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Poeta enfrenta el fin del mundo tomando notas en la carretera
Alexis Figueroa presenta Finis térrea: apuntes de carretera. Lom, 2014
Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias. Lunes 5 de mayo de 2014
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Desde hace ya tiempo el poeta penquista Alexis Figueroa ha venido explorando las posibilidades del género fantástico y la ciencia ficción, cuyos motivos, temas y símbolos le han dado material para escarbar en los resquicios de conciencia humana, en los insolubles misterios de la existencia e incluso en los avatares de la historia. La singularidad de su poética está marcada por su fidelidad a ese vasto imaginario, cosa que lo distingue entre en sus contemporáneos nacidos a mediados de los años cincuenta, donde sólo tiene un paralelo en lo que ha venido haciendo su coetáneo Tomás Harris, si bien éste ha preferido los mundos fantásticos de la cultura popular y la literatura clásica del género, mientras que Figueroa se ha abocado a una fantasía más bien protagonizada por símbolos y alegorías.
Bajo el sello de Lom Ediciones, ahora acaba de publicar un nuevo libro: Finis térrea: apuntes de carretera, que será presentado este miércoles 7 de mayo, a las 19:00 horas, en la Casa Museo La Chascona.
Como lo sugiere su título, este brevísimo libro aborda un motivo favorito de la ciencia ficción, la carretera en un ambiente postapocalíptico, de fin de mundo o desesperanza total. En su caso, además, tiene como telón de fondo la fecha agorera del año dos mil. A partir de ese escenario, se recorren diferentes y numerosos apocalipsis posibles, desde el ámbito de la cultura y las ideas hasta el plano amoroso íntimo, pasando, desde luego, por el acabo de mundo personal.
Páginas secas.
De vez en cuando el libro es salpicado con fragmentos claves de textos ad-hoc: por ejemplo, Soy leyenda de Richard Matheson, el prólogo de Borges a las Crónicas marcianas de Bradbury o los testimonios de sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. El contraste entre la vida de esos fragmentos y la devastación que representan plantea una crisis, que abarca incluso las palabras de las “cartas que nadie más lee”. La supervivencia de los libros y de la poesía en el contexto del apocalipsis cultural atraviesa estas páginas, que dan cuenta de ese “paisaje” con resignación y paradójica belleza: “Por los libros pasó el río del mundo / y ahora un cauce seco, sin sonido, / espera”.
Cansado, mayor.
Trenzada con la conciencia de la debacle universal, estos poemas van planteando otros desiertos, lugares en los que el “finis terrae” se mezcla con la carretera y se vuelve “finis térrea”, lugar polvoriento, terroso, estéril. Hasta el propio sujeto se considera un hombre “cansado, mayor”, sobre todo cuando se descubre deseando los pechos de muchachas en flor, los mismos que trafican en fotos los marinos jóvenes, como “el lácteo emblema de un infante ciego”. Ese apocalipsis personal se lee en paralelo con la historia del mundo, pero también en la sinceridad más descarnada: “Se han ido los días de su juventud y sus cicatrices / lo asustan por primera vez”.
Busquen el amor
Aunque son esporádicas, las imágenes de pueblos, ciudades o escenas domésticas son cruciales en este libro. El paisaje devastado de un apocalipsis imaginado se confronta así con pequeñas cosas que arratran los restos de un pasado, por ejemplo cuando menciona "una fábrica de loza en Penco", cuyas historias quedaron pegadas en tacitas pintadas, las que por su parte aparecen por aquí y por allá, en medio de otras historias: relaciones amorosas que culminan en una soledad desértica. El amor muestra así su doble cara, como tabla de salvación, pero también como traidor o como ausente. Dice por ahí: "Cuando se abra el Terror, cuando caiga la torre, /cuando caiga la estrella./ Entonces, entonces busquen el amor".
Fotografía: César Arroyo
