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Shakespeare y Woody Allen se vuelven un solo hombre
El hombre de siempre. Shakespeare en el cine de Woody Allen. Rocío Casas Bulnes
Hueders, 2014
Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias. Lunes 24 de febrero de 2014
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Se terminan las vacaciones, se aparece marzo y comienza de inmediato el año literario.
Esta vez ha sido la Editorial Hueders la que inaugurará las publicaciones del 2014, con el lanzamiento de un breve ensayo de Rocío Casas Bulnes: El hombre de siempre. Shakespeare en el cine de Woody Allen. El libro será presentado por Carolina Pizarro Cortés y Álvaro Bisama, el próximo lunes 6 de marzo a las a las 19:30 horas, en la Biblioteca Nicanor Parra de la Universidad Diego Portales (Vergara 324).
En su texto, Casas establece una red de relaciones –similitudes, contrastes, divergencias– entre las películas de Allen y el teatro de Shakespeare, a través de cuatro ejes temáticos muy presentes en ambos autores: la religión, la muerte, el sexo y los sueños.
Más que una teoría o conclusiones, el libro plantea una serie de cruces entre dos creadores cuyos rasgos comunes parecen ser más numerosos que sus distancias, principalmente porque ambos se dedicaron a indagar en la naturaleza humana, sus altas y bajas pasiones, sus miedos, sus sinsentidos, etcétera: el hombre de siempre. Y, aunque uno lo hizo desde la comedia y el otro desde la tragedia, los dos usan el humor aun en las situaciones más dramáticas o graves, revelando a través de la risa, la irreverencia y aun el desparpajo las verdades o mentiras que la formalidad cotidiana tergiversa o convierte en lugares comunes que no dejan ver el fondo de las cosas.
Retórica desvergonzada. En ese aspecto, buscando respuestas acerca de la posición de Allen con respecto a la existencia de Dios, Casas repara en el hecho de que Groucho Marx es un ídolo del cineasta: un dios, en este caso, que revela verdades a través de su humor liberador y totalmente desapegado de las normas. Con un chiste, Marx descalabra hasta los dogmas más duros y, como observa Casas, esa “retórica desvergonzada era un rasgo común en Shakespeare”. Groucho, sostiene la autora, usaba el lenguaje “como material con el que hay que jugar”, de modo que él podía torcer “cada situación hasta que la última gota de protocolo social se agotaba. Woody Allen sigue este ejemplo religiosamente”.
Múltiples conexiones.
El libro traza su mapa de relaciones sin restringirse a Shakespeare y Allen; por el contrario, a menudo tiende puentes que sirven para encontrar las conexiones entre ambos. Así, al igual que en el caso de la cita a Groucho Marx, Casas anota que muy seguramente el cineasta “leyó” a Shakespeare a través del cine de Bergman, aun cuando es muy probable que lo hubiera leído antes en los libros: “No solemos pensar la lectura como un ejercicio indirecto y en muchos casos lo es. Bergman es aquí un traspaso y el soporte de escrituras que se sobreponen sin borrarse, como un palimpsesto”.
Diferencias sexuales
Una de las divergencias entre Allen y Shakespeare es el sexo. Para el primero, escribe la autora, “está siempre vinculado a la heterosexualidad y a las mujeres”. Shakespeare, en cambio, se interesa mucho más por lo masculino, al punto de que son hombres sus personajes más interesantes. Además, la “homosexualidad es presentada de manera natural, a la manera de los clásicos griegos, y muchas veces más elevada que las relaciones entre hombres y mujeres”.