Plagio del afecto
Carlos Cociña. Ediciones Tácitas, 2010, 64 páginas sin numerar
Por Leonardo Sanhueza
Hasta hace unos años, Carlos Cociña era un autor secreto, que no publicaba más de un libro por década y que circulaba como una extraña moneda de colección entre unos cuantos avispados lectores de poesía. Ha sido en la última década que sus publicaciones se han multiplicado, tanto en papel como en internet, reeditándose además su primer y muy significativo libro Aguas servidas, de 1981, todo lo cual da cuenta del progresivo interés que ha venido suscitando su obra.
En este Plagio del afecto, Cociña continúa y amplía el sello característico de su producción poética, que es imitar o reproducir un lenguaje frío y aparentemente ajeno a lo que se cuenta bajo cuerda, realizando para ello una especie de saqueo estilístico de diversas disciplinas científicas. Son 53 “afectos”, es decir, textos dedicados a algún aspecto de la afectividad, de los cuales casi la mitad está en blanco, mientras que el resto son pequeños fragmentos “plagiados” a sociólogos, sicólogos, cineastas, biólogos, etcétera, como también algunos informantes anónimos; las palabras de todos ellos han sido sacadas de contexto y, es de suponer, sometidas a pequeños o grandes ajustes. El resultado es una inquietante colección de citas tijereteadas y remodeladas, pequeños y misteriosos “poemas encontrados”, pero a la vez una suerte de recetario íntimo de alguien, un sujeto invisible, que trata de explorar sus afectos, mostrando con textos ajenos y páginas en blanco el derrotero de su propia búsqueda.
Fuera de contexto, el lenguaje plano, específico y hasta abstruso de los especilistas se vuelve aquí un artefacto frágil, en que las palabras nunca parecen significar lo que significan, sino cualquier cosa, o bien se expanden hacia lugares inesperados, siempre bajo la guía de quien ha seleccionado los textos. El fragmento inicial, por ejemplo, está referido a un libro de física biológica: “Elaboras redes con puentes o túneles, que evolucionan para que las transferencias sean eficientes y otras queden anuladas. A pesar de ello, pueden desmadejarse y en el quiebre, en la casi imposibilidad de respirar sin los nudos, apareces devastada. Todo era falso pero posible. Túneles y puentes, aunque destruidos, persisten en la anulación”.