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EN BUSCA DE LA RAÍCES DE LA CONCIENCIA:
LOLA HOFFMANN EN TIEMPOS DE OSCURIDAD

Presentación de Una aventura radical. El camino de Lola Hoffmann, de Juan Cristóbal Villalobos.
Ediciones Universidad Diego Portales (UDP), Santiago de Chile, 2023

Lucy Oporto Valencia
oportolucy@gmail.com


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Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están
llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin
descanso día y noche: “Santo, Santo, Santo, Señor Dios
Todo poderoso
, ‘Aquel que era, que es y que va a venir’”.

Ap 4, 8


Consideraciones preliminares

Ante el avance de la lumpenización, la barbarie y el crimen organizado, cuyas prácticas son comparables, en más de un sentido, con las carnicerías perpetradas por los órganos de la dictadura militar civil en Chile, la publicación de la presente obra pudiera ser manifestación y huella de una necesidad interna de compensación psíquica latente o en formación, aunque difusa e indeterminada. Y, al mismo tiempo, una advertencia acerca de la peligrosidad de ese impulso ciego, unilateral y aniquilador, subyacente a este Chile que se pierde a sí mismo en una última oscuridad. De ahí que una obra como ésta, cuyo autor reconstruye y rememora arduos caminos y búsquedas imposibles, sea una aproximación a una forma de recuperación del espíritu perdido: un tenue destello de un misterio, en su realidad y raíz desconocidas.

Una aventura radical. El camino de Lola Hoffmann, investigación periodística de Juan Cristóbal Villalobos (1972), aborda la vida y obra de la Dra. Lola Hoffmann, poniendo de relieve el contexto histórico, cultural y espiritual de su despliegue, desde sus intuiciones iniciales, hasta su madurez y cumplimiento. El autor no sólo aborda esta biografía desde la propia voz de su protagonista. Además, presenta un fresco de la vida cultural, científica y artística en Chile, durante las décadas de 1950 y 1960, especialmente, plenas de creatividad, interés por el conocimiento, y búsquedas espirituales y estéticas, que cristalizaron en iniciativas pioneras, tanto en la historia de la medicina y la psiquiatría como en la ciencia y el arte chilenos, en general. El horizonte de dichos esfuerzos era una ampliación de un autoconocimiento de lo humano. Entre tales iniciativas, estuvieron los trabajos de Ignacio Matte Blanco (1908-1995), Franz Hoffmann (1902-1981), Tótila Albert (1892-1967) y, desde luego, Lola Hoffmann.

Villalobos la presenta en diálogo y confrontación con su tiempo, desde su infancia en Letonia, hasta su adultez y muerte en Chile. Incluso visitó aquellos lugares en que ella había vivido: Riga, Friburgo, Berlín, enriqueciendo así sus impresiones acerca de su “aventura radical”. Tal es el título de su ensayo, referido tanto a los conflictos de Lola con el espíritu de su época, marcado por las dos guerras mundiales, como a su decisión de iniciar nuevos rumbos, conforme al devenir de su proceso espiritual, en un aprendizaje permanente, y más allá de cualquier condicionamiento u obstáculo, incluido el ineluctable avance de su edad.

Esta presentación se enfoca tanto en su recepción de la obra del médico, psiquiatra e investigador suizo C. G. Jung (1875-1961), capital en su formación, como en la relevancia y actualización de la herencia de Lola, ante la radicalización de la crisis por la que atraviesa Chile.

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Helena Jacoby de Hoffmann, conocida como Lola Hoffmann, nació en 1904, en Riga, Letonia, Imperio Ruso, y falleció en Santiago de Chile, en 1988, a los 84 años de edad. Su familia pertenecía a la burguesía letona, de origen alemán, con raíces luteranas y judías. No obstante, en su infancia conoció el terror y la hambruna, causados por las invasiones rusa y alemana.

A los 15 años comenzó a vivir sola, en Friburgo, Alemania, donde decidió permanecer, luego de que sus padres retornaran a Riga, tras el término de la Primera Guerra Mundial.

En 1924, a los 20 años, ingresó a estudiar medicina en la Universidad de Friburgo. Durante la República de Weimar, hubo una activa vida cultural y una intensa discusión política. Pero Lola “estaba más atenta a su propio despertar y ávida por absorber los estímulos intelectuales y artísticos, que a tomar un compromiso político”.[1]

En 1931, se casó con el médico chileno Franz Hoffmann. Dado que él debía volver a Chile, tras el término de su beca, Lola abandonó su vida anterior, para instalarse en este país, donde aprendió español. Pero sólo recién en 1945 consiguió convalidar su título de médico cirujano: “Fue un día muy importante para mí, me sentí más dueña de mí misma”.[2]


Jung y la crisis espiritual de Lola

En cuanto a los inicios de su desarrollo espiritual, su temprana lectura de la biografía de Hellen Keller (1880-1968) dejó una impronta latente en ella, abierta al futuro:

Es muy interesante comprobar que la conciencia y el alma están ahí esperando ser estimulados. Ni siquiera son necesarios todos los sentidos. Con esa niña intuí algo muy emparejado conmigo. Un ideal para alcanzar una meta. Ese fue mi primer encuentro con la espiritualidad.[3]

En 1925, Lola y su amigo Constantin Stamani visitaron la Sociedad para la Filosofía Libre, en Darmstadt, Alemania, creada por el filósofo estonio, conde Herrmann von Keyserling (1880-1946), autor de Meditaciones suramericanas, obra en que plasmará sus impresiones acerca de Chile, tras su visita en 1929.

En aquella ocasión, escuchó por primera vez a Jung:

Solo años más tarde logré descifrar los mensajes que me quedaron grabados; intuí que tras las palabras que no entendía bien había algo de gran interés y de mucha belleza. No podía adivinar entonces que era precisamente la corriente abierta por Jung la que iba a condicionar la parte más significativa de mi existencia.[4]

En 1951, después de haber trabajado durante 13 años ad honorem junto a su marido, Lola renunció al Instituto de Fisiología de la Universidad de Chile, fundado por Franz Hoffmann en 1937. Era el inicio de una crisis espiritual profunda, y de un proceso de transformación. Se sentía incomprendida y sola. Su estado de perturbación se extendió cerca de un año.

En el intertanto, viajó a Europa. De paso por Buenos Aires, entró a una librería, donde encontró La psicología de Carl Gustav Jung: una introducción (1942), de Jolande Jacobi (1890-1973). Entonces, recordó la conferencia de Jung en la Sociedad para la Filosofía Libre, donde abordó un asunto que llegaría a ser crucial, tanto en la vida como en la terapéutica de Lola:

El sueño es la pequeña puerta oculta en lo más interior y en lo más íntimo del alma, que se abre a aquella primitiva noche cósmica que fue el alma cuando aún no existía ninguna consciencia del yo.[5]


Esa crisis permitió a Lola encontrar su camino como psiquiatra y terapeuta. Más tarde, ya en esta nueva etapa:


explicaba a sus pacientes que en la mitad de sus vidas las personas sufren un remezón vital, generalmente acompañado de profundos dolores y dudas. En este punto de inflexión o se empieza un largo y difícil camino de introspección, del que surge un yo renovado, o se buscan escapes superficiales y frívolos que esconden, pero nunca disminuyen, la angustia. / Cambio y sanación o evasión y hundimiento.[6]


Se refería al proceso de individuación, observado y estudiado por Jung, tanto en su práctica médica e investigativa como en su propia vida personal.

Tras un encuentro personal con Jolande Jacobi, en 1952, decidió dedicarse a la terapia junguiana. Tenía poco más de 50 años, pero quería realizar estudios formales de psiquiatría.

En 1957, obtuvo una beca de especialización en Tübingen, Alemania. Más tarde, estuvo en la Clínica de Burghölzli, del Hospital Psiquiátrico de la Universidad de Zürich, donde trabajó Jung en su etapa inicial. Además, tuvo la oportunidad de asistir al Instituto C. G. Jung, donde pudo escucharlo, tardíamente, lo cual le produjo “una felicidad indescriptible”.[7]

En 1959, Ignacio Matte Blanco creó la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, convirtiéndose en su primer director. Lola encontró allí un espacio para la investigación.

Tanto él como Franz Hoffmann contribuyeron al desarrollo de la medicina en Chile. Ambos habían constatado:

la falta de conocimientos humanistas, artísticos y espirituales en la formación de los estudiantes de medicina, algo crucial para entender la naturaleza humana y tratar a los pacientes holísticamente.[8]


En 1959, Franz Hoffmann creó el Centro de Estudios en Antropología Médica (CEAM) de la Universidad de Chile, con el apoyo del rector Juan Gómez Millas, quien también tenía una visión humanista de las ciencias. Pero, a pesar de ser reconocido por su enseñanza vanguardista, fue cerrado en 1965, debido a la falta de apoyo de las autoridades universitarias.


Jung y los frutos espirituales de Lola

En la década de 1960, surgió la llamada “cultura alternativa”, a partir de una visión crítica de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias.[9]

El movimiento de la New Age y el interés por sabidurías orientales fueron parte de dicha cultura, con sus búsquedas más o menos auténticas en el plano espiritual. Al respecto, es pertinente recordar las consideraciones y advertencias de Jung acerca de la cultura china, sobre todo, en el marco de su comentario a El secreto de la Flor de Oro, tratado de yoga y alquimia traducido por el eminente sinólogo alemán Richard Wilhelm (1873-1930), a quien se acercó durante los últimos años de su vida:


El chino puede remitirse a la autoridad de su entera cultura. (...) Pero el occidental tiene a toda autoridad en su contra, en los campos intelectual, moral y religioso. Por eso es infinitamente más fácil imitar el Camino chino (...). Llega aquí a abrupto fin el coqueteo estético o intelectual con vida y destino. El paso a la conciencia superior conduce fuera de todos los respaldos y seguridades. El hombre debe dársele por completo, pues sólo mediante su integridad puede avanzar, y sólo su integridad puede serle garantía de que su Camino no se tornará absurda aventura[10].


En efecto, Jung no pretende que la cultura occidental abandone sus propias raíces, para adoptar artificialmente sabidurías provenientes de otras culturas, como la china. Esto equivaldría a establecerse “sobre costas extranjeras como piratas sin patria”[11], dado que sus premisas históricas son enteramente distintas.

Ahora bien, Lola se convirtió en un referente de dicha cultura alternativa, pero yendo mucho más allá. Su importancia es fundamental, ya que formó a los primeros psicoterapeutas junguianos en Chile, a través de sus talleres. Entre otros, al sacerdote y psicólogo Juan de Castro (1933-2007), quien escribió dos libros introductorios acerca de la obra de Jung, uno de ellos relacionado con la espiritualidad cristiana. Además, De Castro impartió los primeros cursos sobre esta materia en las facultades de Teología y Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Asimismo, Lola se interesó por los evangelios, como parte de su trabajo terapéutico. No sólo los evangelios canónicos, como el de Juan, sino también los apócrifos, como el de María Magdalena. Combinaba esta enseñanza con textos sobre mitología, símbolos y culturas indígenas, enfocándose en “los simbolismos detrás de las religiones y su influencia en la cultura contemporánea”.[12] Además, se interesó por la obra de Gershom Scholem (1897-1982), gran estudioso de la Cábala judía, autor de La Cábala y su simbolismo (1960). Esta obra causó una honda impresión en ella. Tuvo una visión que motivó la creación de su Antropograma, un “mapa del proceso de individuación”, compuesto de:


crípticas láminas, con imágenes que ella tomó de fuentes tan diversas como la Cábala, la Biblia, el hinduismo, los evangelios apócrifos, el sufismo, los sueños, el Tarot, el Eneagrama, la mitología clásica y el chamanismo latinoamericano.[13]


El Antropograma “permite que una experiencia dolorosa sea mejor integrada y entendida”,[14] si bien no todos son capaces de resistir dicho proceso.

Ella esperaba que esta obra se difundiera masivamente. Lamentablemente, hasta ahora ha permanecido inédita. Es necesario y pertinente que sea publicada en una edición facsimilar, no sólo debido a su importancia como material de estudio, sino, además, porque se trata de un testimonio cultural de una época determinada en Chile, y porque Lola lo consideraba tanto o más importante que su traducción española del I Ching.

Villalobos propone la siguiente relación entre el Antropograma y el Libro Rojo de Jung, destacando así su importancia:


Si bien la doctora Hoffman murió veintiún años antes de que se conociera el libro en forma completa, existen coincidencias con su Antropograma. Ambos son mapas de los profundos y complejos procesos internos por los que pasaban sus creadores al momento de idearlos; representan sus viajes al inconsciente. Son, ante todo, un intento por entenderse a sí mismos, tan potentes y originales que dan valiosas luces a sus seguidores.[15]


Esta comparación es coherente con Jung, quien recomendaba que cada cual elaborase su propio Libro Rojo, fomentando así la autonomía, la capacidad de conciencia y el autoconocimiento.

De otra parte, aunque por momentos Lola pareciera mostrar cierta rigidez y dogmatismo respecto de la función del dolor en el crecimiento espiritual, su entendimiento del proceso de individuación coincide con el de Jung, quien lo comparó con las iniciaciones arcaicas, debido a la tensión, sufrimiento y peligro inherentes a su desarrollo. Pero existen algunas diferencias en sus consideraciones.

Según ella:


El camino espiritual está hecho en base a crisis y a experiencias dolorosas. Hay que aceptarlas en forma tranquila, conscientes de que no es el final. Con sabiduría, las crisis sirven para romper el techo de las vidas ordinarias. Se requiere ir al desierto para encontrar el camino.[16]


Para Lola, era la única esperanza de salvación, ya que su impacto trascendería a los individuos, beneficiando al conjunto de la humanidad: “sólo la toma de conciencia individual puede conducir al cambio del mundo”.[17] Estaba muy convencida de esto, pero desde cierto voluntarismo, pese a que, según se desprende de Jung, el alcance del proceso de individuación era incierto. Él describió sus rigores en los siguientes términos:


quien pasa por este trance no cuenta con una fría reflexión, ni tampoco con la ayuda de ciencia o filosofía alguna y la doctrina religiosa tradicional auxilia sólo muy limitadamente; uno está envuelto y enredado en el vivir sin objetivo, y el juicio con todas sus categorías se muestra impotente. La interpretación humana falla, pues ha surgido una situación vital turbulenta, a la que ninguna dotación de sentido se adecua. Es un momento de derrumbe. Sobreviene un hundimiento en una última profundidad (...). No es una renuncia artificiosamente querida a la propia capacidad sino impuesta por la naturaleza; no es una sujeción y humillación moralmente adornada y voluntaria, sino una derrota completa e inequívoca, coronada por el miedo pánico a la desmoralización[18].


A diferencia de Lola, para Jung los alcances últimos del proceso de individuación eran desconocidos. En parte, debido al carácter indeterminado e insondable del inconsciente. En su práctica médica, pudo constatar que se trataba de un suceso más bien raro, que llega a conocer sólo quien se somete a la difícil y tortuosa discusión con el inconsciente. Asimismo, pudo establecer que “la reforma de la consciencia comienza en el hombre individual”[19], y que existen individuos capaces de transformarse. Pero cuántos posean esa capacidad, es una cuestión que reconoce no haber podido resolver. Tampoco la cuestión relativa a los efectos que en el medio pudiera tener la ampliación de la conciencia. Pues, según él, la eficacia de un estado semejante depende, más bien, de si una época está o no madura para una transformación[20].


Consideraciones finales

De esta biografía de Lola, se desprenden aspectos que, vistos en retrospectiva, permanecen abiertos a la discusión, tales como: la unilateralidad de su concepción feminista, los amores paralelos como fuente de crecimiento espiritual, y su concepción tribal de la maternidad y la crianza.

Pero, más allá de cualquier desacuerdo con algunas de sus posiciones, y de cierto dogmatismo, rigidez y voluntarismo que Lola exhibe, por momentos, su aporte al desarrollo cultural cobra especial relevancia en el presente histórico de Chile, dominado, en mayor o menor grado, por una oscura voluntad de disolución colectiva y barbárica. Ésta se ha manifestado y ha permanecido como crisis institucional, política, migratoria, de seguridad, económica, social, cultural, moral y espiritual.

La contribución de Lola tanto a la medicina como a la psiquiatría en sus inicios, en Chile, a través de su estudio de la obra de Jung y su formación de los primeros psicoterapeutas junguianos, la sitúan como una pionera en la transmisión espiritual que había decantado en la psicología analítica, el estudio de los símbolos, mitos, historia comparada de las religiones y culturas vernáculas distintas a la occidental. La finalidad de tales búsquedas e investigaciones era una comprensión de los procesos internos, como actitud fundamental ante los catastróficos hechos que sellaron el siglo XX.

Siguiendo a Jung, Lola se concentró en el estudio de los sueños y el proceso de individuación, a la luz de su propio proceso de desarrollo personal integrado a su labor como psiquiatra y terapeuta. Su experiencia de vida, marcada por la polarización propia de la historia europea del siglo XX –Primera Guerra Mundial, invasiones rusa y alemana, República de Weimar e incubación del nazismo–, y sus sucesivos y drásticos trasladados: Riga, Friburgo, Berlín, Santiago de Chile, fueron también parte de su formación, configurando, en parte, su propia búsqueda espiritual.

No obstante, Lola tenía ya una disposición, en el horizonte del autoconocimiento y la búsqueda de una experiencia directa de lo divino, desde la impresión que tempranamente causara en ella la potente vida interior de Hellen Keller, pasando por su encuentro con Jung en 1925, y con Jolande Jacobi en 1952, hasta la experiencia arquetípica y mística que tuvo poco antes de morir.

Durante ese periplo, dio forma y consistencia a su traducción española del I Ching –basado en el principio de sincronicidad, según Jung–, a partir de la versión alemana de Richard Wilhelm; su Antropograma –que Villalobos comparó con el Libro Rojo de Jung–; y Sueños, un camino al despertar, con Malú Sierra, una biografía relatada a través de sus propios sueños, publicada en forma póstuma. Todos, trabajos cuyo enfoque era la relación del ser humano consigo mismo en medio de la oscuridad, la búsqueda del último fondo de su alma, la realización de la conciencia a partir de una elaboración de las imágenes del inconsciente, surgidas durante los sueños o plasmadas en obras y documentos diversos. En suma, el difícil y penoso proceso de individuación con sus tensiones, conflictos, disociaciones, peligros del alma y sufrimiento, en busca de una integración de la personalidad, a través de una lucha y conjunción de opuestos siempre expuesta a la zozobra.

Pero aquella unilateralidad y rigidez de Lola parecieran haber resuelto con dicho acontecimiento final, aquella epifanía experimentada poco antes de su muerte, en que los principios masculino y femenino se presentaron a su conciencia integrados: una imagen de totalidad y unidad divinas, que para Jung había sido el máximo logro terapéutico alcanzado en su experiencia médica, relativa al proceso de individuación.

Por lo demás, la observación de Lola, acerca de la coherencia entre su formación científica y su búsqueda espiritual, en cuanto disposición, también era parte de dicho proceso. Corresponde a una conciencia y lucidez muy poco frecuentes en el ámbito de la ciencia y la técnica, en gran medida dominadas por el materialismo y la necesidad de resultados y rentabilidad inmediatos.

El presente ensayo de Villalobos destaca, por último, aspectos menos conocidos y apreciados, como la participación de Lola en la Coordinadora Límite, durante la década de 1970, cuya finalidad era ayudar y proteger a perseguidos políticos durante la dictadura. Y, asimismo, su decidido impulso a la Iniciativa Planetaria para el Mundo que Elegimos, durante la década de 1980. Ambas, instancias que también fueron parte de la historia política y cultural desarrollada durante la dictadura, y en resistencia a ésta.

Una aventura radical. El camino de Lola Hoffmann es una investigación de gran riqueza y sentido del matiz, documentada a partir de distintas fuentes –entrevistas, escritos diversos, viajes, lecturas e, incluso, una consulta de su autor al I Ching. Presenta una visión de conjunto acerca de Lola, enfocada en aspectos personales, históricos, culturales y espirituales, poco conocidos y valorados en cuanto herencia y memoria de búsquedas internas radicales, tan difíciles de realizar.

Por último, las etapas de la vida de Lola también dan cuenta de la impregnación propia de una época: desde su infancia y adolescencia en Europa, pasando por las décadas de 1950 y 1960 en Chile, plenas de creatividad e invenciones tanto científicas como artísticas en diálogo y búsqueda, hasta los oscuros años de la dictadura. Pero, incluso en esos años terribles, ella continuó con su trabajo terapéutico, investigativo y espiritual, cuyos frutos debieran ser ahora más ampliamente difundidos, como parte de la historia cultural y espiritual del país, y como una manifestación de conciencia en medio de la incertidumbre, la polarización, la radicalización de la barbarie, la criminalidad, la lumpenización, el hundimiento y el oscurantismo imperantes, inherentes al despliegue de una epidemia psíquica, en términos de Jung, y de una instintividad sin espíritu, cuyas raíces últimas y destino permanecen en las sombras. 

Valparaíso, marzo-mayo 2023

Versión revisada del texto leído en el marco de la presentación de Una aventura radical. El camio de Lola Hoffmann, realizada el jueves 4 de mayo de 2023, en la Corporación Cultural de Las Condes. Participaron, además, Werne Núñez, Pedro Engel,
y el autor de la obra, Juan Cristóbal Villalobos.

 

 

 

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Notas

[1] Juan Cristóbal Villalobos, Una aventura radical. El camino de Lola Hoffmann. Ediciones Universidad Diego Portales (UDP), Santiago de Chile, 2023, p. 33.

[2] Op. cit., p. 55.

[3] Op. cit., p. 22.

[4] Op. cit., p. 37.

[5] Op. cit., p. 62.

[6] Op. cit., p. 63.

[7] Op. cit., p. 93.

[8] Op. cit., p. 87.

[9] Cf. Op. cit., p. 111.

[10] Jung, “Comentario al libro El secreto de la Flor de Oro”, en Carl Gustav Jung/Richard Wilhelm, El secreto de la Flor de Oro (trad. Roberto Pope). Paidós, Bs. Aires, 1961, p. 36.

[11] Jung, “En memoria de Richard Wilhelm”, op. cit., p. 18.

[12] Una aventura radical. El camino de Lola Hoffmann, p. 163.

[13] Op. cit., p. 166.

[14] Op. cit., p. 174.

[15] Op. cit., p. 170.

[16] Op. cit., p. 173.

[17] Op. cit., p. 175.

[18] Jung, “Sobre los arquetipos de lo inconsciente colectivo”, en Carl Gustav Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo (trad. Miguel Murmis). Paidós, Bs. Aires, 1970, pp. 38-9.

[19] Jung, “Consideraciones teóricas acerca de la naturaleza de lo psíquico”, op. cit., p. 167.

[20] Cf. Ibid.

 

 

 

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