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UNA FUERZA DE LA MENTE: UN MISTERIO
SERGIO SALINAS ROCO, A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE
Presentación de Cine, humanismo, realidad. Textos reunidos, de Sergio Salinas Roco. Tres volúmenes.
Introducción, compilación, transcripción y notas críticas, a cargo de Lucy Oporto Valencia.
Editorial Universidad de Santiago de Chile, 2017
Lucy Oporto Valencia
oportolucy@gmail.com
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soy varón probado en la batalla; pero el fuego de
adentro me calcinó el espíritu con su garrotazo
tenebroso, y, he aquí su expresión sangrienta
Pablo de Rokha, Morfología del espanto (1942)
1. Salinas hoy: la conciencia o la vida
Influido principalmente por el crítico y teórico francés André Bazin (1918-1958), fundador de la revista especializada Les cahiers du cinéma en 1951, y por el potente ejemplo del médico y realizador chileno Aldo Francia (1923-1996), fundador del Cine Club y el Cine Arte de Viña del Mar en la década de 1960, Sergio Salinas Roco (1942-2007) desarrolló una visión de mundo estructurada sobre la base de un realismo y un humanismo profundos, cuyo horizonte era la ampliación de la conciencia y la lucidez mediante el conocimiento, la ilustración y la educación. Éste es un elemento central de su entendimiento de la cultura cinematográfica, cuyo destinatario era el espectador. De ahí que concibiera el Cine Arte Normandie, su proyecto más maduro, en términos de una “sala de repertorio”, preocupada de resguardar la “tradición cinematográfica” y, en consecuencia, de “situar los filmes en contextos que amplíen el conocimiento y enriquezcan la percepción del espectador”[1].
Sus textos, situados a gran distancia de las formulaciones postmodernas interesadas sólo en las relaciones del lenguaje consigo mismo, la exclusión del referente y la mitificación de la forma por la forma, enseñan a apreciar el cine de modo integral. La puesta en escena está constituida por la interrelación y correspondencia entre forma y contenido, elementos expresivos y significado, exponiendo una visión de mundo propia de cada realizador, especialmente en el llamado cine de autor. Por su parte, el espectador atento y activo es afectado por las películas que ve, confrontándose consigo mismo y con la realidad exterior. La finalidad de la cultura cinematográfica es formarlo para que dicho proceso pueda darse de manera consciente, en orden a una humanización a través del conocimiento.
Salinas entendía el cine como integrado a la vida y su devenir, atravesado por el conflicto y el anhelo de plenitud y realización. El poder del cine radica en eso: su energía en movimiento hace posible una relación, una conexión, y un enfrentamiento con la vida y la existencia humana en sus distintas facetas, de modo radical y cuestionador, en orden a una ampliación de la conciencia y el autoconocimiento. El auténtico cine es capaz de esto.
Salinas profundiza en la forma de obras clásicas como Qué verde era mi valle (1941), por ejemplo, que narra la historia de la desintegración de una familia de mineros, a fines del siglo XIX, en el contexto de la naciente industrialización:
Esta visión retrospectiva, de un pasado indudablemente embellecido por el recuerdo, permite a Ford realizar una de sus películas más líricas y emotivas. Todo el filme es un poema cinematográfico de conmovedora belleza, una muestra ejemplar de la delicadeza y sensibilidad que caracterizan el arte de este gran realizador.
En este tono de remembranza, de evocación, el director expresa con una fuerza poética como pocas veces se haya [visto] en el cine, algunos de sus temas predilectos: la nostalgia del tiempo pasado, de la pureza perdida.
(...)
La belleza formal de esta obra es asombrosa. Cada una de sus imágenes es un ejemplo de composición plástica, de valoración de luz y sombra, de sentido del ritmo y del movimiento[2].
Ahora bien, Salinas pensaba que la dictadura había sido una obra de arrasamiento y castración intelectual de los chilenos. Y, en sus últimos años, que en Chile ya no existía el menor espesor intelectual para enfrentar la realidad. Éste debió ser uno de los venenos que lo consumió al final. Pues mientras la mayoría prefiere la farsa social, porque ésta permite vivir mecánica e inconscientemente, la conciencia de la virulencia de esa carencia de espesor intelectual en sentido amplio -esto es, que abarca aspectos espirituales, afectivos y existenciales- conduce a una soledad irreductible, dolorosa, intolerable, incomprensible en último término. Y, finalmente, a la muerte. De ahí, la brotación siniestra de lo diabólico y maligno, que acaso sea esta desgarradura inconcebible e inaceptable: la creciente incompatibilidad entre la conciencia y la vida, la dignidad y la vida, el amor y la vida.
Pues entre los seres humanos hay un espacio transparente lleno de monstruos, carnicerías, crueldad, traición y mentiras: depredadores, impostores que fingen escuchar, ocultando su desprecio y rencor, su voluntad de envilecimiento y de autodestrucción, su autocomplaciente renuncia a toda capacidad de pensar y comprender.
En efecto, el máximo dolor se concentra en las relaciones humanas. Salinas observó esta realidad acuciosamente. Hay varias películas en que constata una especie de fondo maligno subyacente a aquéllas. Por ejemplo, en su análisis de Relaciones íntimas (1978), de Claude Chabrol, se refiere a “una visión casi terrorífica de las relaciones humanas”. Mientras que, en el de Melvin y Howard (1980), del norteamericano Jonathan Demme, describe la deformación de dichas relaciones unida a la propaganda consumista, el trabajo mecanizado y los degradantes concursos televisivos[3]. Por lo demás, expresiones como “deformación” y “desamparo” son reiterativas en sus textos, aplicadas al ámbito relacional de la condición humana.
En la entrevista ofrecida a Alberto Hayden, a mediados de 2007, Salinas realiza declaraciones alusivas a las políticas públicas en materia cinematográfica, audiovisual y cultural, en una línea similar, acusando, por un lado, una gran incomunicación y, por otro, superficialidad e inconsciencia a la base de las políticas efectivamente implementadas. Éstas son sus últimas declaraciones para dicha entrevista, referidas tanto a las esperanzas de cambio cifradas en el anhelado retorno a la democracia, a comienzos de la década de 1990, como al clima de la postdictadura que, en efecto, significó su traición:
En un sentido es peor porque es más perverso el sistema, es oblicuo, no es que haya censura, no es que te vayan a censurar pero es condenar a la extinción... dejan que te ahogues y no se hace nada, y por una lógica económica, eso es lo perverso.
En un sentido la creación del Consejo Audiovisual, del Fondo y de la Ley de cine misma es tardía, en otro sentido es prematura; es tardía en el sentido que yo no sé si se alcanzan a remediar los problemas, ya es muy tarde aunque se cree un Consejo de la Cultura y se destinen fondos, y una cierta política quince años después de que se inició la transición es muy tarde. Se esperaba una renovación y un auge, yo veo mucho simulacro, mucho pasa por la televisión, mucho pasa por eventos, entonces como que se pinta un mono de que pareciera que se está haciendo algo por la cultura, pero en términos profundos no... y los problemas culturales son siempre profundos y a largo plazo, son lentos[4].
Salinas luchó durante décadas por la instauración de un estatuto jurídico y tributario diferenciado para las salas de cine arte. Pero, a diez años de su muerte, éste aún no existe.
2. Salinas como dimensión espiritual de la realidad
Preguntar hoy qué era o es Salinas, se refiere a lo que trasciende su identidad personal, presente en sus vestigios. Esto es, sus textos y su testimonio de vida organizado en ellos, en cuanto registro de un espíritu de la época abierto en su temporalidad a rutas desconocidas. Pues Salinas era un ser excepcional, con una inteligencia integradora fuera de la norma. Una presencia, una imagen interior pensada y sentida por el espíritu de la profundidad, en términos de C. G. Jung (1875-1961), perteneciente a una línea perdida.
La arcaica y remota línea espiritual que constituye a Salinas, se extingue en medio de una progresiva psicopatización de la sociedad chilena, unida a sus falsos prestigios y su complacencia ante la codicia, el poder, la depredación, la corrupción, el cinismo, el hedonismo y la manipulación. Tal es el espíritu de este tiempo, en términos de Jung, y sus seres sin alma entregados a una complicidad con el mal autojustificada: excresencias de dicho proceso de psicopatización creciente, humus invisible del fascismo histórico, el lumpenfascismo y la mezquindad organizada, en cuanto voluntad de envilecimiento colectiva[5]. Pues en Chile pareciera habitar algo constitutivamente maligno y antiguo, que ha determinado la tortura y el crimen, el placer tanto de destruir al más débil como de humillar y aniquilar cualesquiera manifestaciones de nobleza, más allá de sus causas históricas.
Frente a este horror, Salinas representa un mundo consagrado al conocimiento y su transmisión, a través de las artes, el cine y la cultura cinematográfica: un mundo de elevada conciencia. Es más que información. Tal conocimiento es la posibilidad misma de tener una conciencia y un alma. Su perspectiva estética, ética y filosófica se muestra de modo especialmente lúcido, en su análisis de las obras de Gérard Corbiau, El maestro de música (1988) y Farinelli (1994). A propósito de esta última, afirma: “Para Corbiau la experiencia creativa está ligada a la verdad y posee un sentido moral, es lo opuesto al éxito fácil y la frivolidad”[6]. Más ampliamente, se trata de:
la concepción de los clásicos que utilizaban al medio fílmico no como un fin en sí, sino como un medio para transmitir una visión del mundo y develar las verdades fundamentales que conciernen al hombre[7].
Un asunto relevante en sus escritos son sus referencias al inexorable paso del tiempo, las ilusiones perdidas para siempre, la fragilidad de los sentimientos, la precariedad y el desamparo constitutivo de la condición humana. Pero en ellos también destaca la concentración de las fuerzas vitales en un último acto de lucidez, arrojo y valentía contra esa entropía interminable, esa disolución y esa crueldad intolerables, que hacen imposible el amor, la vida y la dignidad humana. Como la lucha de bandos ya derrotados o seres vencidos por el tiempo, carentes de un lugar en el mundo, de los que habla a propósito de John Ford, Akira Kurosawa, Luchino Visconti, Valerio Zurlini o Sam Peckinpah. En particular este último, a pesar de las versiones de sus cintas mutiladas por los productores, estrenadas en Chile en la década de 1970. Aun así, Salinas vio en sus protagonistas, conducidos al límite total, arrojarse en un acto de autorrealización total, radical, noble y último. Como Tyreen, el aristócrata irlandés interpretado por Richard Harris en Juramento de venganza (1965), que se inmola arrojándose solo contra las tropas francesas en “un heroísmo desesperado y final, muy cercano a la lucidez”[8].
Otro asunto relevante en sus escritos es la relación entre la realidad y sus apariencias vista como problemática y oscura. Por ejemplo, en la obra de Alfred Hitchcock, observa la presencia de capas de la realidad que se ocultan una tras otra, confundiéndose los límites de la percepción ante las brotaciones de lo siniestro[9]. Por otro lado, en Y las vacas vuelan (2004), del joven realizador Fernando Lavanderos, vislumbra difusamente, casi a modo de anticipación del actual ambiente social en Chile:
la idea de una sociedad convertida en un juego de máscaras y apariencias, en el espectáculo a la vez cómico y aterrador del ocultamiento y travestismo de las identidades[10].
Éste es un asunto crucial en sus textos, pues, en último término, para Salinas el problema de la realidad y sus apariencias se relaciona estrechamente con la pérdida de lo humano. Por ejemplo, en su análisis de Tres no hacen pareja (1979), de Alan Pakula, afirma:
el intento de Phil y Marilyn por construir una existencia juntos es el de unos seres marginales procurando abrirse paso hacia la realización personal en un medio deshumanizado, en que hay una constante disociación entre las apariencias y la realidad[11].
Pero, aun así, esa letal ambigüedad entre la realidad y sus apariencias puede ser iluminada. Refiriéndose al Ingmar Bergman de El huevo de la serpiente (1977), Salinas señala “esa voluntad de extrema lucidez que le permite enfrentarse cara a cara con el horror”[12] . Se trata, por lo tanto, de una decisión y un acto de consecuencia que exige un esfuerzo moral y de reflexión.
3. Cine, conciencia y transformación humana
¿Qué representa Salinas? Un mundo de valores constructivos en lucha contra la reducción a la nada, la entropía, la destrucción de la conciencia, de la capacidad de pensar y de lo humano que aspira al conocimiento y la trascendencia.
Con ocasión de la reapertura del Cine Arte Normandie en su sede de la calle Tarapacá, en diciembre de 1991, Salinas describe su modo de entender el cine y el propósito de la exhibición cinematográfica así:
En el recogimiento de las salas oscuras se revela para el espectador atento el poder mágico del cine: como un penetrante instrumento de observación de la realidad, como una ventana abierta al mundo. Y también, como forma privilegiada de inmersión en la subjetividad, en el dominio de la imaginación, el ensueño y la emoción. Así el cine, cuando es rescatado del medio industrial y mercantil que lo produce, cuando es restituido a un marco adecuado a su potencial expresivo, se transforma a sí mismo y transforma al espectador. Es entonces vía de conocimiento, revelación de lo auténtico, forma de redención y de consuelo [13].
El foco de dicho entendimiento es la disposición de un espacio otro, introspectivo, diferenciado, propicio para la concentración, y de una duración plena, unidos a una especie de ruptura de nivel en la raíz de la percepción, cuyo horizonte último es el conocimiento de la realidad, tanto interior como exterior, y su concienciación que es ya, por sí misma, una forma de transformación.
En la etapa postrera de su vida, que se inicia con la última crisis del Cine Arte Normandie, a fines de la década de 1990, Salinas no sólo padeció sus rigores, extendidos durante años, sino que, además, fue testigo de un vasto proceso de decadencia en el ámbito cinematográfico, político y humano, cuyas oscuras fuerzas adquirieron una capacidad de expansión y reproducción a mansalva sólo comparable a la impunidad institucional de la dictadura. A pesar de esto, Salinas, para quien la objetividad y la búsqueda de la verdad constituían su base argumentativa respecto de la observación de la realidad y la acción en el mundo, nunca abandonó su disposición a colaborar y reconocer los escasos logros alcanzados en términos institucionales en materia cinematográfica, aun cuando se tratase de decisiones defectuosas, precarias e insuficientes, como las implicadas en la ley “Sobre fomento audiovisual” (2004). Pero dicho esfuerzo moral se enfrentaba a la desidia de las instituciones públicas, lo cual contribuyó no poco a la precipitación de su muerte. De sus textos se desprende una desesperación contenida y difusa, al constatar la incomprensión e ignorancia en esta materia, subyacentes incluso a los criterios que sustentaron la elaboración y promulgación de dicha ley, comprometidos con un economicismo y un mercantilismo imperantes hasta la época actual.
En estos Textos reunidos, presentados en forma cronológica hasta donde ello fue posible, está registrada no sólo la vida de Salinas consagrada a la cultura cinematográfica, sino también el itinerario hacia su escandalosa muerte. Al recorrer su línea es posible apreciar e, incluso, sentir, la irradiación de su infinito amor por el cine, unido a un compromiso vital irrenunciable. Éste determinó tanto su entrega incondicional a sus valores como su constante enfrentamiento a la mezquindad organizada, desgaste sostenido que, con seguridad, fue una de las causas mediatas de su muerte. Pues la virulencia y oscuridad de aquélla implicaban necesariamente daño, limitación y extinción progresivas de lo alcanzado en vistas al desarrollo de una cultura cinematográfica en Chile -uno de los países más atrasados de Latinoamérica en este ámbito.
4. El amor quebrantado de Salinas y su posteridad abierta
Pablo de Rokha (1894-1968) publicó Morfología del espanto en 1942, el mismo año en que nació Salinas. El intenso y desgarrador lenguaje de esta obra, como de sangre, fuego y energía en movimiento extremo, se refiere a esa terrible época en el mundo, atravesada por la II Guerra Mundial, el fascismo, el nazismo, y la violencia de un proceso de transformación o de aniquilación definitiva que trascendía su dimensión política e histórica.
¿Qué defendía Salinas? La capacidad del cine como vía de conocimiento, ampliación de la conciencia y, en este sentido, espiritualización, humanización y desarrollo cultural de la sociedad. El amor de Salinas, ese fuego de adentro, en términos de De Rokha, estaba unido al espíritu de la profundidad, la lucidez, y la conciencia ante la realidad en sus distintos niveles, traumatizaciones y problemas. Esto lo convirtió en un varón probado en la batalla. Su lucha contra la mezquindad organizada -institucional, postdictatorial, siniestra, transversal como un crimen inexpiado- le calcinó su espíritu con su garrotazo tenebroso, en otra variante de la acción depravada del lumpenfascismo constitutivo de la espuria e interminable “transición a la democracia”.
Salinas asiste a un devastador proceso de deshumanización, en cuanto pérdida de la conciencia y el alma, muerte de los sentimientos, muerte del amor y destrucción de valores. Por eso, aunque subyacente al conjunto de sus textos en mayor o menor grado, sobre todo los de su última etapa tienen el carácter de una expresión sangrienta. Por ejemplo, su modo de entender la obra de Chaplin, con ocasión de la restauración y reestreno de Tiempos modernos (1936), en 2004, ilustra cabalmente dicho proceso de deshumanización, exclusión e imposibilidad de ser, vivir y amar:
el gran tema de la obra de Chaplin es la condición del desarraigado, del marginado por la construcción de un orden hecho por el hombre y en el que, sin embargo, no hay lugar para el ser humano. Es difícil concebir un tema más actual y vigente que éste [14].
Salinas y su gran arte de la observación y la interpretación eran demasiado finos para este país bárbaro, cruel y primitivo, en que la chilenidad se revela obscenamente como una enfermedad moral y letal, que es preciso extirpar del alma como sea. Si personas como él no pueden vivir, ni realizar sus proyectos fundamentales -en beneficio de muchos-, ni el gran amor por su materia y sus valores; si el cinismo autocomplaciente y festivo con su impostura de vitalidad, la claudicación moral como norma y la manipulación de la conciencia, deben ser condiciones de una vida mercantilizada legitimada en cuanto patrón de conducta; y si Salinas va a seguir siendo descalificado y considerado anacrónico, en razón de su concepción humanista y realista, su vocación por la ilustración, y su admiración y valoración del cine clásico, entonces que Chile se hunda de una vez, y que sea rápido. Pues si el ser humano no es más que un simulacro, una “construcción” -como se dice ahora- exterior, efímera y banal, carente de consistencia, voluntad, capacidad de decisión, conciencia y sentido moral, entonces no vale nada en términos radicales, y la vida humana no tiene ningún sentido.
Salinas, su amor y su conciencia, su inteligencia del espíritu, se manifestaron en la época más siniestra de la historia de Chile, el país que destruye a sus mejores elementos. Salinas y su amor quebrantado perviven e irradian post mortem, ante la alienación de vastas masas proliferantes, actualmente consolidadas en su vacío de consumidores, extensiones de una tecnología sin alma y de la idolatría del dinero.
Estos Textos reunidos constituyen un testimonio de esa lucha espiritual y su irradiación presente. Quedan a disposición de futuros estudios y antologías, por parte de otros investigadores y lectores, esperando que la iniciativa de este archivo motive el rescate de textos de otros críticos y estudiosos del cine desplazados, discriminados u olvidados por motivos políticos y criterios mercantilistas, o por la simple desidia, pasividad y cortoplacismo obtuso, propios del carácter chileno.
Para terminar, no cabe sino agradecer a la Editorial Universidad de Santiago de Chile por haber publicado, en sus tres volúmenes, esta compilación póstuma de Salinas, cabalmente la figura más relevante de la cultura cinematográfica en Chile. A su equipo y comité editorial. En particular, a María José Calderón, a cargo del diseño de este libro, realizado bajo condiciones tan difíciles, por su buena disposición y compañía. Y, especialmente, a Luis Felipe Figueroa, durante cuya gestión en su calidad de Director de esta editorial, fue aprobado dicho proyecto, en 2016. A su visión y amor por la cultura, que hizo posibles obras imposibles como ésta: un intersticio en el espacio-tiempo, un acontecimiento que sólo llega a darse de modo extraordinario una sola vez en la vida, en medio de la oscuridad, la finitud y la decadencia.
La vanguardia es la concienciación del pasado, el rescate de la memoria, la fidelidad a una tradición primordial y su arcaica metafísica radical, auténtica e irreductible en su realeza. En ella no cabe inventar o construir la verdad, sino sólo buscarla y darle una forma penosamente, entre sombras y niebla, conforme al peso de la precariedad y el desamparo de la condición humana.
En esta era diabólica y en Chile, el país obsceno, decapitado y convertido en lacra, que se place en su propia autodestrucción.
Pero, desde aquel umbral, Sergio Salinas Roco es y seguirá siendo una fuerza de la mente: un misterio profundo que irradia en sus textos, más allá de la muerte.
Valparaíso, agosto / octubre-noviembre 2017.
Parte de este texto fue leída con ocasión de la presentación de Cine, humanismo, realidad. Textos reunidos, de Sergio Salinas Roco, en el marco de la 37ª Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA 2017). Miércoles 8 de noviembre de 2017, sala Acario Cotapos, Centro Cultural Estación Mapocho. La obra fue presentada por José Román, académico del Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y Hans Stange, académico del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile. Participó, además, Manuel Arrieta, en su calidad de Director de la Editorial Universidad de Santiago de Chile.
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SERGIO SALINAS ROCO
Cine, humanismo, realidad. Textos reunidos. Tres volúmenes.
Introducción, compilación, transcripción y notas críticas, a cargo de Lucy Oporto Valencia.
Editorial Universidad de Santiago de Chile, 2017
Cine, humanismo, realidad. Textos reunidos, compilación póstuma de escritos del crítico de cine Sergio Salinas Roco, abarca textos fechados entre 1969 y 2007. Una parte significativa de este material fue publicada en el diario La 3ª de la Hora y los programas del Cine Arte Normandie, además de otros medios. Esta compilación incluye materiales inéditos, como una serie de artículos sobre películas de Sam Peckinpah, y transcripciones de dos registros de audio y una entrevista, realizados poco antes de su muerte.
Salinas fue la figura más destacada de la cultura cinematográfica en Chile, en razón de su perseverancia y compromiso. Su profunda inteligencia y sensibilidad, arraigadas en su inefable amor por las artes, decantaron en una concepción humanista y realista, desde la cual percibía y analizaba tanto el cine como el resto del acontecer, con una lucidez excepcional. Su lucha constituye un testimonio de resistencia de la cultura ilustrada no sólo frente a las taras del subdesarrollo y el marasmo de la dictadura, sino sobre todo de la postdictadura y su precaria institucionalidad, desde los valores que definieron su acción en la época más oscura de la historia de Chile: autenticidad, dignidad e independencia. Salinas luchó en medio de una progresiva extinción de lo humano, inherente a la apoteosis del neoliberalismo y su culto idolátrico a la tecnología, el dinero, la razón productiva y el hedonismo de la sociedad de consumo, cuya insidia y destructividad constató con fuerza en la última etapa de su vida.
Cine, humanismo, realidad. Textos reunidos, está dirigida a estudiosos del cine, investigadores, críticos en general, realizadores audiovisuales, programadores de cine y público cinéfilo. Y también a periodistas, educadores, académicos y estudiantes en distintas disciplinas y áreas de la cultura y el pensamiento, además del cine, como artes escénicas y del movimiento, música, pintura, literatura, filosofía, estética y ciencias sociales, entre otras.
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Sergio Salinas Roco (Santiago de Chile, 1942-2007)
Crítico y estudioso del cine. Socio fundador de Filmoarte, empresa a cargo del Cine Arte Normandie, desde 1982 hasta la fecha, y del Cine Arte Viña del Mar, desde 1982 hasta 2004. Estudió derecho en la Universidad de Chile, pero decidió consagrar su vida a la cultura cinematográfica. El Cine Arte Normandie fue el proyecto más significativo en su trayectoria, precedido por su trabajo en el Cine Club Nexo, revista Primer Plano, Canal 4 UCV Televisión, Cine Arte Toesca y el Programa CineUC. Se inició tempranamente, en espacios como el Cine Club Universitario de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, y a la luz, entre otros, de André Bazin, la revista Les cahiers du cinéma y su teoría del cine de autor. También Aldo Francia, fundador del Cine Club y el Cine Arte de Viña del Mar en la década de 1960, fue un importante referente en su formación. Ellos entendían el cine en cuanto fenómeno estético, cultural, social y abierto a la reflexión. Fue jurado en numerosos festivales, en Chile y Latinoamérica.
Durante la década de 2000, una larga crisis afectó a ambas salas. Tras su retiro de Filmoarte, en enero de 2007, se desempeñó como profesor de Cine Clásico en el ICEI, de la Universidad de Chile. Falleció repentinamente, a los 65 años de edad, en noviembre de ese año, debido a un colapso cardíaco.
Lucy Oporto Valencia (Viña del Mar, 1966)
Investigadora independiente. Licenciada en filosofía. Autora, entre otros trabajos, de: Una arqueología del alma. Ciencia, metafísica y religión en Carl Gustav Jung. Editorial USACH, 2012. El Diablo en la música. La muerte del amor en El gavilán, de Violeta Parra. Editorial USACH, 2013. Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo. Editorial USACH, 2015. La inteligencia se acrecienta en la Nada. Inubicalistas, Valparaíso, 2016. A cargo de Cine, humanismo, realidad. Textos reunidos, de Sergio Salinas Roco. Tres volúmenes. Editorial USACH, 2017.
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Notas
[1] Salinas, Textos reunidos, Vol. II. Presentación 6º Festival de Cine Arte, verano 1999. Pp. 405-6.
[2] Salinas, Textos reunidos, Vol. I. “Qué verde era mi valle”. Canal 4 UCV Televisión, 7. 9. 74. P. 201.
[3] Salinas, Textos reunidos, Vol. I. “Relaciones íntimas”, La 3ª de la Hora, 1. 11. 81. P. 479. “Melvin y Howard”, La 3ª de la Hora, 13. 6. 82. P. 502.
[4] Salinas, Textos reunidos, Vol. III. Alberto Hayden, “Entrevista a Sergio Salinas sobre Enfoque y Primer Plano” (2007), pp. 408-9.
[5] Lucy Oporto Valencia, “La maduración de la Serpiente” y “La mezquindad organizada”, en Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo. Editorial Universidad de Santiago de Chile, 2015.
[6] Salinas, Textos reunidos, Vol. II. “Farinelli”, 3er Festival de Cine Arte, verano 1996. Cine Arte Normandie y Cine Arte Viña del Mar. P. 378. “El maestro de música”, Cine Arte Normandie y Cine Arte Viña del Mar. P. 201.
[7] Salinas, Textos reunidos, Vol. II. “El último magnate” (Elia Kazan, 1976), p. 53.
[8] Salinas, Textos reunidos, Vol. III. “Juramento de venganza”, p. 233.
[9] Salinas, Textos reunidos, Vol. III. “Sobre Alfred Hitchcock”, p. 261.
[10] Salinas, Textos reunidos, Vol. III. “Y las vacas vuelan”, Rocinante Nº 70, agosto 2004. P. 168-9.
[11] Salinas, Textos reunidos, Vol. I. “Tres no hacen pareja”, La 3ª de la Hora, 8. 6. 80. P. 430.
[12] Salinas, Textos reunidos, Vol. II. “El huevo de la serpiente”, Cine Arte Normandie. P. 184.
[13] Salinas, Textos reunidos, Vol. II. “Discurso inaugural”, 6. 12. 91. P. 446.
[14] Salinas, Textos reunidos, Vol. III. “Tiempos modernos”, Rocinante Nº 69, julio 2004. P. 167.