ESCAPARATES
Leonardo Sanhueza
Las Ultimas Noticias. 27 de Enero al 24 de Febrero de 2013
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Crónica de Tollan
Manuel Illanes. Piedra de Sol Ediciones, 2012, 78 páginas.
LUN, 27 de Enero de 2013
Hará unos tres años Manuel Illanes publicó Tarot en la carretera, su primer y, hasta ahora, único libro. En él se mezclaba prosa y poesía para hacer la crónica de un viaje o mochileo por Chile, Cuzco y La Paz. Quizás por ese antecedente, sumado a las connotaciones culturales del título “Crónica de Tollan” y la dedicatoria que lo caracteriza como “un viaje interior al abismo mexicano”, este segundo libro de Illanes produce de entrada un efecto desconcertante, ya que enfrenta la mitología mesoamericana no como la enfrentaría un “viajero interior” o un extranjero a secas, sino como una voz situada en ese tiempo mítico, una voz difusa, sentenciosa y oracular que toma su lenguaje, divinidades y cosmogonías como realidad objetiva, de modo que sus alusiones al presente resuenan de manera alegórica.
En el fondo, exige que el lector se comprometa con ese lenguaje y quede sumergido en el mundo mítico que representa. A partir de ahí, el relato se muestra como una revelación del horror mexicano actual, visto a través del cristal distorsionador de la cosmogonía que subyace en el territorio y su cultura. Bajo esa perspectiva, resulta natural la ausencia de un sujeto y de una realidad concreta, pues se trata de un espacio en que hablan las fuerzas de la naturaleza, las divinidades y los símbolos. “No hay historia”, dice por ahí, “sino sangre, / animales espantosos / esculpidos en el tablero”.
Eso último podría considerarse uno de los principios de este libro: no hay historia, sino sangre y mitos bajo el gobierno de fuerzas superiores y desconocidas. Y en el reverso de ese principio, claro, está la literatura, el libro mismo como un producto cínico de un horror inasible, pues “las cabezas de los decapitados son el maíz / que alimenta tu lengua roída”, de modo que al poeta no le queda más que mentirse: “Engáñate, engáñate pensando / que conoces el camino de Xolotl (…) / porque la muerte es una escalera de sombra / que siempre desciende en su ascenso”.
Bruma
María Inés Zaldívar. Lolita Editores, 2012, 66 páginas.
LUN, 27 de Enero de 2013
Veinticuatro poemas de María Inés Zaldívar, entramados alternadamente con similar número de fotografías en color de Bruno Ollivier, conforman este libro que habla del desencuentro y probable reencuentro de dos amantes, separados por una distancia oceánica: “Espalda con espalda / las piernas estiradas / las puntas casi tocando el agua / a cientos y miles de kilómetros”. Aparecen constantemente personajes homéricos tomados por antonomasia: Penélope, Telémaco, Ulises. Ese recurso, además del hecho de que sean veinticuatro poemas, no cumple tanto sus funciones como referencias cultas, sino que más bien está usado humorísticamente, como chistes nerviosos que intentaran tapar el desasosiego de los amantes alejados, entre quienes media aquella “bruma” que le da título al libro.
Como las fotografías, y también como la sencillez visual que introducen los epígrafes japoneses, estos poemas se desenvuelven en un espacio simple y cotidiano, ese espacio en que el amor es tonto, kitsch, ligero, en un estado sin poetizar. En ese lugar los sentimientos son a menudo literariamente inexpresables, por lo banales, pero a cambio están las imágenes: la soledad y la ilusión de una mujer que va a comprar un lápiz labial único al mall y no lo encuentra, un tipo que se aloja en un hotel costero sin más compañía que tres camisas nuevas, la distancia entre ambos calculada en las estrellas que brillan en la pantalla del computador. Pequeño cuento sin desenlace, la historia desemboca así en un futuro nebuloso, cargada sólo con esos veinticuatro restos visuales.
Polvo de huesos
Rosabetty Muñoz. Ediciones Tácitas, 2012, 192 páginas.
LUN, 10 de Febrero de 2013
Esta antología es un vasto recorrido por la obra de la poeta Rosabetty Muñoz. Esparcidos a lo largo de treinta años, son diez libros que, independientemente de su valor individual, no forman una constelación dispersa, sino que han delineado un trayecto, una búsqueda poética más o menos concatenada, cuyos reales alcances se aprecian mejor en perspectiva y constituyen uno de los proyectos literarios más consistentes de las últimas décadas en Chile.
El sentido de ese trayecto, que va desde una individualidad desanclada hasta la penetración en una memoria familiar y colectiva marcada fuertemente por Chiloé y su imaginario cotidiano, es un aspecto esencial en la poesía de Rosabetty Muñoz. Sus primeros libros, en efecto, parecieran desprovistos de territorio e identidad. Significativamente, ese ciclo termina con lo que pareciera un atisbo de la singularidad chilota: “Un torbellino se agita sobre el descascarado cielo. / Buscando algún orificio, un cristalino paso / para expandirse. / Hay luces al otro lado de la isla”.
El libro Hijos (1991) representa así un quiebre, el inicio de una especie de viaje interior, en el que Rosabetty Muñoz, lejos de la postal turística, utiliza el archipiélago como estructura narrativa para internarse, de isla en isla, en su autobiografía, en su maternidad y en el espacio hogareño, todo cruzado por la mirada colectiva local y la cosmovisión chilota. Empiezan a aparecer libremente las algas, las cruces de madera, el paisaje de bordemar y, especialmente, la lluvia y el claroscuro de la cocina: ese cromatismo crepuscular característico de la poesía sureña que, en este caso, es la puerta de entrada para una investigación sobre el mal, la amenaza permanente, el rol trágico y basal de las mujeres y la sensación de indefensión, desesperanza, soledad y abandono insular.
En permanente progresión, esta obra ha ido perdiendo el lastre de lo impostado para quedarse con lo genuino y lo propio, proceso que llega a su cúspide en Ratada (2005), donde una invasión de ratas en el espacio cotidiano ejemplifica de manera dramática la premisa que sustenta casi toda una obra: llevar la memoria íntima y local al punto en que se confunde con un simbolismo autónomo y reconocible.
Cuentos completos
William Goyen. Seix Barral, 2012, 574 páginas.
LUN, 10 de Febrero de 2013
Pocas veces una recomendación editorial es tan justa como la enfática frase que subraya la portada de este libro: “Uno de los mejores cuentistas norteamericanos de todos los tiempos”. Y sanseacabó.
Aunque comparte muchos rasgos literarios con los demás autores del “gótico sureño”, especialmente con Carson McCullers y Flannery O’Connor, la singularidad de Goyen es manifiesta. El pequeño infierno de Trinity, pueblito de Texas que marcó su infancia y que él luego intentó exorcizar en sus cuentos, se muestra aquí en su dualidad espeluznante y a la vez maravillosa: un lugar en que el mal acecha y actúa impunemente, sin que por ello los personajes queden presos en su banalidad, sino que están iluminados por una mirada compasiva, que busca en las contradicciones un espacio de sobrevivencia en que las vicisitudes humanas son dignas de ser narradas.
Son historias en que la luz polvorienta del desierto y la rígida moralina religiosa de las aldeas encubren una noche llena de vergüenza, horror, odio, venganza, incesto y vejación: una noche hermosa en que resplandecen de pronto las fogatas repugnantes del Ku Klux Klan. Sus personajes pueden ser muy duros y tangibles, pero otras veces parecen apariciones salidas del espacio granuloso en que la memoria se funde con el sueño. Hay en ellos cierta emoción de haber pertenecido a un lugar terrible y estar a salvo ahora, redimidos en el espacio de los recuerdos.
De repente un toquido en la puerta
Etgar Keret. Sexto Piso, 2012, 228 páginas.
LUN, 24 de Febrero de 2013
Los cuentos de Etgar Keret, uno de los escritores israelíes más populares y originales del último tiempo, parecieran bajar directamente de la más antigua tradición de los cuentacuentos orientales y, a la vez, estar insertos en la posmodernidad globalizada. En ellos, el eslabón entre el viejo arte de fabular y la realidad frívola y anodina de sus escenarios se halla, más que en el ámbito del lenguaje y el relato, en el rápido despliegue de situaciones extrañas, maravillosas o derechamente delirantes, y su consiguiente resolución encadenada de acontecimientos.
La historia que le da título a este libro es un buen ejemplo del método Keret: parodiando el cliché del “Y de pronto llamaron a la puerta”, es decir, admitiendo burlescamente la necesidad de ciertas convenciones literarias que le permiten a la imaginación fructificarse, configura un thriller sicológico en clave humorística, en el que un tipo termina acosado por un lote de desconocidos que han llegado uno tras otro a su casa a pedirle, con tono de gángsters y so pena de matarlo, que les cuente un cuento. Son relatos que exploran la vida concreta y cotidiana desde la perspectiva de lo imposible.
Como en su anterior libro, Un hombre sin cabeza, también editado por Sexto Piso, Keret plantea una literatura en que los personajes, con dos o tres señas, deben mostrar sus nervios principales y hacerse inolvidables; una literatura en que la imagen y la acción están por sobre el artilugio, porque su ética está en la cuerda de Las mil y una noches, esa necesidad humana de crear y escuchar historias, todo veloz, sin tiempo que perder: a treinta o cuarenta cuentos por volumen, estos relatos pasan por alto lo inverosímil, privilegiando cierta inocencia narrativa que, aunque a veces las remite a la fábula moral y a un ilusionismo un tanto incómodo para los lectores habituados a una literatura más desencantada, casi siempre logra aterrizar lo fantástico y lo maravilloso al plano en que la risa, la tristeza y aun la melancolía prevalecen como centro de lo que puede ser contado.
París, situación irregular
Enrique Lihn. Ediciones Universidad Diego Portales, 2013, 108 páginas.
LUN, 24 de Febrero de 2013
Hace rato que va siendo hora de reconocer que Enrique Lihn, además de haber creado uno de los mayores edificios literarios chilenos del siglo veinte, fue un intelectual cuya trascendencia aún se nos escapa. Pocos –¿Gabriela Mistral? ¿Nicanor Parra?– comprendieron mejor que Lihn el drama griego de la chilenidad y su relación con la extranjería y lo ajeno.
Luego del quiebre literario que significó su libro La musiquilla de las pobres esferas en 1969, este París, situación irregular, de 1977, representa una torcedura en el ámbito cultural, con la que Lihn asentó la diferencia latinoamericana con respecto a Europa como un punto crítico de nuestra literatura. La idea tradicional del “poeta chileno en París” queda expuesta hasta mostrar sus hilachas: el meteco como usurpador, el europeísmo esnobista, el chilenito que quiere “ser alguien” entre las reliquias del Louvre. La respetabilidad, a fin de cuentas.
Ese desajuste colonialista es a la vez una expresión de una crisis con respecto a la cultura europea, una “situación irregular” de un sujeto que, formado en los mármoles griegos, alemanes y parisinos, de pronto se da cuenta de que nada de eso le pertenece cabalmente. Para Lihn, eso no sólo es un desafío de exploración sociológica, sino sobre todo la oportunidad de una pequeña venganza, nada más y nada menos que contra Europa, cuya herencia majestuosa e impenetrable, por el revés, de devela como un daño, una herida que no cicatriza y que sólo se puede contrarrestar con una sonrisa tan sardónica como doliente.