Leonardo Sanhueza
Tres bóvedas
Por José Ignacio Silva
Leonardo Sanhueza (Santiago, 1974) ganó el XVII Premio
Internacional Unicaja de Poesía Rafael Alberti en 2001 por su segundo
poemario, Tres bóvedas (o El eco y la pedrada como circula
en antiguas versiones de prensa), lo que le valió la publicación en el
prestigioso sello español Visor libros. La lectura de este volumen
justifica y confirma el merecido galardón, que en su última versión recibió
la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi. Nos encontramos frente a uno de
los libros de poesía más sólidos escritos en el último tiempo, y consolida
a Leonardo Sanhueza (conocido con anterioridad como editor de los ellos
Quid y J.C. Sáez y columnista de Las Ultimas Noticias) como uno de los
poetas chilenos más notables del momento, al mismo nivel de un Javier
Bello o Germán Carrasco.
Comparaciones aparte, la poesía que se puede leer en Tres bóvedas se ofrece a los ojos del lector con la facilidad y el placer con que
solamente cuentan los poemas encantadoramente hechos, con un lenguaje
jamás hueco, con la sensibilidad e inteligencia de un autor que hábilmente
ha sabido combinar imágenes sutiles y de singular y cotidiana belleza con
la maestría de aquellos que han hecho florecer en las páginas un mundo,
un microcosmos, rebosante de significaciones y referencias, intrincadas
y cultas algunas como las del pintor simbolista belga Fernand Khnopff
(no "Knopff") o la del artista victoriano George Frederick Watts
-quizás a propósito de Borges, Chesterton y el minotauro-, pero felices
en su inmensa mayoría.
El autor muestra su ojo fino, su capacidad de construir el retrato
armonioso y lúcido de lo urbano: Mientras los parques de la gran
ciudad/ se llenan de ancianos sin porvenir,/ de jadeantes suspiros, /
y llegan sudados oficinistas/ a maldecir del sol bajo los árboles, /
y ociosos escolares/ arrojan sus cuadernos a las fuentes,/ y ellos,
los amantes, se cubren poco/ a poco de renuevos/ y musgo, como tumba
abandonada; / mientras ello y más sucede en las hojas/ que caen de los
parques/ hacia la gran ciudad, día tras día,/ como plumas o billetes que
el tiempo/ acaricia y corrompe/ y que la brisa acoge para hacer/ una recia
burocracia del olvido,/ un jilguero se posa,/ ordena la corona de su
hermano/ y apretándose la corbata, canta.
Sanhueza ha logrado erigir lo anterior pues demuestra que tiene los cinco
sentidos alerta, abiertos para acumular todo aquello que ha tomado
contacto con él, desde la observación del entorno ciudadano hasta el
contacto con la muerte y el recuerdo, pasando por miradas a la palabra
y a la poesía misma, insertadas sutilmente entre los versos, conformando
el vigoroso entramado poético que ilustra las páginas del libro:
El poema es golondrina (...) El poema es el testigo del absoluto, o
mejor en el imponente poema "El misterio cumple cien años"
(donde Sanhueza recuerda y celebra a su querido Rosamel del Valle):
Se nace, se muere ¿y qué más da?/ Tal vez demasiado. Pero el poema no
tiene por misión/ ni la vida ni la muerte. El poema es piedra que se/
desvanece.
Tres bóvedas está en apariencia cruzado por las aves
(motivo recurrente en Sanhueza), y el libro cuenta con una estructura
donde coexisten distintas formas poéticas, voces e imágenes; con todo,
reparar en estos aspectos no viene en lo más mínimo al caso, pues ninguno
de estos u otros factores inciden más o menos en el hecho más evidente:
que este libro es uno de los mejores del último tiempo y su autor una de
las voces poéticas más atrayentes de la lírica chilena actual.
Tres bóvedas
Leonardo Sanhueza
Visor Libros, Madrid, 2003, 71 págs.
Grifo, numero tres, diciembre 2003 - enero 2004