TODOS LOS CAMINOS han de conducir a España y los años sólo irán
acercando los extremos del camino y
mantendrán polvaredas en el aire y huellas en el suelo sobrepuestas
en el orden de los años.
Porque no es España el mejor escenario para la muerte que expulsa
de sí misma —a escupitajos— los restos de vida de su lengua
no
tanto por la estampa indefensa de su elegido —el Poeta—,
sino por la brutalidad y el odio
que inclinaron agriamente su declive.
No es un muerto silente el que se empuja a su dominio.
Ni una mano deshuesada ni un cuerpo sin carozo y mudo.
AQUI YACE ALGUIEN A CUYO LADO YACE, INCONMOVIBLE, LA ETERNIDAD,
se podría leer sobre los muros de España,
y lo hemos repetido, al pie de la letra que nadie borraría,
los hijos de los hijos de un tiempo que en nada contribuye:
a un tal olvido.
No hay vejez tan destructora para la memoria que no acepta
enmendaduras humillantes.
Los hombres son los mismos en la medida en que su sangre
se sale de las venas a enfrentarles el rostro,
y es entonces el gesto en que delata lo que pudieron ocultar los labios
en la mudez o las palabras.
Así, es la sangre y no la boca la que vuelve sobre sus pasos
a verificar y a hacer justicia.
Sangre y palabras hay por eso en la argamasa del Poeta
y Federico es quien mejor lo sabe, bajo la tierra de todos los caminos.
¿A qué cuenta cargar este cadáver si no a la de la verdad,
a cuyo lado la poesía cae truncada de golpe?
¿A quién clamar si no a la memoria a cuya voz hasta la Muerte
quisiera arrancar de raíces el eco?
Lo que importa es el recuerdo que se nutre del recuerdo,
el recuerdo que se une al recuerdo como una mano se enlaza
a otra mano
para alcanzar la Luna o eludir la muerte.
Importa la voz de sus Amigos al quebrarse en el momento del recuerdo
y esa trizadura es la grieta más oscura en el ceño
de mi padre:
. . . . . . . . Hijo —dice— así es como se hace la noche en la poesía
que es hija de la luz,
y así se hace la noche en medio de la noche,
una mancha negra espeluznante en la sombra de la muerte
a oscuras de toda poesía que es la luz en medio de la muerte.
Todo no se ha dicho,
aunque ya todo está dicho con la elocuencia de la infamia.
La poesía, sin embargo, dice más en el silencio por el asesinato
de uno de sus hijos.
Se hace la noche en la poesía, dirán sus amigos, bajo la forma
de una oquedad vertiginosa;
el sitio vacío de Federico, se dirá; no se llena como se llena
de vino
la copa que en un lugar de la mesa nadie bebe
en homenaje a su ausencia.
Treinta años, decimos, y
todos los caminos ya conducen a España desde entonces y hasta siempre
eternamente habrá un padre que reconstruya a sus hijos
la escena grotesca de esta muerte.
Porque hace treinta años, en el contar con los dedos numerosos
del tiempo,
que la poesía entre todos sus nombres
se llama en voz baja FEDERICO.
SEPTIEMBRE, de 1966. . . . . . . . .

(Texto leído el 3 de octubre del presente año en el Homenaje a Federico García Lorca, que se realizó en el Teatro Antonio Varas, con la participación de Pablo Neruda, Nicanor Parra y Waldo Rojas, además de actores y coros).

Salvador Dali, Jose Moreno Villa, Luis Buñuel, Federico Garcia Lorca y José Antonio Rubio Sacristán
en la Residencia de Estudiantes, 1924-1925.