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ESCAPARATES
Leonardo Sanhueza
La sabiduría sin promesa
Christopher Domínguez Michael. Ediciones Universidad Diego Portales, 2009, 435 páginas.
LUN, 12 de Agosto 2009.
Con el subtítulo “Vida y letras del siglo XX”, este imponente volumen es una colección de artículos, ensayos breves y conferencias con que el celebrado crítico literario e historiador mexicano Christopher Domínguez Michael ofrece, sin pretensiones abarcadoras, una suerte de mapa de diversas zonas de la literatura del siglo recién pasado. En su mayoría estos textos fueron originalmente publicados en el diario Reforma y la revista Letras Libres, lo que no sólo les impuso su brevedad (rara vez pasan de las cinco páginas cada uno), sino que determinó, es de suponer, que su prosa fuera en busca de la profundidad de sus temas recurriendo a la sencillez antes que a unas complejas marañas académicas. Domínguez Michael no deja de lado lo superficial, sino que indaga sus objetos mediante asociaciones en que lo biográfico y lo anecdótico también puede contar algo, además de contribuir a la amenidad del texto. Al respecto, es notable su conferencia sobre Roberto Bolaño, uno de los escritos claves del conjunto, en donde elabora un tejido en el que colaboran por igual la controversia acerca de la mexicanidad del autor, la cronología biográfica del mismo, la importancia que se le da en Chile a las vanguardias poéticas, todo entramado en un personalísimo y casi conversacional informe de lectura. La crítica literaria, lo demuestra este libro, también puede ser vital. —
Retiro de televisores
Edson Evaristo Pizarro. Ripio Ediciones, 2009, sin foliar.
LUN, 12 de Agosto 2009.
Se ha hecho corriente en Chile, desde Poemas y antipoemas, pero sobre todo desde La nueva novela, que los títulos de los libros de poesía cumplan un rol interno en los textos, ya sea explicándolos o dando pistas al lector sobre su trasfondo más invisible. En este Retiro de televisores el título es crucial: tomándolo como un “ready made” a partir de la conocida operación militar homónima, en la cual se hicieron desaparecer no televisores, sino cuerpos humanos, el libro se plantea como un escarbamiento de la memoria oculta tras la realidad pulcra y blanqueada. Su autor echa mano aquí de un lenguaje y un ambiente propios del chat y la incomunicación virtual, en un flujo tan neurótico como sus medios: “Ella dice que estudia medicina dice que aunque nacimos en paises diferentes manejamos el mismo lenguaje mal tipiado”. Ese lenguaje atolondrado, infestado de erratas, el mismo que sale con prisa en los cibercafés, con la urgencia de decirlo todo y nada al mismo tiempo, en este libro –el primero de Pizarro– funciona también como un eco de una realidad en que lo público y lo privado se muestran defectuosos, rotos e incomprensibles: un lenguaje que no sólo está “mal tipiado”, sino que además es “difícil de arreglar como un par de dientes quebrados”. —
material mente diario. 1998-2008
Alejandra del Río. Editorial Cuarto Propio, 2009, 74 páginas.
LUN, 26 de Agosto 2009.
Hacía más de diez años que la poeta Alejandra del Río (1972) no daba luces acerca de su trabajo literario, con excepción de dos libros para niños publicados el 2002. Ese silencio seguramente está relacionado con su partida a Berlín, ciudad en la que reside actualmente, pero sobre todo con la naturaleza decantada y pausada de los poemas que ahora presenta. El título escrito enteramente en minúsculas anuncia bien este libro que los músicos llamarían acústico, es decir, sin altisonancias. Ese tono general contrasta fuertemente con la profundidad de sus símbolos, con su imbricamiento discursivo y con su filudo imaginario, en el que figuran por igual cartas del Tarot, espacios domésticos, imbunches chilotes, tumbas nocturnas y hasta zombies que remiten al cine gore. Dividido en cuatro capítulos (“la mesa”, “la mano”, “los pies” y “la ventana”), el conjunto se traslada paulatinamente desde la enmarañada y oscura búsqueda del sentido en la impenetrabilidad de las cosas hasta lo más elemental y claro en los fondos de la memoria íntima, que en este caso está significativamente marcada por escenas de la niñez, tanto en el recuerdo de la propia infancia como en la experiencia de la maternidad, para llegar finalmente a cierta expansión del sujeto en los viajes, los paisajes y la distancia. —
Chile en los ojos de Darwin
Claudia Urzúa. Ediciones B, 2009, 197 páginas.
LUN, 26 de Agosto 2009.
Los dos viajes que el famoso naturalista inglés Charles Darwin realizó por Chile, el primero en Tierra del Fuego a comienzos de 1834 y el segundo por el resto del territorio entre abril del mismo años y septiembre de 1835, es uno de los más importantes que alguien haya hecho en la historia de la humanidad. A causa de esa experiencia, el joven Darwin, que hasta el momento estaba medio irresoluto en sus dudas vocacionales, abrazó de lleno la ciencia y se dedicó a armar el puzzle de sus observaciones, el que lo conduciría a la elaboración del revolucionario documento que lo hizo célebre: El origen de las especies. Este libro es una completa y apasionante crónica de esos periplos, relatando con amenidad y rigurosidad la vida de Darwin en Chile, a la vez que documentando la imagen que el país dejó en el científico. Gracias a ese recorrido, Chile adquirió una de sus primeras imágenes pormenorizadas y exhaustivas, la que, unida a las exploraciones de naturalistas notables como Ignacio Domeyko, Claudio Gay y Rodolfo Philippi, dibujó los cimientos de la loca geografía que nos constituye. Cae de perlas para el bicentenario esta bitácora del viaje de Darwin, quien es, ciertamente, otro padre de la patria.—
La nube
Federico Schopf. Cuarto Propio, 2009, 126 páginas.
LUN, 9 de Septiembre de 2009
Después de publicar su primer libro en 1966, el poeta, ensayista y profesor Federico Schopf dejó pasar casi veinte años para volver a los escaparates, en 1985, con su celebrado Escenas de peep-show. No es raro entonces que La nube, su tercer libro de poemas, aparezca ahora, veinticinco años después del segundo, con lo que el autor ha batido probablemente el récord chileno de parsimonia editorial. El tiempo no pasa en vano. Si el primero fue un libro de juventud y el segundo de madurez, este tercero pasa raspando la espinuda cajonera de la senectud: se trata de poemas situados justamente en la zona en que la vida se estrecha, impeliendo al resumen o a la cuenta. Muchos de ellos son poemas de amor, el que aparece como una tabla de salvación, pero también como un peligro: “En el amor se nada hacia una orilla / a la que no se llega / porque no existe”. Curiosamente, esa imagen del amante como un nadador sin futuro es la misma que usa Schopf para definir la poesía misma: “No entres en este charco / no tiene fondo / perderás todo / lo que dejes en tierra firme / y lo que ves en la otra orilla”. Esa identidad entre poesía y amor –o entre arte y vida– cruza el libro y, junto al mito de Narciso, desnuda su idea central, que es la de una constante interrogación por el sentido de todo, que, al cabo de los años y al pie de la muerte, se revela acaso sustentado por efímeros y tardíamente apreciados instantes de belleza o intensidad visual, como aquellos jóvenes que van a toda velocidad en un automóvil descapotado, con “la cabeza ondulando en el smog / y los sueños y ella / y el choque / que no llega”. Gran libro del profesor Schopf, quien se autocalifica como “poeta menor de la Antología”, pero declara ladinamente: “Algunos de mis enemigos / yacen en el sarcófago / no por mi causa / yo procuro atrasarme siempre / como el huésped que sale último –o lo sacan– / del gran banquete”. —
Cuentos completos
Fogwill. Alfaguara, 2009, 464 páginas.
LUN, 23 de Septiembre de 2009
Aunque es autor de unos quince libros, sólo en el último tiempo Fogwill ha dejado de ser un nombre difícil de encontrar en las librerías. El broche de oro de esa recuperación fogwilliana es este libro que reúne la totalidad de sus cuentos, salvo “cuatro o seis” que el narrador argentino al parecer ha tirado a la basura de su bibliografía (“es mi voluntad que nunca vuelvan a aparecer, y que, si algo me sobrevive, provenga de esta selección”). Ordenados según sus “tonalidades y efectos”, en vez del tradicional orden cronológico, los veintiún relatos que lo conforman constituyen una suerte de legado de este escritor crucial en el panorama de la literatura latinoamericana actual. Fogwill es lo que se llama un contador de historias, aunque, a pesar suyo tal vez, es a su modo también un estilista polimorfo. Su manera de contar o, mejor dicho, sus varias maneras de contar son una permanente demostración de velocidad y fuerza, de furia, de ritmo, de rock, de adrenalina al máximo, si bien cuando es necesario bajar las revoluciones las baja hasta la hipnosis. No por nada Daniel Link ha reparado en la “inteligencia superior” de Fogwill, la que es “un poco inhumana: como si se tratara de la inteligencia de una divinidad o de un alienígena, siempre un poco más allá de la capacidad de comprensión del común de los mortales”. El volumen incluye sus cuentos más extensos, que algunos considerarán novelas cortas, como el famoso relato “Help a él”–reeditado hace poco en España por Periférica junto a “Sobre el arte de la novela”– o el entrañable “Camino, campo, lo que sucede, gente”. Estos Cuentos completos ponen a su autor en balance, con un inventario del que, por cierto, Fogwill sale con holgados números azules. Según Elvio Gandolfo, autor del prólogo, si se hiciera “una buena antología de treinta cuentos argentinos, que incluyera las mejores piezas, compilada por un imparcial juez de cuentos, libre de amiguismos y compromisos, allí, en el primer escalón, Fogwill estaría compartiendo espacio con Borges, con Arlt, con Roberto Fontanarrosa”. —
Claveles
Juan Eduardo Díaz. Ediciones Caronte, Valparaíso, 2009, 127 páginas.
LUN, 23 de Septiembre de 2009.
Enrique Lihn decía por ahí que “el poema es un rito solitario / relacionado en lo esencial con la muerte”. En este libro de Juan Eduardo Díaz, esa definición es llevada derechamente al campo de lo funerario, de los velorios, de toda la imaginería cultural de la muerte: un mundo hecho de vestidos de luto, ángeles, claveles, gladiolos, parcas, tumbas y fantasmas. Es bien llamativo el talante neorromántico con que Díaz aborda esos tópicos, plantándose en un lenguaje y una simbología que remite de plano al siglo diecinueve y aun a la literatura gótica, alterada a veces por interferencias de la modernidad que renuevan esos antecedentes caducos. Ésa es su fortaleza, pero también su riesgo y en ocasiones su exceso, porque al desenvolverse en un terreno vastamente recorrido por un sinfín de poetas se autoimpone una exigencia de originalidad. El libro agarra vuelo justamente cuando la impostación romántica deja entrever su trasfondo auténtico, olvidándose un tanto de su camisa de fuerza y escapándose en su propio flujo o trayendo a colación un entorno inmediato o familiar al cual atenerse: imágenes de pescaderías, el rezo de un “rosario de noviembre”, alusiones a la “generación Blondie” e incluso frases célebres de la tele (“que venga la modelo”). —