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Jung en la encrucijada
Lucy Oporto Valencia, Una arqueología del alma. Ciencia, metafísica y religión en Carl Gustav Jung.
Universidad de Santiago de Chile Ed., 2012. 544 páginas


Por Enrique Galán Santamaría
Madrid, agosto 2013

 

 



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La producción teórica sobre Jung y la psicología analítica publicada originalmente en nuestro idioma entra en la categoría del milagro. Y cuando tan improbable suceso ocurre, el alma se alborota de alegría y el espíritu alza la ceja para ver más lejos. Sólo por eso, la mera publicación de este libro tiene un efecto saludable, tranquilizador incluso en este mundo actual tan intranquilo como cínico.

El minucioso trabajo de Oporto puede parecer a simple vista una disección intelectual de la obra de Jung. Con el pulso firme del cirujano la autora va diferenciando los distintos elementos, sistemas y subsistemas que componen el corpus junguiano, sin que eso afecte a su vitalidad, que no deja de latir a lo largo del texto. Por otra parte, armada de una perspectiva filosófica, su lectura de Jung privilegia los aspectos epistemológicos, atendiendo en este caso al espíritu junguiano, de tan saludable inspiración, como demuestra la capacidad para escribir este voluminoso libro.

Pero el núcleo del libro es el alma. La reivindicación del alma que Jung enarboló en la época tan trágica como estimulante que le tocó vivir es la misma  en Lucy Oporto, que confía a los poetas de hoy su legado ante el lacerante espectáculo político del cinismo y la crueldad, como se nos recuerda en la Introducción general y en los oportunos apéndices.

La estructura de este libro, claramente nacido del entusiasmo y su estimulante esfuerzo autodidacta, consta de una introducción general, cinco partes,  conclusiones finales y 3 apéndices en 44 capítulos. Los títulos de esas cinco partes troncales se titulan: (1) Arquetipo, (2) Estructura de la psique, (3) Fenomenología psíquica, (4) Discurso científico de Jung  y (5) Ciencia, metafísica y religión en Jung, lo que revela de entrada que se trata de un texto sobre los fundamentos conceptuales de la obra junguiana.  

Una buena selección de citas de Jung le permite a la autora desplegar sus capacidades analíticas y pedagógicas, añadiendo los suficientes elementos contextuales, sobre todo filosóficos, para calibrar la propuesta junguiana dentro del despliegue del espíritu occidental, que tanto ayudó a desentrañar el psiquiatra suizo. La autora destaca su papel heroico en la encrucijada entre ciencia, metafísica y religión, que él es capaz de articular dirigiendo siempre su dedo no a sí mismo, sino a esa realidad del alma que él afirma indesmayable en un mundo desalmado.

Lucy Oporto concibe su libro como un “arma de guerra” contra “la miseria espiritual, la violencia y la barbarie instaladas”, alimentadas por una “industria del envilecimiento”. Así, frente al “vacío del alma” ella ofrece su “trabajo filosófico” en defensa del “mundo de los símbolos y la imaginación” y a favor de la consolidación de la “dimensión política de la vida interior”. Empieza así su tarea denunciando los frecuentes errores cometidos en la divulgación de la obra de Jung —parcelación, intelectualismo, teoricismo— y las aireadas mentiras sobre su biografía —traidor de Freud, nazi, profeta—, errores que no sólo revelan un conocimiento insuficiente sino muchas veces un interés destructivo. Es el caso del conocido libro de R. Noll, empecinado en mostrar a un “Jung lumpenizado, un delincuente” a base de intentar reducir “su pensamiento a consideraciones exclusivamente personales y mundanas”. En contraposición, Oporto Valencia nos señala la relevancia filosófica de Jung, que no duda en hacerse preguntas radicales sobre lo real (signo de su pertenencia a la tradición metafísica occidental), tomarse en serio al alma y su naturaleza religiosa (de ahí su misticismo) y señalar las insuficiencias de la concepción positivista de las ciencias (ofreciendo una “epistemología amplificada” que cuenta con un sujeto inconsciente del conocimiento, el sí-mismo).

Sinopsis del libro

Entendiendo que la obra de Jung es un “proceso abierto” y que “la complejidad del discurso de Jung, permanentemente desbordado por consideraciones metafísicas y religiosas, impide tanto una formulación unívoca y definitiva del mismo, como un cómodo encasillamiento del autor”, la autora realiza una cuidadosa investigación de la evolución de sus conceptos, que clasifica en básicos (arquetipo, inconsciente colectivo), derivados (consciencia, psique, alma, libido, símbolo, individuación, sí-mismo) y metodológicos (método prospectivo-sintético, fenomenología, experiencia, verdad psíquica, valor afectivo). Denomina a esa investigación “arqueología”, una “elucidación, comprensión, integración y devenir consciente de los archai del inconsciente” a lo largo del proceso de individuación, entendido como un “recorrido introspectivo por los niveles de esa condensación” de experiencias humanas que conforman lo inconsciente colectivo.

En la primera parte, referida al arquetipo, la autora pasa revista a la constitución del concepto y su evolución terminológica y dimensional en la obra junguiana,  sus antecedentes históricos de base platónica y la relación que guarda con el instinto, la consciencia, el espíritu y la sincronicidad, atendiendo a su carácter numinoso y la componente filogenética, hasta delimitar la noción formal de “arquetipo en sí”, más postulado metafísico que hipótesis científica, según Oporto.

Sobre ese fundamento, la segunda parte, dedicada a la estructura de la psique, empieza tratando la problemática de lo inconsciente como “desconocido psíquico”, en su amplitud ilimitada desde lo psicoide (irrepresentable) al símbolo (“expresión de lo inexpresable, visión de lo invisible”). Se ocupa a continuación de la consciencia y la constitución histórica de la noción de ‘yo’, y de las relaciones entre consciencia  e inconsciente, antes de extenderse sobre los conceptos de psique, alma, libido, símbolo, proceso de individuación y sí-mismo. Presenta así ese junguiano “marco teórico basado exclusivamente en una fenomenología de los procesos psíquicos [… para] aprehender los insondables abismos de lo desconocido psíquico”, concluyendo que “su investigación y el proceso que la constituye, aceptando el riesgo del retroceso, la deriva y aun el fracaso, son cabalmente fruto de una inteligencia que ve dentro de las cosas sin destruirlas, contrariamente a lo que ocurre en el caso de la conciencia unilateral”, esa barbarie contemporánea.

La tercera parte, relativa a la fenomenología psíquica tal como la entiende Jung, se extiende sobre la concepción junguiana de la alquimia, allegando datos históricos relevantes sobre la alquimia china y la occidental. Estudia en esta última sus componentes moral, científica y psicológica, subrayando el aspecto procesual, con sus fases (nigredo, albedo, citrinitas y rubedo) y su esperada meta, el célebre lapis philosophorum, una más entre las seiscientas denominaciones usadas en los escritos alquímicos. La identificación de la piedra filosofal con Cristo introduce el problema del mal. La autora nos recuerda que “basándose en el estudio de la alquimia, Jung concluye que el inconsciente es un proceso”, y que “la relevancia epistemológica de la concepción alquímica [… es] su valoración de la imaginación”.

Tras esta visión general de la temática junguiana desgranada en más de trescientas páginas, Lucy Oporto se ocupa en la cuarta parte del discurso científico de Jung. Parte de la hipótesis central, la “realidad del alma”, asociada a la idea de una “preformación del alma” y a la necesaria “ecuación personal” de todo conocimiento, y la autora presenta a Jung en oposición al positivismo reinante, de Comte al Círculo de Viena, bien guarnecido por la filosofía crítica kantiana y el pragmatismo de James, pero fundamentado en la temática propia del gnosticismo que busca el conocimiento de sí mediante la “experiencia del alma”.

Son numerosas las referencias epistemológicas en la obra de Jung. La autora habla de una “cuádruple relevancia epistemológica” que puede delimitarse en ella, al (1) criticar Jung el divorcio entre ciencia, metafísica y religión según la perspectiva positivista, (2) atender a las condiciones psicológicas del conocimiento científico (la ecuación personal), (3) mostrar los límites del conocimiento científico basado en la idea de causalidad (sincronicidad) y (4) privilegiar el conocimiento de sí que permite tener noticia de la psique objetiva (el sí-mismo como sujeto de conocimiento). Con ello, Jung propone un método científico fenomenológico y experiencial donde ocupa un lugar primordial el aspecto sentimental consciente del individuo, que vehicula el valor de la experiencia concreta, privilegiada sobre la teoría. Así, “hay pues una filosofía de la ciencia implícita en la obra de Jung, expresada a través de una constante crítica a su actividad científica y su actitud psíquica. De ahí, la primacía del proceso por sobre el producto”.  Esto determina su noción de psicología, necesariamente pluralista, relativa y tentativa, pues toda acción cognitiva de la consciencia sobre lo inconsciente modifica a ambos. Por ello el “radical inconformismo” de Jung, “el carácter inacabado e inacabable de su investigación” para la conformación de una “psicología con alma”.

La quinta parte expone la tesis sobre la articulación en forma de complexio oppositorum que establece Jung entre ciencia, metafísica y religión, aunque “el pensamiento y la acción de Jung [van] más allá de la ciencia, la metafísica y la religión”. La autora reivindica al Jung perteneciente a la tradición metafísica por los temas que acoge (ser y devenir, uno y múltiple, opuestos en lucha y conjunción…) y al Jung místico (experiencia del alma, búsqueda de la unidad…) expresadas en el estilo de un Jung científico que se acerca a lo misterioso a través de la reflexión sobre los presupuestos de cualquier conocimiento y de la fantasía creadora, evitando así todo dogmatismo. En palabras de la autora, “Amor e inteligencia […] sintetizan el ideal de unidad de Jung”.  

En su Conclusión general, Lucy Oporto Valencia desgrana en 21 puntos las tesis que constituyen la columna vertebral de su estudio, “que pretende ser una defensa del alma, de su realidad, consistencia y necesidad, contra un mundo sin alma. [… Una] legitimación del anhelo de un lugar interior.”

Un mundo desalmado. La autora sabe de lo que habla. No sólo en lo relativo al propio discurso de Jung en su momento histórico, como testigo privilegiado de las transformaciones culturales en Occidente a partir de la crisis de las certidumbres en tantos campos (ciencias, artes, humanidades, política, religiones) con la que nace el siglo XX.  La risueña Belle époque que alumbró tantos cambios morales fue segada por aquella Gran Guerra que décadas después se conocería como I Guerra Mundial. Tras el horror que reconfiguró el mundo europeo y sus colonias, la reacción social dio lugar a esa fulgurante “época de entreguerras” que sería cancelada con el ascenso de los totalitarismos y la II Guerra Mundial. Con siete veces más millones de muertos que en la guerra mundial anterior, y con el añadido de ese espanto genocida antijudío conocido como Holocausto y del Armagedón antioriental sobre Hiroshima y Nagasaki, a partir de 1945 surgió un nuevo mundo, dividido entre dos esferas de influencia política que marcaron con presiones económicas y conflictos armados la vida de los pueblos y naciones no europeas. Lo que aparentemente iba a ser un mundo de naciones soberanas que dejaban atrás el colonialismo, se materializó en un juego cruel de injerencia política y económica, un imperialismo orgulloso de su nombre. Los muchos muertos dejados a su paso tienen algo que decirnos.

Miles de esos muertos, en gran parte desaparecidos, son chilenos, como la autora, que no puede dejar de recordar “el golpe de Estado de 1973 que da inicio a una interminable etapa epigonal y agónica del alma chilena”. A sangre y fuego, de modo cruel, ignominioso, criminal y espantable fue aplicado en Chile el modelo económico de los Chicago Boys, que desde los años 80 (Thatcher y Reagan), y sobre todo tras la caída en 1991 de eso que se llamó comunismo  —ya en los años 20 W. Reich lo definió como “fascismo rojo”—, se ha enseñoreado de la economía mundial bajo el epíteto “neoliberalismo”, que poco tiene de liberalismo (liberalidad y protección de la libertad) y de nuevo, pues se trata del mismo imperialismo destructivo de siempre con el nombre de globalización.

Iniciada la segunda década del siglo XXI, el resultado está a la vista, con aumentos apocalípticos de la degradación ambiental, la corrupción política, la desigualdad económica, la anomización social y la superficialidad moral que necesariamente las acompaña. Es la “extinción del símbolo”, la “barbarie, asociada a la unilateralidad de la conciencia”,  como no deja de señalar la autora, alarmada ante cómo “la adaptación exterior, en las últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI […implica una] sujeción unilateral y recalcitrante a un tiempo que se acelera y un espacio que se atomiza […] de modo progresivo y vertiginoso. La conciencia queda así reducida a un presente triturado, radicalmente finito, intrascendente, sin memoria, ni sentido. Esto impide toda adaptación  interior. […] El conocimiento de sí es imposible bajo tales circunstancias”. En esa inconsciencia medra el mal.

Lucy Oporto se dirige a sus conciudadanos, esas “generaciones dañadas durante la dictadura y la postdictadura”, y escribe “en medio de la ruina moral y espiritual de Chile, de la progresiva muerte de los significados que orienta el espíritu de esta época, en medio de esta precipitada extinción simbólica, [… con] la apoteosis neoliberal de la sociedad de consumo, su oprobio y sus lacras”.  Este libro es su aportación contra “la expansión del sórdido espíritu de la era del neoliberalismo, y la legitimación de su ideología y sus pseudovalores”. La autora intenta rescatar “un país que ya no existe, degenerado en un simulacro de sí mismo, al servicio de los intereses económicos de unos pocos”. Lo ejemplifica en su escrito dirigido a los organizadores del V Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana (2009), un “evento organizado en función del mercado turístico”, con precios que suponen un sueldo mensual medio, y en el que la autora percibe el ataque neoliberal contra la Universidad Pública desde las Universidades privadas, dominadas por una derecha política que quiere hacer de Jung su “botín de guerra”. Así, desde Valparaíso, “la ciudad sin alma, la ciudad maldita, cuna de golpes de Estado, […], la ciudad que se incendia, patrimonio de ruina”, Lucy Oporto Valencia no sólo lanza un grito de protesta y desesperación, sino que ofrece un sesudo estudio sobre la obra de quien puso a punto una psicología con alma que ha ido bastante más allá de su hercúlea tarea.

Comentarios generales

Confiesa la autora que este libro no es sino “una primera lectura en profundidad de una parte” de la obra de Jung, orientada a la “ampliación de la mirada en el campo filosófico”. Al delimitar así su tema a la articulación que consigue Jung entre ciencia, metafísica y religión se apoya en una serie de escritos suyos de carácter más teórico, esto es, generales y abstractos. No entran en consideración, por lo tanto, sus indagaciones más clínicas, nucleadas alrededor del análisis onírico e icónico en el contexto del proceso de individuación personal. Por la misma razón, tampoco sitúa a Jung dentro de la historia de la psicoterapia, aunque sí señala que “la finalidad de la psicoterapia consiste para él en educar al hombre para la autonomía de su ser y para la libertad moral”.

Al ceñirse casi exclusivamente al idioma español y a los textos de Jung, deja fuera de su documentación la abundante literatura junguiana que contextúa histórica y conceptualmente su obra y proporciona datos de extremo interés para lo tratado en su libro. Esto no resta valor a la contextualización filosófica y relevancia epistemológica de Jung, que es lo que pretende y consigue.

Por el prólogo, fechado en junio 2012, sabemos que este libro cobró forma entre 1998 y 2001. Que lo digitalizó en 2006 y compuso la edición definitiva entre 2010 y 2012. La autora deja caer alguna noticia sobre los sinsabores personales en este largo tiempo. La documentación estrictamente junguiana de la autora se reduce así a lo publicado en nuestro idioma antes de 1998. Significativamente, será a partir de 1999 cuando la Editorial Trotta, de Madrid, empieza a publicar  la Obra completa de Jung, como se da cumplida noticia en este libro. En 2001 estaban disponibles los volúmenes 1, 4, 10 y 15, además de Encuentros con Jung. El volumen de interés para su temática epistemológica es el 8, publicado en 2004. Y el fundamental Mysterium coniunctionis, el 14, ve la luz en 2002. A la altura de 2012 estaban publicados los volúmenes 1, 4, 7, 8, 9/1, 9/2, 10, 11, 12, 14, 15, 16, 17, 18/1 y 18/2. Ignoro, pero presumo, las circunstancias por las que la autora no ha utilizado esta fuente, sabiendo que prácticamente el precio de un ejemplar de  cualquiera de estos volúmenes puede superar al del alquiler mensual de un apartamento santiaguino. 

El resultado es que el texto se apoya en traducciones de Jung con un vocabulario técnico no homologado (‘sí-mismo’ y ‘se’, por ejemplo), diferentes estilos literarios del traductor y errores de bulto y no tan de bulto. Para los intereses personales de Oporto, de carácter filosófico, quien rastrea además en la modificación de los términos conceptuales junguianos, le hubiera venido bien basarse en la traducción de la OC, lo más fiel posible al original alemán, donde no se habla de ‘complejos afectivos’ sino de ‘complejos sentimentalmente acentuados’, ni se usa ‘psicoidéo’ sino ‘psicoide’, tampoco “el” sino “lo” inconsciente, entre otros ejemplos. Tampoco puede la autora aprovecharse entonces de la útil notación de citas que permite la OC, con sus párrafos numerados.

Más allá de estos aspectos formales, no haber hecho uso en su investigación de Mysterium coniunctionis le ha privado de una visión más profunda del proceso de individuación en terminología alquímica y de algunas de las propuestas epistemológicas de Jung que hubieran sido de su interés. Como ejemplo flagrante, hay en su libro una desatención al concepto de Unus mundus, cardinal en la teoría del conocimiento junguiana y el máximo de su metafísica. Igualmente, la lectura de El libro rojo, publicado en español por El hilo de Ariadna Ed. (2010) le habría permitido un tratamiento más pormenorizado de la articulación de ciencia, metafísica y religión en Jung.

Otro aspecto incómodo que quisiera señalar de este libro —para mí muy estimulante, grato, interesante, novedoso en el ámbito junguiano en español, sólido y veraz, y primer paso de muchas otras investigaciones—, es una cierta repetición alimentada por el didactismo. Dado que el vibrante texto mantiene su brío en una temática tan abstracta como la referida al conocimiento, no creo necesario recordar reiteradamente aquí y allá las tesis centrales ni sobrecargar con preliminares y conclusiones cada apartado, pues bastan las abundantes autorreferencias a pie de página. Me temo que al intentar dejar las cosas claras, la autora inunda al lector, dificultando la lectura de su texto.

Colijo que Lucy Oporto, desde ese Valparaíso “patrimonio de  ruina” ha querido demostrar con un autodidactismo radical qué se puede hacer con las ruinas. Ella demuestra que es mucho. Y desde luego, necesario. Desde la más rabiosa actualidad, contra esa “espiritualidad degradada, hedonista e irresponsable del capitalismo avanzado” denominada Nueva Era, que disuelve a Jung en un imaginario sueño heroico que justifica la resignación política y la banalidad intelectual. En una visión menos presentista, es fundamental, como la autora dice de Jung, ese “interés por tender un puente entre la conciencia moderna y su pasado”. Es decir, el mundo de los innumerables muertos que nos precedieron.

En suma, creo que el esfuerzo que supone la elaboración de este valiente ensayo ha valido la pena. No sólo para su autora, que lo ha “concebido no como una gestión más, fútil, intrascendente […] en vistas a la rentabilidad personal”, sino como una profundización en el papel espiritual de Jung, enfrentado a la hybris de la consciencia unilateral, instrumental y tecnológica, de hoy; también para todo aquel que esté interesado en los fundamentos de la psicología analítica. Esa psicología compleja que frente a la psicología académica que justifica el statu quo o la pseudopsicología dominante en la banalidad de la autoayuda, busca el fortalecimiento del individuo a través de la confrontación con la propia sombra, donde late esa luz de la naturaleza que alienta la imaginación verdadera, la obra del alma.

 

 

 

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Enrique Galán Santamaría es psicoanalista. Impulsor de la psicología analítica en español. Miembro fundador de la Sociedad Española de Psicología Analítica (1987), de la que fue Secretario y Presidente en distintos momentos, hasta su abandono en 1998. Miembro fundador y primer Presidente de la Fundación Carl Gustav Jung de España (1993), y editor de los volúmenes de la Obra completa de C. G. Jung (Madrid, Trotta Ed., 1999 s.), durante el periodo 1996-2006. Actual Vicepresidente de la Fundación.
 



 

 


 

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