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Escaparates

Leonardo Sanhueza



Para un pueblo fantasma. Cartas para reinas de otras primaveras. El molino y la higuera
Jorge Teillier. Tajamar Editores, 2009, 222 páginas.
LUN, 3 de febrero 2010

La iniciativa de publicar, en un solo volumen, tres libros íntegros de Jorge Teillier es una de las decisiones editoriales más atractivas del último tiempo. Hace unos años Tajamar Editores había hecho algo similar con el mismo autor, en lo que parece ser una serie destinada a reunir sus obras completas “por tandas”, privilegiando en ello la unidad original de los libros, la mayoría inencontrables o convertidos en cosa de coleccionistas y anticuarios. Es interesante esa jugada editorial, la de publicar oleadas de libros “tres por uno”, pues toma el toro por los cuernos en vez de esperar que algún fondo mágico financie la megaempresa de reunir las obras completas de la manera debida a un autor imprescindible en el canon poético nacional. En el caso de este volumen, no sólo el orden cronológico hace que Para un pueblo fantasma encabece esta trilogía, sino también su preeminencia en el cuerpo total de la obra de Teillier. Quizás por eso este libro triple es a un mismo tiempo una colección de “grandes hits” teillierianos, una inauguración de lo que podría llamarse “poesía lárica urbana” y un despliegue de casi todos los elementos que constituyen la poética del autor lautarino. Como ocurre a lo largo de casi toda la producción de Teillier, la frontera temática y formal entre uno y otro libro es difusa y casi no se nota el paso de los años. Aquí están poemas tan recordados como “Pequeña confesión”, “Bajo un cielo nacido tras la lluvia” o “El poeta de este mundo”, como también las incursiones orientalizantes de “Cosas vistas” y la especie de santoral teillieriano que es “Libro de homenajes”. Un solo defecto citable: el poema de contraportada. Entre cientos de poemas posibles, se eligió justo “Cuando yo no era poeta”, que no es un poema de Teillier propiamente tal, sino una traducción suya de un poeta belga. Por lo demás, gran tripleta de Tajamar, que trae de vuelta a un poeta que se niega brillante y milagrosamente a ser tarjado por el tiempo.




Allí estás
Juan Santander. Marea Baja, 2009, 45 páginas.
LUN, 17 de febrero 2010

Este primer libro del poeta Juan Santander Leal es engañoso: juega con su apariencia inocente y adolescente, pero bajo las transparencias de esa escritura hay más que leer. Es justamente ése uno de los mayores méritos de estos textos: dosificar con precisión el nivel de transparencia o claridad. El primer poema, “Tienes sed”, es representativo de eso y está para ponerlo en un marco: “Los labios salados también cantan / y déjame decirte que en mis ojos / yacen pueblos enormes y rosados / tardes largas pasean por la calle / como un viejo heladero en bicicleta / y me obligas a estar con tus amigos / mirando remolinos en la esquina / sentado en el declive de un jardín / mientras llega la sal hasta nosotros”. Hay resonancias –un poco de Jorge Teillier, algo de Nicanor Parra, otro poco de Kavafis– que cuajan en una propuesta original, rara en el contexto chileno (por su serie de referencias desérticas y nortinas) y, además, riesgosa, porque se conduce en los terrenos de un lirismo sutil, llano, de palabras comunes y relativas en general al tema del amor, lo que fácilmente puede caer en lo simplón y lo “poetizado”, pero no es el caso: por el contrario, la delicadeza muestra que también tiene su filo.


Recolector de pixeles
Christian Aedo. Ripio Ediciones, 2009, s. p.
LUN, 17 de febrero 2010


Letras que se disgregan en la página, algunas frases y palabras que están impresas en tintas más tenues que el resto, poemas partidos por la mitad como con tijera o desplazados de su centro o derechamente “pixelados” o borroneados: todo en este primer libro del poeta Christian Aedo incluye las ideas de disgregación, ocultación, precariedad, en relación con la memoria. El epígrafe de Enrique Lihn conduce el libro: “El papel se llena de signos / como un hueso de hormigas”. En este caso, las hormigas o signos se refieren a pedazos o restos de imágenes de la ciudad, de la televisión o de espacios domésticos que lentamente se han atomizado o destruido, formando con ello una ráfaga de datos remanentes o residuos de una época. Los faquires del Paseo Ahumada, escenas de feria libre o aquella vez en que nevó un poco sobre Santiago, a mediados de los noventa, son puntos en que Aedo conecta con fuerza y velocidad la memoria individual con la memoria colectiva y la historia: “La última vez que cayó nieve sobre Santiago / fue solo un espacio de Transición / no alcanzó a tocar el piso / se desvanecía en el aire nos conocimos / no podríamos decirlo de otra manera o con palabras / en los sectores de la ciudad donde todo se pierde”.


 

Aeropuerto
Galo Ghigliotto. Editorial Cuneta, 2009, 56 páginas.
LUN, 17 de Marzo de 2010


Más que una colección de fragmentos, este tercer libro del poeta Galo Ghigliotto es un solo poema largo episódico, cuyo motivo –los aviones, reales o personificados, y todas las cosas asociadas– sirve de estribo para las diferentes escenas aeronáuticas y viajeras que lo componen. Todo ese poema está dirigido a un “tú” extremadamente ambiguo, con lo que el texto oscila entre la poesía erótica, la reflexión solitaria con uno mismo y la interpelación a un lector, todo en una tensión íntima o complicidad que contrasta severamente con el tarrerío de Boeing y Airbus que uno imagina cruzando la noche a lo largo del libro: “No sólo es asunto de combustible / según tus manuales mi avión se maneja sólo con la mirada”. Algunos patinazos por ahí (“daba a luz orgasmos que bautizamos por María”) no alcanzan a hacerle mella a este libro volador. Al final resulta curioso, pero muy sugerente, que llame Aeropuerto : justamente el lugar de partida o llegada que más ausente está, pero que en el poema opera, con sus atentas torres de control, como una escenificación lejana y estable del destino: “por momentos creemos que han muerto / pero si nos quedamos mucho tiempo sobre la losa / a la hora del despegue / podemos verlos pasar con sus maletas de un lado a otro / sacudiendo la neblina como si se tratara / de una parte tangible del sueño”.

Vidas breves
John Aubrey. Ediciones Universidad Diego Portales, 2010, 227 páginas.
LUN, 31 de Marzo de 2010

Este libro es una curiosidad por varias razones. Anticuario y escritor, el inglés John Aubrey dejó al morir, en 1697, un lote de manuscritos que permanecieron inéditos durante dos siglos y que durante el siglo veinte le dieron su fama largamente póstuma. Estas Vidas breves son una selección de ese material; hasta donde sabemos, la primera que se publica en castellano. Como lo sugiere su título, se trata de pequeñas piezas en prosa, que siguen de manera muy singular el antiguo género de las “vidas”: a veces sólo unas líneas, en ocasiones una decena de páginas, son una cincuentena de biografías en miniatura, en las que Aubrey despliega no sólo sus innegables dotes estilísticas o su poder de condensación, sino también su personalísimo punto de vista, siempre atento a detalles y hechos que otro biógrafo habría considerado superfluos. Esa fijación con lo anecdótico hace que estos retratos sean exquisitas instantáneas de una época y sus personajes, dejando tal vez las cosas importantes para las enciclopedias. Desde luego, el método de Aubrey consigue también retratarlo a él mismo: un excéntrico que se interesaba por las nimiedades de las demás personas y que encontró en sus propios talentos un medio, y en sus deficiencias, un sazonador de su estilo. Los protagonistas de estas fichas son celebridades del siglo diecisiete: tipos como Francis Bacon, Richard Burton (“a pesar de toda su astrología y su libro sobre la melancolía, terminó sus días ahorcándose en su pieza”), Cavendish, Chaucer, Descartes (“era un hombre demasiado prudente para llevar la carga de una mujer”), Mercator, John Milton o William Shakespeare, de quien nos informa que, en la niñez, fue carnicero, como su padre, y que “cuando carneaba un ternero solía hacerlo con gran estilo, declamando”. Para leer en todo lugar, hasta debajo de la ducha.



 

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Escaparates.
"Para un pueblo fantasma". "Cartas para reinas de otras primaveras". "El molino y la higuera", de Jorge Teillier; "Allí estás", de Juan Santander Leal; "Recolector de pixeles", de Christian Aedo; "Aeropuerto", de Galo Ghigliotto; "Vidas breves", de John Aubrey.
Por Leonardo Sanhueza.
Las Ultimas Noticias, 3 de Febrero, al 31 de Marzo de 2010.