ESCAPARATES
Leonardo Sanhueza
.. .. .. .. .. ..
Winesburg, Ohio
Sherwood Anderson. Acantilado, 2009, 249 páginas.
LUN, 5 de Mayo de 2010
Aplausos, reverencias, escalofríos, carcajadas, lágrimas de emoción: todo lo que uno haga es poco para reflejar la vastedad del mundo que se abre en Winesburg, Ohio. Esta pequeña gran obra maestra de Sherwood Anderson reúne en sí al menos dos virtudes que la hacen ejemplar: su extremada aunque sólo aparente sencillez, que hace invisibles todas las dificultades que supone un artefacto narrativo de los más profundos y variados alcances, y su predilección por las historias y los personajes, que lo convierte en un libro entrañable, que uno quisiera tener siempre cerca para releer una y otra vez. Son veintidós relatos breves, unidos por un personaje y un pueblo: el joven periodista George Willard, que trabaja en el periódico de Winesburg, Ohio. Como Edgar Lee Masters en poesía, Anderson encuentra en los vecinos de un pueblo chico el infierno grande de la humanidad entera, retratando en su caso lo que ve ese joven, fascinado por las vidas particulares de gente común –solteronas locas, místicos confundidos, misóginos feos, etcétera–, en cuyo grotesco, que roza lo esperpéntico, se revelan virtudes y miserias universales. La perspectiva de Anderson es amable y no enjuicia, pero tampoco perdona: no tiene compasión alguna por sus personajes, pero a la vez los trata con una delicadeza respetuosa. Por otro lado, sin el menor enredo estilístico, sino privilegiando siempre un lenguaje claro y directo por sobre cualquier tipo de ampulosidad, el libro es una clase magistral acerca del arte de narrar, sobre todo en lo que al relato breve se refiere: no en vano suele decirse que es uno de los fundamentos de la brillante tradición del relato breve en Estados Unidos. Reciente ganador del premio Llibreter, galardón que conceden los libreros catalanes al mejor libro del año, Winesburg, Ohio es una maravilla de frente y de perfil: no cometa el desatino de perdérselo. —
Estoy desnudo
Yasutaka Tsutsui. Atalanta, 2009, 198 páginas.
LUN, 2 de Junio de 2010
La literatura japonesa llega a nuestro idioma de modo tan filtrado y predigerido que siempre cabe preguntarse de qué nos estamos perdiendo. Así, por lo menos hasta la aparición de Hombres salmonela en el planeta porno, publicado hace un par de años, nos estábamos perdiendo a Yasutaka Tsutsui y sus mundos extraordinarios. Desde el realismo más llano hasta la ciencia ficción paródica, pasando por la fantasía delirante, el humor desatado y la literatura del absurdo, Tsutsui no deja espacio de la creación fuera de su espectro de recursos. Este libro es una antología preparada por el autor especialmente para la editorial y reúne ocho cuentos de varios megatones cada uno. El cuento que le da título, “Estoy desnudo”, es una lección de narrar: en él, una situación ridícula –unos amantes clandestinos son obligados por un incendio a salir, semidesnudos, del hotel en que se encuentran haciendo el amor por tercera vez– desata una tragicomedia de imprevistos y desatinos, en los cuales el destino se presenta como una consecuencia de las convenciones sociales absurdas, creando un torbellino letal a partir de los miedos, pudores, reglas de convivencia y costumbres que constituyen lo que llamamos normalidad. Es curioso cómo salta Tsutsui de un cuento como ése, que carece por completo de elementos fantásticos, a los siguientes, en los que, como si fuera la cosa más natural del mundo, van apareciendo un pobre infeliz que es enviado como embajador a un país extraterrestre por saber hacer crujir sus articulaciones, un viaje desopilante en un avión cuyo piloto es una vieja que no sabe pilotar y que para colmo lleva una guagua amarrada en la espalda, un demonio rojo de la mitología japonesa que produce una masacre inexplicable reventando a garrotazo limpio los cráneos de diez trabajadores, en fin: un libro que es una máquina de alucinaciones realistas y fantásticas, crudas y maravillosas, todas a velocidades siderales. ¿Cansados de Murakamis y Kawabatas? Bienvenidos, pues, al planeta Tsutsui. —
Diario de muerte
Enrique Lihn. Universidad Diego Portales, 2010, 88 páginas.
LUN, 16 de Junio 2010
Este libro es una de las piezas claves de la poesía de Enrique Lihn, a la vez que un documento impresionante acerca de la relación entre un poeta y el acto de escribir en una situación tan extrema como la muerte inminente. Escrito en poco más de un mes y corregido hasta en los últimos días de vida de su autor, quien murió a los 59 años, en julio de 1988, el libro fue publicado de manera póstuma en el año siguiente y esta reedición incluye esa versión íntegra, con el prólogo y el epílogo de Pedro Lastra y Adriana Valdés, más un texto introductorio de Christopher Domínguez Michael, quien aborda la obra y personalidad de Lihn desde el punto de vista ético, apuntando el hecho de que el autor de estos poemas, aun cuando le quedara sólo el último aliento, cumplió hasta el fin la “obligación moral de ser inteligente”. Diario de muerte contiene algunos de los poemas más estremecedores del último medio siglo, como aquel famoso texto que comienza con los versos “Nada tiene que ver el dolor con el dolor / nada tiene que ver la desesperación con la desesperación”, y a la vez es un entramado tratado sobre la muerte, en el cual tienen cabida el humor cáustico, la desolación, las pequeñas venganzas personales, las meditaciones sobre la enfermedad y la sanidad, etcétera, todo a toda velocidad. Este libro se lee y nunca más se deja. —
Plagio del afecto
Carlos Cociña. Ediciones Tácitas, 2010, 64 páginas sin numerar.
LUN, 30 de Junio de 2010
Hasta hace unos años, Carlos Cociña era un autor secreto, que no publicaba más de un libro por década y que circulaba como una extraña moneda de colección entre unos cuantos avispados lectores de poesía. Ha sido en la última década que sus publicaciones se han multiplicado, tanto en papel como en internet, reeditándose además su primer y muy significativo libro Aguas servidas, de 1981, todo lo cual da cuenta del progresivo interés que ha venido suscitando su obra.
En este Plagio del afecto, Cociña continúa y amplía el sello característico de su producción poética, que es imitar o reproducir un lenguaje frío y aparentemente ajeno a lo que se cuenta bajo cuerda, realizando para ello una especie de saqueo estilístico de diversas disciplinas científicas. Son 53 “afectos”, es decir, textos dedicados a algún aspecto de la afectividad, de los cuales casi la mitad está en blanco, mientras que el resto son pequeños fragmentos “plagiados” a sociólogos, sicólogos, cineastas, biólogos, etcétera, como también algunos informantes anónimos; las palabras de todos ellos han sido sacadas de contexto y, es de suponer, sometidas a pequeños o grandes ajustes. El resultado es una inquietante colección de citas tijereteadas y remodeladas, pequeños y misteriosos “poemas encontrados”, pero a la vez una suerte de recetario íntimo de alguien, un sujeto invisible, que trata de explorar sus afectos, mostrando con textos ajenos y páginas en blanco el derrotero de su propia búsqueda.
Fuera de contexto, el lenguaje plano, específico y hasta abstruso de los especilistas se vuelve aquí un artefacto frágil, en que las palabras nunca parecen significar lo que significan, sino cualquier cosa, o bien se expanden hacia lugares inesperados, siempre bajo la guía de quien ha seleccionado los textos. El fragmento inicial, por ejemplo, está referido a un libro de física biológica: “Elaboras redes con puentes o túneles, que evolucionan para que las transferencias sean eficientes y otras queden anuladas. A pesar de ello, pueden desmadejarse y en el quiebre, en la casi imposibilidad de respirar sin los nudos, apareces devastada. Todo era falso pero posible. Túneles y puentes, aunque destruidos, persisten en la anulación”. —
El divorcio
César Aira. Buenos Aires, Mansalva, 2010, 125 páginas.
LUN, 28 de Julio 2012
César Aira ha escrito tantos libros –unos sesenta o más– que es imposible o muy trabajoso seguirle la pista y hacerse un cuadro cabal de su obra. Naturalmente, esa vasta producción tiene valles y cumbres; es decir, Aira, como Lionel Messi, a veces ha tenido tardes opacas, pero cuando brilla, lo que por lo demás ocurre muy a menudo, sus libros son un carnaval literario que conviene leer de pie, aplaudiendo, sonriendo de buena gana, sacándose el sombrero en caso de usarlo. Es el caso de El divorcio, su más reciente novela –o “novelita”, como dice el autor–, en la que Aira despliega con maestría una buena porción de sus recursos habituales: una historia simple que a poco andar se bifurca inesperadamente hacia varias historias, una capacidad de convertir lo improbable y lo fantástico en una realidad tangible mediante el poder de la narración, un final abrupto que sin embargo calza perfectamente con la maquinaria de la novela, personajes que a pesar de estar dibujados con estereotipos o caricaturas resultan entrañables, parrafadas tan bien escritas que podrían formar parte de un libro de aforismos, etcétera. La novela transcurre en un abrir y cerrar de ojos, literalmente: comienza cuando un ciclista queda completamente mojado bajo un chorro de agua que de pronto cae desde un toldo y termina en el instante siguiente, cuando el amor de su vida lo reconoce, cruza la calle, lo abraza y se deshace. Entremedio, el narrador –que ha llegado al lugar de la escena buscando distancia para reponerse de su divorcio– se interna por diversos relatos que salen de ahí, compactando vidas enteras en un solo momento fugaz. Apta para divorciados, casados, viudos y solteros, esta nueva perla del planeta Aira subraya a su autor como a un escritor extraordinario y genial.