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Valparaíso sobrenatural
Tú, Valparaíso, de Eugenio Rodríguez (Santiago, RiL editores, 2016)
Por Luis Riffo
Publicado en Invite, 22 de octubre de 2016
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Eugenio Rodríguez (Las Cabras, Sexta Región, 1943), escritor y periodista, avecindado desde 1984 en Valparaíso, es autor de varias novelas que retratan a una serie de personajes que podrían considerarse arquetipos de cierta idiosincrasia chilena, por su manera de enfrentar las dificultades propias de nuestra cultura, historia o naturaleza. Su primera novela, El cercopiés (1981), relata las peripecias de un muchacho, hijo de un trabajador ferroviario, que crece en el ambiente provinciano de Rengo, en una época en el que el tren insuflaba vida y movimiento a los poblados que encontraba a su paso. Spot Paradise (1989) expone de manera crítica las consecuencias de creer en los paraísos artificiales que la publicidad inventa para atrapar a los incautos consumidores. Epicentro (Santiago, Editorial Andrés Bello, 2001) sitúa en los terremotos de 1939 en Chillán y del 60 en Valdivia, a una pareja humilde y luchadora que persevera después de sufrir todo el rigor de los más devastadores sismos de nuestra historia. Y Constanza de Nordenflycht, la querida de Portales, devela las desventuras de la muchacha que padeció los caprichos de su célebre amante, como un símbolo del lado más oscuro del poder oligárquico chileno.
En esa novela histórica Rodríguez ya muestra interés en rescatar la memoria de Valparaíso, mediante la descripción, por ejemplo, de las condiciones topográficas e higiénicas del sector Almendral a mediados del siglo diecinueve. Esa mirada encontraría una nueva ruta en la investigación del origen y evolución de la canción «La joya del Pacífico», que no solo rescata el valor musical e identitario del tema, sino que escarba en el destino de los músicos que le dieron vida a las diversas versiones de ese vals.
Y ahora, este volumen de cuentos llamado Tú, Valparaíso (Santiago, RiL editores, 2016) concentra ese interés de un modo que encaja perfectamente con el carácter legendario que persiste en el inconsciente colectivo de la ciudad y que se manifiesta en el ámbito de la cultura popular, el diálogo erudito y el mundo académico. La mayoría de los personajes de este libro son reconocibles habitantes de un Puerto en el que los vivos se encuentran en algún momento con seres fantasmales que se han quedado entre nosotros, porque tienen asuntos pendientes con la vida que han perdido.
Efectivamente, los episodios sobrenaturales de estos catorce relatos forman parte de la geografía espiritual de una ciudad que parece levantarse precariamente sobre las ruinas de una época próspera, una especie de casa Usher habitada por espectros que, si bien no infunden demasiado terror, sí inquietan y conmueven en su esfuerzo por comunicarse desde su mundo paralelo.
La inclusión de personajes reales constituye un acierto narrativo que introduce una efectiva ilusión de verosimilitud. Por ejemplo, el primer cuento, «El otro», tiene como protagonista al artista Francisco Javier Torres (autor de la escultura que homenajea al campeón ecuestre Alberto Larraguibel y su caballo «Huaso»), quien recibe el encargo de esculpir el rostro de un recién fallecido potentado viñamarino, cuya tarea es saboteada por una presencia sobrenatural que reclama la atención que en vida nunca tuvo. Notable es el modo detectivesco en que se van develando los motivos de la intromisión fantasmal.
Así también aparecen Archibaldo Peralta y Víctor Rojas, dos eminencias en cuanto a conocimiento de la historia y las leyendas de Valparaíso. El primero ayuda a descubrir a un anticuario quiénes son esas dos misteriosas mujeres que llegan durante siete lunes a su local a tocar un viejo piano y a cantar antiguas canciones italianas. Y el segundo no podía faltar cuando el asunto se trata de la verdad acerca del asesino en serie y santo Emile Dubois.
Junto a una singular variante del conocido fantasma de la enfermera del hospital Deformes que circula por el Congreso y una versión fantástica de cómo se compuso la ya mencionada canción «La joya del Pacífico», merece una especial mención el relato «La casa de la calle Pocuro», donde el hijo de un exiliado llega a recorrer los lugares que habitó su padre recientemente fallecido. Sobre el drama del Golpe, prevalece ese instante mínimo, conmovedor, en que padre e hijo se encuentran en una esquina precisa del Puerto.
Es este un libro que atrapa por la construcción clásica de los relatos, la claridad de un lenguaje culto que recoge ciertos giros del habla chilena que encaja muy bien con la época que quiere retratar y en la pericia para llevar lo fantástico a una variante que combina la intriga con una imagen en general más amable de las criaturas sobrenaturales. Es admirable también la detención con que se describen lugares reconocibles así como rincones desconocidos y la nostalgia que se respira en la alusión a épocas y arquitecturas pretéritas. Sin duda, estos cuentos alimentan vigorosamente la leyenda de Valparaíso sin eludir una sutil mirada crítica.