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Reeditan las dos únicas novelas de Juan-Agustín Palazuelos

Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias, 7 de Julio de 2014




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El domingo 6 de julio de 1969, es decir, hace exactos 45 años y un día, dos semanas antes de que Neil Armstrong pusiera sus pies sobre la Luna, murió el escritor Juan-Agustín Palazuelos. Tenía 33 años. Un repentino coma diabético puso punto final a una de las personalidades literarias más atractivas de su tiempo, que mezclando talento y extravagancia, inteligencia y provocación, se hizo notar de tal manera que su muerte sólo podía dar origen a una silenciosa pero obstinada leyenda, brillante promesa trunca que perdura hasta hoy no sólo en el anecdotario de la historia literaria chilena, sino en la interrogante abierta que dejaron sus potencialidades.

Editorial Cuneta acaba de reeditar sus únicos dos libros publicados, las novelas Según el orden del tiempo (1962) y Muy temprano para Santiago (1965), que hasta ahora se hallaban sólo como cotizadas rarezas en mercados persas y librerías de viejo.

Genio y figura.
A pesar de su brevedad, la vida literaria de Palazuelos marcó su década de manera fulgurante, tanto así que estaba llamado a ser el principal escritor de su generación. Incluso antes de publicar su primera novela, su personalidad cautivaba y a la vez sacaba ronchas. Dotado de una inteligencia admirable, políglota y cultísimo, podía parecer tan pedante e implacable como razonable y juicioso, lo que sumado a su humor mordaz y a su ingenio lo situaba como una rompedora punta de lanza de los más jóvenes en relación a la generación del 50.

Aclamado debut.
Era tal la atención que había concitado el joven Palazuelos que no fue extraña, aunque sí sorprendente, la recepción que tuvo su primera novela, Según el orden del tiempo, incluso desde antes de ser impresa, ya que fue recibida y publicada nada menos que por la editorial Zig-Zag, que no solía publicar autores primerizos. La crítica literaria se deshizo en halagos y, a los veintiséis años, Palazuelos pasó a ser “un novelista destinado a señorear el arte en que se inicia”. Su novela no sólo pasaba el examen de calidad, sino que desplegaba un estilo y una mirada sobre la realidad muy originales. Con frases telegráficas, casi orales, el escritor punteaba el ritmo de su narración, clavando punzadas nerviosas, irónicas y cínicas en los ambientes de una burguesía aún cubierta con el “tupido velo” del que hablaba José Donoso y que Palazuelos descorre o más bien calcina con el ácido de su humor.

Final inesperado.
Tres años después del auspicioso debut, Palazuelos se estrelló contra la frustración de manera casi definitiva. Su segunda novela, Muy temprano para Santiago, fue recibida con tibieza y hasta con furioso rechazo. Los mismos críticos que lo habían ensalzado, como si todo fuera parte de una operación orquestada, ahora le daban una feroz paliza. Eso, que dada la juventud del autor no podía sino considerarse un pequeño traspié, para Palazuelos al parecer fue un mazazo letal. De hecho, no volvió a escribir. Fue aceptado en el programa para escritores de la Fundación Ford en Iowa e incluso se las arregló para que lo admitieran con su esposa y sus hijas, todo pagado, pero no hubo caso: ni un nuevo libro salió de su máquina. Unos dicen que fue por el exceso de whisky, otros por los experimentos con sicotrópicos, pero lo cierto es que, sólo unos días después de aterrizar de regreso en Chile e instalarse en su casa del Cajón del Maipo, la diabetes lo mató de súbito.

Antinovelas del futuro
Amigo y admirador de Nicanor Parra, Palazuelos concibió la idea de comenzar a escribir un equivalente narrativo de la antipoesía: la antinovela. Era su forma de hallar una salida formal para un género que él ya consideraba en problemas. Se trataba de brevísimas piezas experimentales, que se valían de diversos lenguajes –el de la burocracia, el de la calle, el del comercio o el de la literatura misma– para construir imágenes que resultan, por lo bajo, desconcertantes. En esta reedición de “Según el orden del tiempo” se incluye como apéndice la antinovela “La visitadora”, publicada originalmente en la revista “Mapocho” en 1964.




 



 

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