La obra completa de Alfonso Alcalde representa un enorme drama creativo, en el que la accidentada ruta de sus libros se halla entrelazada con un proyecto artístico de alcances demenciales y con la ya legendaria historia de su propia vida, esa enmarañada y vertiginosa sucesión de aventuras que, al mismo tiempo en que tocaba los lindes de lo verosímil, iba dibujando con tintes de comedia picaresca lo que en el fondo era un destino trágico, que culminó en su suicidio en el otoño de 1992. Hombre de mil peripecias, que de adolescente llevó una vida aventurera y errante, yendo adonde el viento lo llevara y trabajando en lo que viniera (cuidador de plazas, nochero de hotel parejero, carpintero de minería, pescador, obrero circense, contrabandista de caballos y de cadáveres, vendedor de ataúdes, periodista, guionista de cine, biógrafo de Don Francisco, profesor universitario, etcétera), Alcalde forjó en carne propia los futuros territorios de su imaginario e hizo de su obra —que abarcó desde la narrativa y la poesía hasta el teatro y las artes visuales— un espejo que refleja un mundo popular abigarrado y caleidoscópico, cuya épica está focalizada en ciertos destellos de la precariedad, con héroes de la sobrevivencia cotidiana, ambientes gobernados por la fragilidad material y una situación geográfica concreta: la zona de Arauco y en particular la llamada Galaxia de Tomé.
El gran proyecto literario de Alcalde se llamó El panorama ante nosotros, obra que nunca pudo terminar tal como la había planeado y que publicó de manera parcial en 1969, en un libro editado por Nascimento con ese título, aunque corresponde sólo a una parte del primero de los cuatro tomos que contemplaba el plan del autor. Ese primer tomo se titulaba El arado de cinco dedos, nombre con que Editorial Das Kapital ha publicado hace poco la versión más completa que hasta ahora, gracias a los hallazgos recientes de manuscritos y al trabajo de investigación de Cristián Geisse, se podría establecer sobre la idea original de Alcalde.
El libro, de 640 páginas en su nueva edición, es una pieza clave de la literatura chilena contemporánea. Alcalde lo concibió como un “cantar de gesta”, aunque es evidente que pretendía darle un vuelco radical a su carácter de epopeya, dislocando la épica nerudiana del Canto general para remitirse más bien a un “canto particular” y construir a partir de eso la épica del pueblo mediante la gesta diaria del vecindario, de la aldea, del llamado “hombre común”. Los dos primeros versos del primer poema del primer canto, en efecto, marcan el tono y muestran las cartas que Alcalde quiere jugar: “Hoy pedí prestado / el sol a mis vecinos”.
La Gran Historia de la zona penquista, y a través de ella la de todo el país, es encuadradapor Al calde desde el margen de la microhistoria, de modo que los grandes procesos sociales y nacionales no son protagonizados por líderes políticos, empresariales o militares, sino por vecinos de Tomé, maestros chasquillas, viudas alegres, obreros, alcohólicos, amantes clandestinos, lloronas de funerales, tontos pillos, difuntos o enterradores. La épica de Alcalde se resuelve así en las glorias de los que él llama los “artesanos del rocío”: aquellos que vivieron y amaron y murieron en la pitilla de la existencia, para dar forma a un heroísmo de baja intensidad en medio del desgobierno de las lluvias, la guerrilla tragicómica contra la carestía y el imperio tan sagrado como inclemente del río Biobío.
A partir de esa vecindad afectiva, Alcalde configura un universo complejísimo, en el que las historias mínimas y locales —que van desde el chascarro del pícaro hasta el profundo retrato de los grandes arquetipos— van desplegando una épica totalizante del ser humano. El existencialismo, tan en boga en los años de su composición, es trasladado por Alcalde muy lejos del pequeño drama burgués, para instalarlo de plano en el precario quehacer de los obreros del día a día. Uno de los poemas centrales del libro, “Hablemos del maquinismo”, es un divertido aunque terrible alegato contra la economía del trabajo; aborda el tema de la trascendencia cristiana y la vida ultraterrena a partir del desgaste cotidiano, mostrando cómo el “alma”, si pudiera preservarse después de la muerte en algún paraíso angelical, llegaría a ese lugar completamente averiada, apenas parada en las hilachas que le dejó su vida material, tanto así que el poeta recomienda llevarse al más allá una aguja y mucho hilo, porque “(…) cuando se produzca el milagro / de la transfiguración / lo mejor es empezar a coser, con desespero / para que nada de su cuerpo se caiga / para los lados y se vaya por ojo”, contrastando así la oscura frustración de una vida asediada por la incertidumbre con el irrisorio premio de una tierra prometida por la religión: “aunque zurcido y parchado / andará muerto de la risa / rodeado de querubines / tocando la flauta / y el violín, dándose / con una piedra en el pecho. / ¡Qué felicidad, vecino!”.
Esa estética del costureo, del maestro chasquilla, del gásfiter existencial, encuentra en la obra de Alcalde un punto de redención en los afectos humanos: la solidaridad, el humor social, la amistad, el amor más profundo y duradero puesto en el mismo rango que la pasión más efímera, todo aquello que hace del ser humano una bestia imprevisible, que lucha contra demonios desconocidos y se defiende con pulsiones tiernas, infantiles, exentas de corrupción. El canto séptimo, “Variaciones sobre el tema del amor y de la muerte”, no sólo es uno de los más grandes y bellos poemas de amor jamás escritos en lengua castellana, sino que también es una conmovedora protesta contra el sinsentido de la existencia humana sometida a los poderes prójimo corrupto y una alabanza del heroísmo trágico de los enamorados, nacida en torno al desgarro de amarse en tiempos y espacios que condenan la experiencia humana más básica y esencial al trajín del dinero y la subsistencia.
El arado de cinco dedos, versión ampliada de El panorama ante nosotros de 1969, es, en fin, una obra maestra brotada del inestable equilibrio entre la desmesura y la carencia, entre la muerte y la vida, entre la fulgurante maravilla cotidiana y los amargos tragos de la historia.
HABLEMOS DEL MAQUINISMO
Sobre el maquinismo aún no
se ha dicho la última palabra. En un extremo
se coloca al hombre y sale por el otro
lo que usted mande
según sea su cariño.
Todo entra en la colada: la corbata,
es decir, el vestón; el falso orgullo,
la ramplonería, el hazmerreír de la especie,
el rostro mirando para el sur, los ahorros privados
la sabiduría mezclada en una sola mercocha,
el hombre de canillas peladas, las hostias
como carretas, los cuervos, los principios,
insufribles, poner la otra mejilla, la otra mujer
y envejecer —vecino— por encima de todas las cosas
aferrándose al último botón, a la patente matrimonial,
al pío pío de los montepíos, a la pezuña
infinitesimal de la gran bestia, al puré de
quijada, a las 3 únicas lentejas de la honradez humana
todo mezclado en el siglo de las luces donde usted
trabaja de antorcha, de petróleo, de luz a gas
pobre donde usted anda con tongo y a pata pelada
echando humo barato. La familia se ilumina como para
la escena del juicio final donde cada rostro y cada
costilla se llena otra vez de carne
y se levanta un gigantesco cuero que el mecanismo
de la época ha de repartir copiosamente tal como
el milagro de la reencarnación y líbrenos Dios
si
no nos pilla confesados por alguna falla del fichero.
Nos sobrará cuero y nos faltará armazón,
edad, días, costumbres,
las herramientas que utilizamos antaño
en este valle de lágrimas
produciéndose otro desequilibrio en la inmortalidad
por exceso de equípaje, células y vestiduras
viéndonos obligados a improvisar otra vez
el argumento de la vida.
Por esta razón es muy conveniente
que cada uno se lleve al otro mundo una aguja
y
mucho hilo cuando se produzca el milagro
de la transfiguración
lo mejor es empezar a coser, con desespero
para que nada de su cuerpo se caiga
para los lados y se vaya por ojo
para que todo el terror y la angustia
entren con justeza
en la exacta cárcel de la eternidad
en la carta certificada de la beatificación
en el candado de la dicha
y aunque zurcido y parchado
andará muerto de la risa
rodeado de querubines
tocando la flauta
y el violín, dándose
con una piedra en el pecho.
¡Qué felicidad, vecino!
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com "El arado de cinco dedos y otros textos"
Alfonso Alcalde. Editorial Das Kapital, 2015, 640 páginas.
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en OBSERVATORIO CULTURAL, 28 de septiembre 2018