De joven, a medida que el siglo diecinueve iba dejando su lugar a una nueva época, el poeta Jorge González Bastías parecía destinado a dejar en sus recuerdos la ruralidad natal y afincarse para siempre en el tráfago metropolitano cada día más vertiginoso. Disparado de Nirivilo a Talca y de ahí al Instituto Nacional, saludó la llegada del siglo veinte como periodista y la ciudad le hacía un espacio entre otros destacados jóvenes de letras de su generación, como Carlos Pezoa Véliz o Manuel Magallanes Moure. Pero algo no terminaba de cuajar. La muerte de su padre y la necesidad de su madre de cuidar el fundo que había heredado precipitaron la decisión de largarse de Santiago en el primer tren y recomenzar su vida maulina, en una localidad de nombre poco alentador: Infiernillo.
Su nueva ocupación como agricultor, a la que luego sumó la política al ser electo regidor y varias veces alcalde de Nirivilo, no sólo cambió su vida cotidiana, sino también la guía de sus versos. Si antes el influjo modernista lo había llevado a escribir con cierta plenitud nostálgica acerca del terruño, la cruda realidad rural de Infiernillo lo puso frente a frente a la arruinada naturaleza y la miseria e impotencia de los campesinos que veían cómo sus tierras, antaño ricas, fértiles y hermosas, se habían vuelto un deplorable páramo agonizante a causa de la irresponsable sobreexplotación agrícola y la depredación forestal.
De esa tristeza provino su libro El poema de las tierras pobres, que acaba de ser reeditado por Ediciones UCM, de la Universidad Católica del Maule. Publicado originalmente en 1924, el breve volumen es una suerte de clásico fundacional de la poesía maulina, abierto por el autor con una dedicatoria que no puede ser
más elocuente, a la vez que precursora de una sensibilidad ecológica y social sobre hechos que hoy están penosamente a la orden del día: "Al Maule, al río amado, / a las sombras humanas que vagan / añorando por sus tierras / ahora infecundas".
Con el libro, el autor tocó tales fibras de esa zona del país que su
identificación con su comunidad y su tierra es muy profunda y mutua. Poco después de su muerte, la vieja estación Infiernillo del ramal Talca-Constitución fue renombrada González Bastías en su honor, como también lleva su nombre una escuela en Nirivilo. La cosa escala incluso a los cachivaches del turismo. en el catálogo de la tienda talquina Kuk, especialista en artesanías y suvenires maulinos, no sólo es posible encontrar llaveros que dicen "Talca, París y Londres" o imanes de Curicó Unido para el refrigerador, sino también tazones impresos con un retrato y unos versos del poeta.
Como bien anota Jonnathan Opazo en el prólogo, el libro de González Bastías se ha vuelto "rabiosamente actual", como si hubiera sido escrito a la vista de "los incendios forestales de 2017, el recrudecimiento del cambio climático, la sequía". El poeta lamenta, en efecto, que su tierra esté desolada como en un apocalipsis agrario y que sean sólo un recuerdo los cantos del río, su paz, todo reemplazado por "una miseria nueva que ha venido" y "arrasó los sembrados / y los rebaños y los huertos".
Visionario sin siutiquería
"Ah, tierra mía, tierra triste, / ensombrecida por la muerte / como eras pobre no pudiste / ni castigar ni defenderte", escribe González Bastías casi en el final de su libro. En el epílogo, Bernardo González Koppman observa que en esta obra el autor "asume visionariamente el principal drama humano y ecológico de la zona costina, inaugurando el motivo del río Maule en nuestra poesía y fundando, de paso, el fenómeno literario de la 'maulinidad' con temas vernaculares y asuntos lugareños, rústicos, cuando todo apuntaba al arribismo y la siutiquería modernista en las producciones literarias del país y el continente".
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Vuelve el poeta que denunció antes que nadie la depredación agrícola
Reeditan "El poema de las tierras pobres" de Jorge González Bastías
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias, 26 de abril de 2021