias a la vida” es la despedida de Violeta. En esta pieza, expone su itinerario fundamental como creadora, desde una mirada retrospectiva. Es una preparación para la muerte, pero misteriosamente abierta y proyectada al futuro. “Gracias a la vida” es una canción acerca de la creación, entendida como proceso de conocimiento y ampliación de la conciencia, iluminada por la experiencia del amor y el dolor. Violeta plasma aquí el despertar de su percepción y diferenciación, la constitución de su pensamiento, el camino de su inteligencia como creadora e investigadora, y la maduración de sus sentimientos profundos, decantados en su obra como experiencia del alma y experiencia de mundo. Dicho recorrido pone de manifiesto sus nexos con el inconsciente colectivo chileno. Ésta es, en último término, una composición acerca de la reunión del amor y la inteligencia, como fundamento de una vida noble, elevada y consciente.
¿Y qué hace The Clinic con Violeta? La lincha, la sacrifica. Pero, antes, ultraja su identidad profunda, su conciencia, su vida, y se burla de su alta concepción de la vida.
Primero, The Clinic usurpa el ser mismo de Violeta, al sustituir su rostro por el hipócrita rostro de Novoa, representante no sólo de la extrema derecha y la dictadura, sino también de una forma de vida transversalmente asimilada, en que el poder, el dinero y su incremento constante, irracional y sin límites, a través de la depredación, la destrucción, la lumpenización y su producto, el lumpenfascismo, constituyen su único horizonte. Y legitima su degradación, al manipular esta usurpación de identidad, como si se tratase de un juego divertido e inocuo.
Segundo, la transición del nombre propio “Violeta” al híbrido “Voleta” –entre nombre propio y sustantivo común−, desemboca en el sustantivo común “boleta”, cuya invisibilidad, en la composición de la portada de The Clinic, encubre y fortalece, al mismo tiempo, la despersonalización de Violeta, su devenir cosa disponible y entregada a cualesquiera fuerzas aniquiladoras que quisieran actuar sobre ella a discreción y a mansalva.
El nombre propio de Violeta, que representa su identidad personal y humana, acaba siendo sustituido por el nombre que designa el cuerpo de un delito; esto es, las boletas ideológicamente falsas facilitadas por Novoa, vinculadas al fraude tributario imputado a los operadores de Penta. Así, Violeta es reducida a una sórdida y artera entidad delictual, vacía y mentirosa. Un simulacro. Una imagen sin alma.
Tercero, la vida invocada por Violeta corresponde no sólo a su vida particular e individual, sino que también remite a su alta concepción de la vida, plasmada en el conjunto de su obra, pero, sobre todo, en “Gracias a la vida”. La base de su proceso de conocimiento es su relación con una tradición cultural y de sabiduría ya en proceso de extinción en su época, de cuyo fondo pervivían, y perviven aún, destellos ocultos en sitios lejanos, intersticios y fronteras poco visibles. Su esfuerzo por rescatarla y devolverle su irradiación amplificó tanto su conciencia como la de los elementos que constituyen dicha tradición, haciéndola revivir de otro modo. Esta revitalización se muestra, por ejemplo, a través del movimiento llamado de la Nueva Canción Chilena, entre cuyos referentes e influencias están Violeta y su obra.
¿Y qué hace The Clinic? Reafirma y legitima el poder de esa forma de vida vacía representada por Novoa, transversalmente asimilada por un pueblo convertido en una horda de consumidores voraces. Al sustituir “vida” por “IVA”, “Impuesto al Valor Agregado”, celebra el triunfo de la sociedad de consumo. Pues el IVA es el principal impuesto al consumo en Chile. Grava tanto la venta de bienes corporales muebles e inmuebles como los servicios que se presten o utilicen, conforme a la ley. Además, este impuesto se aplica al fisco –esto es, el conjunto de haberes, bienes y rentas pertenecientes al Estado− y a las importaciones.
Este desplazamiento implica, por un lado, la reducción de la vida misma al consumismo, del vivir al consumir, de los vivientes a consumidores y consumidos, sin más. Y, por otro, la reducción del entendimiento de la vida, según Violeta, a un entendimiento de la vida pervertido de raíz, basado exclusivamente en el poder del dinero, cuya imagen es el destino de las boletas ideológicamente falsas. En efecto, la vida noble pensada por Violeta, basada en la integración del amor y la inteligencia, en la potenciación de la sensibilidad, la búsqueda del conocimiento y la ampliación de la conciencia, en la justicia, la verdad, la solidaridad y la generosidad, es reducida aquí al objeto de un despojo: el IVA implicado en ese fraude, como si se tratase de un botín de guerra saqueado por una rapiña mafiosa.
Así se burla The Clinic de Violeta, de su vida, su obra y sus esfuerzos por defender una cultura y una sabiduría, de cuyos valores este periódico carece. Actúa como Los Huasos Quincheros, en la última edición del programa de televisión A esta hora se improvisa, transmitido por Canal 13 UC. En esa ocasión, este conjunto presentó una versión satírica de “El patito chiquito” que celebraba el golpe de Estado y se burlaba de los caídos, entre risas y carcajadas. The Clinic actúa con esa misma indolencia de seres sin alma, pero ahora desde una cínica ambigüedad, que encubre sus imposturas de transgresión, sus provocaciones efectistas, su progresismo banal, su abajismo condescendiente e interesado, y su absoluta vulgaridad intelectual. Obtiene renta, explotando el vacío de un pueblo corrompido, carente de cultura, lumpenizado y secretamente ávido de ser como los operadores de Penta, de disfrutar de su mismo derecho a la impunidad, conforme a la educación recibida, funcional a la alienación consumista. En la última entrevista ofrecida por Pier Paolo Pasolini, horas antes de ser asesinado, el 1 de noviembre de 1975, describió dicha educación en los siguientes términos: “tener, poseer, destruir”.
¿O es que The Clinic decidió usar a Violeta para enviar un mensaje provocativo y divertido al gremialismo, a la UDI, a la derecha? ¿Tal vez al PC, o a lo que queda de la izquierda? ¿Acaso esta portada fue pensada como traducción de la cínica fórmula de Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, a quien The Clinic dedicó una edición especial hace tiempo, con ocasión de uno de sus tantos aniversarios? Y, en cualquiera de estos casos, ¿por qué ultrajar a Violeta post mortem?
Como sea, desde su estética abajista, The Clinic envilece a Violeta y lo que ella significa. Pervierte su legado. Mancilla, incluso, su propia muerte con esta carnicería, esta decapitación inaceptable, burda, servil, disolvente. Al identificar a Violeta y su obra con Novoa, las boletas ideológicamente falsas y el fraude tributario de Penta, la convierten en moneda de cambio, en objeto de consumo disponible para el abuso. La entregan a los representantes de sus enemigos históricos: los poderes responsables no sólo de la miseria, la ignorancia y las masacres en época de Violeta, y del golpe de Estado de 1973, sino también de la destrucción y la ruina moral de Chile desde dentro, durante la postdictadura, a través de la Concertación de Partidos por la Democracia y la Nueva Mayoría. Violan su conciencia –el rostro, la cabeza−, y la convierten en una traidora identificada con sus enemigos, reforzando así la identificación de vastos sectores de la población chilena con el poder representado por los operadores de Penta y sus privilegios.
Mientras tanto, Bachelet se hunde en su propio abismo, que coincide con el abismo de Chile. Va a la deriva. Niega. Está desconectada de la realidad. Habla poco. Sus perros lo hacen por ella, incapaces, asimismo, de enfrentar el peso de la realidad, de este Chile que se hunde en la madre maligna y se disuelve en los elementos de la naturaleza.
El 21 de mayo, mientras Bachelet emitía su alegre cuenta pública, un joven fue derribado por el chorro de un carro lanza agua, permaneciendo hasta la fecha internado en el hospital Carlos van Buren de Valparaíso. El 14 de mayo, día de la aparición de la edición comentada de The Clinic, dos jóvenes murieron, víctimas de homicidio, en un confuso incidente, durante otra protesta en Valparaíso. Contrariamente a lo esperado, el imputado del crimen ha resultado ser otro joven.
Estos hechos violentos son episodios fragmentarios y estertóreos de la disolución de Chile. Existe un horizonte común, subyacente a crímenes distantes y disímiles, como el confuso asesinato de los dos jóvenes durante aquella protesta, el feroz asesinato de Zamudio, y el cruento infanticidio ritual de la secta de Collihuai, cuyo líder se suicidó, mientras intentaba escapar. Estos crímenes no pueden ser nivelados. Pero están unidos por un mismo fenómeno, de mucho más vasto alcance: la autodestrucción de la juventud chilena, una práctica normalizada en los sectores marginales de la sociedad. Esa condena a la autodestrucción supura ahora, se hace patente, a través de estos casos atravesados por alguna forma de locura colectiva difícil de precisar: inconcebibles, desbordantes, indiferenciadores, cruentos y terribles.
Así se hace patente el único destino reservado a la juventud por la Concertación de Partidos por la Democracia y la Nueva Mayoría, en cuanto extensiones pervertidas de la derecha. Pues ese destino final, como un subterráneo sacrificio cruento, es el envés de su complaciente fomento de la sociedad de consumo, en vistas al progreso de la nación, unido a su consagración de la impunidad, y a su desidia e inconsciencia ante la destrucción de los sistemas públicos de educación y salud, y la disolución progresiva del Estado de derecho.
El mismo 21 de mayo, Bachelet anunció la conmemoración oficial del centenario del nacimiento de Violeta Parra. Con ocasión de su nonagésimo aniversario, su imagen fue potenciada, sobre todo, como nicho de mercado para la industria cultural, despojada de su irradiación espiritual, crítica y política más radical y auténtica, degradada como producto ofrecido a la masa juvenil de consumidores. Es probable que esta direccionalidad se exaspere, con ocasión de la conmemoración de su centenario, debido a la virulencia de la crisis política y moral en curso, la cual aún no toca fondo, y cuyo destino es, por ahora, incierto.
¿Y qué hará The Clinic, en el marco de dicha conmemoración oficial? ¿Dedicará una edición especial a su escarnio de Violeta? ¿La envilecerá con una insidia aún más enconada, para entretener a una masa conformista, acomodaticia y adicta a las redes sociales como plataformas de linchamiento? ¿La presentará sacrificada y desnaturalizada como ofrenda a la turba vociferante y su lengua del infierno, que The Clinic se place en imitar? ¿Recurrirá a testimonios de terceros, inmunes a la crítica, acerca de la Violeta “real”, esto es: caricaturizada, sin historia, sin alma ni sentimientos, convertida en prostituta, desaseada, miserable, y reducida a la condición de “cuerpo” y objeto siempre disponible para la hedonista voluntad de matar? ¿Entrevistará a algún oportunista insidioso, retórico y autorreferente, dispuesto a usarla como trofeo post mortem, para sentirse ganador? ¿Recurrirá, con el fin de justificarse, a la manoseada expresión de Violeta –en respuesta a Madeleine Brumagne, quien la entrevistó en Suiza, en 1964− según la cual, frente a los distintos soportes de su obra, ella hubiese optado por quedarse “con la gente”?
El progresismo de The Clinic, que afirma la libertad de expresión, denuncia a los poderosos y se identifica con las clases subalternas, “firme junto al pueblo”, encubre una voluntad de envilecimiento regresiva y destructora de la cultura. Esta última es entendida aquí en su sentido más profundo, como desarrollo y plasmación de una capacidad de conciencia para leer la realidad e interpretarla desde distintos ángulos, creando símbolos que constituyan su huella e historia.
Por un lado, esta nueva carnicería, que usa a Violeta –su imagen, su nombre, su obra− como objeto de entretención y escarnio, que la entrega para ser devorada tanto por los poderosos como por sus cómplices e imitadores entre dichas clases subalternas, en cualquier nivel, es una demostración más del carácter nivelador, espurio y entrópico del progresismo de The Clinic. Por otro, revela un odio profundo tanto a la capacidad de conciencia como a la posibilidad de su despliegue al margen del control y el determinismo social. Pero, sobre todo, ostenta sin pudor un desprecio vil de patrones de fundo, grupos económicos, operadores políticos, sicarios y linchadores, por Violeta y su espíritu radical en defensa de una tradición de conocimiento fundamental para la cultura chilena.
En “Balada de las madres” (1964), Pasolini se dirige a los escritores “conformistas y barrocos”, que entregan sus artículos a “redactores vendidos a cualquier compromiso”, preguntándose por sus madres, a las cuales describe así: “Madres feroces, que os dijeron: / ¡Sobrevivid! ¡Pensad en vosotros! / ¡No sintáis jamás piedad o respeto / por nadie, guardad en el pecho / vuestra integridad de buitres!” Esta imagen infernal sintetiza cabalmente el espíritu inmundo del neoliberalismo y su consumismo hedonista de masas, entendido como placenta, madre universal envolvente, abismo, disolución, marasmo y oscuro estado de inconsciencia, que vocifera la defensa estridente de libertades espurias, simulacros de transgresión y de marginalidad.
Pues, en último término, ¿qué separa a The Clinic del siniestro poder que pretende denunciar?
Una vida reducida al poder del dinero, y a la autodestrucción como destino ineluctable. Una enfermedad moral terminal, pero interminable, cuyo triunfo The Clinic celebra cínicamente, utilizando a Violeta como medio para esta ignominia. Una vida que no merece ser vivida, ni amada, ni defendida. Ésta es la fuerza aniquiladora subyacente a la monstruosa imagen del cuerpo de Violeta Parra con rostro de Jovino Novoa, como engendro último del progresismo consumista y sus impostadas danzas sobre el abismo.
Valparaíso, 29 de mayo - 8 de junio de 2015
Lucy Oporto Valencia (Viña del Mar, 1966). Autora de El Diablo en la música. La muerte del amor en El gavilán, de Violeta Parra(USACH, 2013), y “El sonido, el amor y la muerte. Violeta Parra y la Nueva Canción Chilena”, en Palimpsestos sonoros. Reflexiones sobre la Nueva Canción Chilena (Eileen Karmy y Martín Farías, eds., Ceibo, 2014), entre otros ensayos.