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El Hombre Fruna
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias. 10 de Diciembre de 2019
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Hace unos días se divulgó una de las mejores fotos que se han tomado en estos casi dos meses de protestas. Su autor es el fotógrafo serbio Goran Tomasevic, de la agencia Reuters. En primer plano hay un hombre de edad incierta, pero ya mayor, formal, terno gris, corbata burdeo con pintitas blancas, gafas de aviador: un Jean-Paul Belmondo chileno, reconvertido en funcionario de Impuestos Internos o del Compín. En una mano tiene una botella de Frucola abierta, elevada casi a la altura de la boca, como si recién se hubiera echado un trago o estuviera a punto de hacerlo, mientras mira hacia un lado un punto en la distancia. No parece muy enterado del lugar donde se encuentra, o se lo toma con naturalidad. Justo atrás suyo, están las piernas, los brazos, la luma y el casco de un carabinero que va disparado contra su presa; más atrás, ya medio fuera de foco, un manifestante con mascarilla lanza una piedra y otro aprieta cachete. Más allá, la batalla campal se difumina en un fondo impresionista.
Ahora hemos sabido que el Hombre Fruna, como lo han llamado por la bebida callejera y popular que está tomando en la foto, en realidad se llama Gino Rojas, tiene 68 años, recibe poco más de cien mil pesos de pensión, vive en San Miguel y no salió en la foto por mera casualidad. Lleva cincuenta días donde las papas queman, así que lo raro habría sido que nadie lo notara alguna vez. Aun así, se siente un rebelde solitario. La foto es magnífica entre otras razones porque captura al "hombre común" en un contexto que revela su carácter extraordinario. Suele ocurrir que al hablar de los sujetos comunes y corrientes, como la muy mentada Señora Juanita, en realidad se habla de seres maleables, informes, funcionales a una idea. Pese a que la noción de "hombre común" ha sido casi un leitmotiv desde comienzos del siglo veinte, a menudo no se sabe bien de qué tipo humano se está hablando. Es una ameba social abstracta y movediza, útil para toda clase de discursos, pero el sujeto mismo queda fuera de encuadre. En la foto de Tomasevic, en cambio, Gino Rojas aparece en toda su extrañeza, en toda su unicidad.
En el centro de la revuelta social está justamente esa idea difusa que las elites tienen del "hombre común" y que rara vez ha sido algo más que un retrato hablado hecho a partir de una pila de nombres con RUT. Por eso les cuesta tanto entender las cuestiones más elementales, porque creen conocer la realidad mayoritaria, aunque ésta se les escapa a cada rato como un pez resbaloso, y porque en el fondo les da lo mismo identificarla. Quizás piensan que lo común, por común, carece de individualidades.
En contraste, pienso en la Fanfarria para el hombre común de Aaron Copland, que en tres o cuatro minutos anuncia la entrada de tipos como Gino Rojas a la historia universal con la ceremonia con que se recibe a un héroe. Entiendo que Copland la compuso por encargo, torciendo a su pinta el requisito original, que era crear una fanfarria para celebrar la entrada de los soldados estadounidenses a la Segunda Guerra Mundial. En vez de poner su música a sonar entre bombas y muerte, Copland propuso hacer algo mejor: saludar al verdadero protagonista de la historia.