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El sosegado resplandor de la verdad
Presentación en Valparaíso de Horóscopo de Sagitario, de Gerardo Araneda Cristi

Por Luis Riffo




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Cuando leí los poemas que componen este libro, experimenté de manera tan clara su cercanía, que lo primero que pensé fue que eran una prolongación de las conversaciones que durante nuestra adolescencia sosteníamos los tres sujetos aquí reunidos. Conversaciones de difícil resumen, casi nunca conducentes a conclusión alguna, sino más bien formas diversas de abordar el mundo, aunque fuese dando vueltas en círculo alrededor de nosotros mismos. Recuerdo que en alguna ocasión nos preguntábamos: “En caso de existir el alma, ¿en qué parte de nuestro cuerpo estaría?”. Si los sentimientos se suelen ubicar en el corazón y la razón en la cabeza, el alma, debido a su vaga estructura y función, bien podría encontrarse en un tobillo. Todo eso mientras a nuestro paso caían las castañas de los árboles de avenida Balmaceda, en Temuco, por donde caminábamos sin rumbo fijo o bien rumbo a la casa de Gerardo, al living donde seguíamos conversando y a veces nos atrevíamos sin demasiada convicción a leernos los unos a los otros esos textos que escribíamos solitariamente, pero que era nuestra otra forma de conversar.

Creo que desde entonces la idea que teníamos acerca de la poesía no podía alejarse demasiado de la forma en que pensábamos la vida. La poesía tenía que decir algo respecto a nuestra residencia en la tierra. Por eso recordé en algún momento de mi lectura de estos poemas una reflexión que James Joyce pone en boca de Stephen Dedalus, en Retrato del artista adolescente:

“Me parece que Platón dijo que la belleza es el resplandor de la verdad. No creo que eso quiera decir sino simplemente que la verdad y la belleza son afines. La verdad es contemplada por la inteligencia aquietada por las relaciones más satisfactorias de lo inteligible. La belleza es contemplada por la imaginación aquietada por las relaciones más satisfactorias de lo sensible”.

En esas dos facultades humanas, la inteligencia y la imaginación, se levanta todo el aparataje simbólico con que amoblamos la realidad. En esa estrecha relación es donde debe producirse un fenómeno que es a la vez ético y estético.

No es casual que en la presentación de este libro en Temuco, el autor se refiriera a las dudas en torno a su proceso creativo con frases como: “cada vez que escribía un poema lo juzgaba demasiado bello pero no verdadero o bien ‘hay verdad, pero le falta belleza’”.

En esa paradoja, en ese conflicto que no solo se refiere a la congruencia entre forma y contenido, sino a la coherencia entre la imaginación y la forma de enfrentar la realidad, en esa tensión se sostiene la materia de la que está hecha la poesía de Gerardo.

Horóscopo de Sagitario parte de la premisa de que nos perdemos fácilmente. Puedo imaginar la escena de alguien que está en el espacio de su vida cotidiana y cuando se busca ve todo lo que hace, ve todo lo que tiene, ve las cosas que lo rodean, reconoce a la gente que está junto a él, pero no se encuentra. Y el siguiente momento de esta poesía sugiere lo fácil que debiera ser encontrarse. Debiera ser, porque fácil no es. Porque no es sencillo salirnos de ese yo que hemos construido en colaboración estrecha con el resto del mundo.

El poeta nos dice:

Concéntrese hoy en esperar la lluvia
que llega y no llega.

Es un buen día para arrugar papeles
con escritos que ya no fueron.

Por ningún motivo se abandone a la pena
de escuchar a Bach
imaginando un rostro entre la lluvia
que llega y no llega.

Esos versos de apariencia tan plácida, tan cercanas al espíritu zen, dejan entrever un universo interior agitado y tortuoso, que busca en el paisaje, en la lluvia (tan sureña, pero distante como si se mirara a través de una ventana), el alivio para una tristeza que no sabemos si tendrá consuelo, como esa lluvia que llega y no llega.

Me parece que allí radica la belleza verdadera de este Horóscopo, en la aparente placidez, en la cadencia de una voz de viejo sabio bajo la cual respira el dolor, la conciencia de la muerte, la desesperada necesidad de dotar a la vida de un sentido que se escapa, de ahuyentar a los espectros que nosotros mismos nos inventamos para complicarnos la vida, como en este poema:

No se engañe viendo fantasmas donde solo falta luz.
El zodíaco ha pensado mucho últimamente en su caso,
por ahora no debe esperar nada nuevo bajo el sol,
salvo que la lluvia se detenga
y usted pueda volver a naufragar entre la gente,
olvidando el propósito de los días que vienen.

Muchos Sagitarios han sucumbido
a la aspereza de días como este,
otros en cambio han pasado sin notar indicios
ni dejar huellas,
así que mantenga los ojos abiertos
y esté alerta por si hay que saltar al abordaje.

Ya se habrán dado cuenta de que el libro imita efectivamente la forma discursiva de los horóscopos y en ese juego es capaz de ir en dos direcciones: el hablante se habla a sí mismo, se aconseja, se contiene, se llama a terreno para que la vida no le pase por encima, para que no olvide que hay deberes tan importantes como llamar por teléfono a la familia o sentarse en una plaza a mirar a su alrededor; y también nos habla a nosotros, sus lectores, nos increpa, pero también nos llama a la calma, no esperemos nada, pero estemos listos para saltar al abordaje.

Esa actitud es coherente con una idea de Gerardo que ha sido un tema no resuelto (como tantos otros) de nuestras conversaciones: el cambio tiene que ser, primero, interior. Y podríamos estar de acuerdo o en contra de esa afirmación, pero lo cierto es que el poeta y la persona de Gerardo Araneda Cristi la ha asumido desde que tengo memoria, desde su opción de vida casi anacoreta en su pieza de Bilbao 1060 hasta su refugio actual en Pillanlelbún. Y en ese gesto autorreflexivo no hay evasión mística ni pensamiento mágico religioso, sino una mirada atenta frente a los signos de la vida y de la muerte, que me recuerda esos versos de Píndaro que Albert Camus cita en El mito de Sísifo: “Oh alma mía, no aspires a la inmortalidad, pero agota el campo de lo posible”. El poeta sureño lo dice de otra forma (a esa alma que tal vez, quién sabe, está en una oreja o en un codo) y para propósitos tan cotidianos como necesarios:

Haría bien en permitirse el sol de esta mañana.
Si no puede recurrir al mar
y le queda lejos el invierno
que aprendió a enseñarle cosas,
haría bien en permitirse el sol de esta mañana.

 

 

Luis Riffo, Gerardo Araneda y Ramón Castillo durante la presentación.



 

 

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