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Iván Teillier en Estocolmo en el año 1988, cuando viajó sin éxito a Suecia.

 

Recuperan obra de Iván Teillier, un autor silvestre y secreto

Por Lorenzo Peirano
La Tercera, lunes 15 de junio de 2015

 



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Iván Teillier nació en Angol, el 11 de agosto de 1940. Pasó su infancia y juventud en la región de La Araucanía. Fue un muchacho atlético que tuvo una marcada afición por el fútbol, llegando a ser arquero del Liceo de Lautaro. Estudió contabilidad (la profesión de su padre) en Santiago. En 1965 ya había publicado un breve libro de poemas que título Una rama verde. En la década de los 70 se radicó, definitivamente en la capital, al contraer matrimonio con la poeta (unos años mayor que él y alcohólica rehabilitada) Nancy Chambers. De esa época data su primera “nouvelle”, El piano silvestre, libro fundamental dentro de su narrativa y que, según su autor, había sido publicado de manera descuidada.  El libro fue elogiado por Hernán Loyola, pero ya el silencio comenzaba circundar su obra. 

Paralelo a esto,  su convivencia matrimonial se tornaba insoportable. La pareja, que no tuvo hijos, habitaba un departamento de un ambiente ubicado frente al Parque Forestal, en la calle Ismael Valdés Vergara número 746. Nancy Chambers imponía la costumbre de dormir temprano y con la luz apagada. Iván, a veces desesperado, echaba somníferos en el té de su esposa para luego escapar. En aquellos días tuvo una sociedad  con su doble colega, el escritor y contador Roberto Araya Gallegos; sin embargo, al poco tiempo fracasaron.  Pero Iván no dejó de publicar sus libros  y de “vivir” la literatura. Solía acudir al bar La Unión Chica donde coincidía con el “filósofo” Juan Guzmán Paredes y  con el “poeta magallánico” Rolando Cárdenas;  y, más cerca de su morada, frecuentaba el Patio Esmeralda. Recorría librerías de viejo llevando, de manera impecable, variadas contabilidades (en ocasiones, el pago de una imprenta por sus servicios fue la publicación de algunas de sus nouvelles). 

A fines de la década de los 80 conoció, en el “refugio” de la Sociedad de Escritores de Chile, a una periodista a la que quiso llamar “Margarita”. Ella era una aguda lectora que cultivaba algunas amistades en el ambiente literario. Al poco tiempo, iniciaron una relación sentimental en la que Iván se comportó como un verdadero adolescente. Escribía tiernas cartas de amor que firmaba, a veces, como “El Príncipe Idiota”, y solía comprar grandes ramos de flores o, simplemente, un clavel rojo. 

En busca de mejores posibilidades económicas, en 1988  viajó a Suecia. Pero a los pocos meses estaba de vuelta. En Europa Iván “no se hallaba”; además, la nostalgia por los amigos y por Margarita resultó insufrible. Sin tocar demasiado el tema de su viaje, retomó la rutina del trabajo, la escritura y la bebida, rehuyendo siempre a su esposa, y pasando horas y horas en distintos bares.

Hacia el final 

Se desconoce con certeza el por qué del quiebre de la salud mental de Iván Teillier. ¿Fue sólo el alcohol?  Su hermano, el conocido poeta Jorge Teillier, sostenía que desde hacía mucho estaba loco.

Todo comenzó con una pérdida de peso que se hizo alarmante. Pronto, Iván empezó a llamar por teléfono a sus amigos en la madrugada para conversar sobre William Faulkner, o para recordar alguna película (tenía un conocimiento enciclopédico sobre cine). Tomaba grandes sorbos de agua oxigenada que enseguida escupía. En cierta ocasión, visitó al escritor Carlos Olivárez  y, ante el horror de éste, comenzó a mascar uno de sus propios zapatos. Sin mayores explicaciones, había dejado de frecuentar a Margarita. En un acceso de furia,  golpeó a Nancy Chambers. En la desolación, Iván Teillier terminó por desmoronarse. Yacía semidesnudo en la cama de dos plazas, delirando; había abierto de par en par la única ventana, intentando vender sus libros. Su piel se veía amarilla y una delgadez cadavérica se contraponía a la enorme hinchazón de su estómago. Preocupados e incómodos, los vecinos comenzaron a llamar a sus familiares y amigos. Su sobrino, Sebastián Teillier y su amiga, la pintora Beatriz Ortiz de Zárate, lograron internarlo en un hospital. Pero allí la burocracia complicó su estadía. Más adelante, pasó una temporada en una clínica siquiátrica donde su estado empeoró. Finalmente su hermano Jorge consiguió una cama para él en El Hogar de Cristo. 

Iván Teillier murió el 28 de diciembre de 1992. Su entierro, efectuado dos días después en el Cementerio General de Santiago (las noticias, por supuesto, no fijaron su deceso), reunió a las dos mujeres de su historia: en primera fila se hallaba Nancy Chambers y, un poco más atrás, Margarita. Y ambas vestidas de riguroso luto. Estaban presentes también algunos familiares y amigos. Ante su tumba Jorge Teillier  pronunció unas conmovedoras palabras que evocaron lejanos días de infancia y juventud. Siguiendo la tradición, sus amigos brindaron en el Quita Pena. Sus restos, posteriormente, fueron trasladados al Cementerio Municipal de Lautaro. 

Ahora, a 23 años de su muerte, la editorial Lecturas Ediciones reedita cuatro de sus novelas cortas bajo el título Novelas.

Iván Teillier deambuló por el ambiente literario sin pensar nada más que en la literatura. Nunca se le oyó hablar de posibles becas, contactos o concursos . Su  forma de ser era casi infantil. Le apasionaban los sucesos literarios: la fijación de Ahab por la ballena blanca, la baja actitud de John Long Silver al escaparse con uno de los sacos de oro, la noble corpulencia de Jean Valjean, o el absurdo suicidio (según sus palabras)  de Cesare Pavese por una mediocre actriz norteamericana . 

Iván Teillier era  un hombre cálido y provinciano. Sus libros, especialmente sus novelas cortas de pueblos inventados , parten desde una pulsación pavesiana de seres menores y atmósferas sureñas que tienen un evidente contacto con la esencia misma de quien escribe. Meses antes de morir, en el otoño de 1992, en un cuento todavía inédito, titulado Un nido entre dos ramas, escribió: “Éramos cuatro los malos alumnos relegados a la penúltima fila con vista a la calle: Lonco, Pibot, Carroza y yo. Todos con fama de cimarreros y de libadores ocasionales de cerveza”.



 



 

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