Siempre que alguien propone "dar vuelta la página", en el sentido metafórico de superar alguna circunstancia negativa para empezar algo nuevo con cierto optimismo, se me queda rechinando en el encéfalo la frase misma, en su significado literal: mover una hoja de un libro para proseguir la lectura. Supongo que eso me ocurre porque la metáfora es malísima, ya que pretende significar una amnistía mediante una imagen más bien propia de la memoria, como lo es la secuencia concatenada de leer. Pasar a la página siguiente nunca significa, para ningún lector, olvidar la precedente. Si fuera posible olvidar y empezar de cero en cada página, leer sería un acto estéril y nadie recordaría de ningún libro algo más que su colofón.
Es una situación extraña, si se considera que las metáforas provenientes del imaginario de los libros, de la escritura o de la lectura suelen ser bien eficientes, tanto así que tienden a volverse lugares comunes o frases hechas que no dejan espacio para las dudas. Una ley de "punto final" no tiene
ambigüedades: quiere cerrar un relato y ya está. Alguien abre un paréntesis, otro pone los puntos sobre las íes y nunca falta el que escribe sobre piedra, como tampoco, incluso, el que lee entre líneas: todos ellos hacen inequívocamente lo que hacen. Pero el que propone dar vuelta la página está diciendo todas las páginas previas, con sólo pasar a la siguiente, se desvanecerán como humo en el viento para que podamos avanzar, aunque con ello sólo logremos llegar a un estado de incomprensión o perplejidad insoluble: el momento en que una página nos informa quién es el asesino, aunque ignoremos el crimen, o nos describe un funeral sin que nadie haya muerto, o nos cuenta que alguien flota en el mar, abrazado a un catafalco, sin que tengamos ni la menor idea de la existencia de una terrorífica ballena blanca que hace sólo unos minutos ha puesto a bailar en un solo desastre a todos los demonios del ser humano.
Dar vuelta la página podría ser una buena metáfora de amnistía si su referencia fuera un folleto de sudokus o un libro de
reclamos, pero puesta a fijar los devenires de la historia no sólo es ineficiente, sino que incita el efecto contrario y el lector sólo quiere volver a releer la página precedente, y retomar el capítulo entero, y aun empezar de nuevo desde el titulo, a ver qué cosas se intenta ocultar con esa sospechosa invitación. De hecho, ese afán de silencio, de borrones forzados, de blanqueo, nunca ha hecho más que picanear la memoria, forzándola a empecinarse y volver una y otra vez a revolver los sótanos clausurados.
No recuerdo ahora qué escritor —¿Piglia, Borges, Cortázar?—, propuso esta idea: si en el primer párrafo de un cuento aparece un revólver, el relato no puede terminar sin que éste haya sido utilizado. Es una idea muy fulera, desde luego, y hasta medio ridícula desde el punto de vista narrativo contemporáneo, pero una mente siniestra puede darle un giro inesperado en el plano más básico de las opiniones. Si en el primer párrafo aparece un revólver, pensará, ¿qué cuesta arrancarle esa hoja al relato y poner al lector de cara al futuro?
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Dar vuelta la página
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias, 12 de septiembre 2023
