Nací en una de las tantas madrugadas del paro de octubre de 1972, liderado por la confederación de camioneros contra el gobierno de Salvador Allende. El movimiento provocó bloqueos de carreteras, desabastecimiento, la declaración de estado de emergencia en casi todo el territorio, y la consiguiente adhesión de virtualmente todas las agrupaciones gremiales, empresariales y profesionales del país. La designación de miembros de las Fuerzas Armadas como ministros de Estado puso fin al paro, pero determinó también el comienzo del fin de la Unidad Popular un año después, demostrando que un hecho aparentemente aislado puede detonar cambios estructurales y, las más de las veces, inconmensurables.
Con tan solo 52 años fallecía por esos días Luis Oyarzún, quien ya había dado forma a una lúcida reflexión de la conflictiva relación entre la humanidad y su entorno. Bajo el título Defensa
de la Tierra, su ecocrítica fue publicada de manera póstuma en 1973 con una apertura que apela violentamente al lector: "La tierra es tu retrato. Mírate en estos cerros secos, agrietados, satánicos. Aquí no brotan semillas Ni siquiera malezas. ¿No es este tu propio rostro?".
Me gusta imaginar que la frase es su interpretación de la primera fotografía de la Tierra desde el espacio, tomada por el Apolo 8 en 1968. En ella el planeta se muestra como una esfera suspendida en un cielo negro y ataviada de nubes, revelándose como algo más que un trozo de suelo habitable. Y Oyarzún, que cual John Muir se había convertido en un inagotable caminante, registraría este ensamblaje natural de masas de tierra y aire, de agua y costas, como "un tejido del que no se puede tirar impunemente un hilo sin dañar el todo".
Así, el humanista, filósofo y poeta miembro de la Academia Chilena de la Lengua, decano de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile y agregado cultural ante la ONU, establece que la memoria humana es un registro vivo, y que "la verdadera cultura consiste en manejar la tierra con inteligencia y con amor".
Este septiembre no puedo dejar de pensar en Oyarzún y su insistencia en que una verdadera cultura cívica emerge solo cuando nos hacemos responsables de la tierra que escogimos habitar. Y también pienso en su advertencia de nuestra capacidad humana de "desbaratar en unos cuantos días ese paciente trabajo orgánico y entregar el suelo nutricio a la erosión y a las dunas, es decir, a la aridez, al páramo sin árboles, a los riscos sin flores, sin pájaros, sin esplendor, sin alegría". Palabras que, cincuenta años después, seguimos sin escuchar, aun cuando nos estremecen.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Los otros 50 años
(En memoria de Luis Oyarzún y su "Defensa de la Tierra")
Por Romy Hecht
Arquitecta e investigadora UC
Publicado en VD, 2 de septiembre de 2023