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Libro reúne testimonios de judíos emigrados a Chile
Cinco sobrevivientes del Holocausto cuentan su vida de horror y esperanza
El volumen, realizado por destacados cronistas nacionales, es un estremecedor documento sobre personas
que alcanzaron a salir vivas del infierno nazi.
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias. 6 de Mayo de 2019
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Es 1945. El joven judío Emeric Grunwald ni se imagina que pronto viajará a Chile y que allá lejos pasará el resto de su vida. En realidad, lo único que alcanza a imaginar es la cada vez más remota posibilidad de sobrevivir. Tiene 22 años y está rodeado de muerte en Alemania. Su familia ha sido exterminada por los nazis. Él mismo ha pasado por Auschwitz, Schotterwerk, Flossenburg, Offenburg, Donaueschingen, y ahora lo trasladan a Immendingen. La locomotora del tren en que va es destruida por fuego aéreo. Apenas oscurece, los prisioneros son obligados a terminar a pie los 25 kilómetros restantes. En la estación, son encerrados en unos vagones arruinados por las bombas. Allí duermen un rato y, cuando despiertan, ven que los guardias se han hecho humo. Es la señal: el infierno ha terminado, son libres.
La crónica de la supervivencia de Grunwald, la de su vida previa, la de su largo arraigo chileno, encabeza el libro El asilo contra la opresión. Cinco judíos del Holocausto en Chile, que ahora llega a las librerías en una remozada reedición del sello Debate.
El volumen, cuya primera versión fue publicada hace quince años, está compuesto por cinco textos en los que Francisco Mouat, Rafael Gumucio, Roberto Merino, Marcela Aguilar y Marco Antonio de la Parra dan
cuenta de los testimonios de vida de igual número de sobrevivientes del Holocausto que, por diversas razones, terminaron afincados en nuestro país luego de la guerra. Incorpora además un nuevo set de fotografías documentales y el escritor Roberto Brodsky ha actualizado su ensayo "El arte de ser judío en Chile", que sirve de epílogo al libro.
Los relatos están escritos sobre la base de largas conversaciones íntimas con sus protagonistas, de modo que todos tienen
una fuerte carga emotiva. Así, en su entrevista con Grunwald, Mouat observa a un octogenario que lleva sus heridas abiertas, pero que al mismo tiempo quiere que su interlocutor se sienta bien y que juntos rían de buena gana. Otro tanto ocurre en el encuentro entre Gumucio y Agnes Bineth, sobreviviente húngara de Auschwitz, cuya voz no termina de quebrarse cuando ya está firme otra vez, para que su testimonio sea lo más claro posible y muestre el punto de la tristeza en el que ya no quedan lágrimas.
Roberto Merino, por su parte, conversa con Saúl Gloger, polaco de origen, cuya historia de salvación estuvo marcada por una serie de casualidades que lo hicieron esquivar una y otra vez las garras de la masacre. Marcela Aguilar, en tanto, escucha a Eva Singer, que se salvó no sólo de Auschwitz, sino de los tentáculos del mismísimo Mengele.
Los cronistas se enfrentan así a momentos en que el recuerdo vívido del horror, a seis décadas de distancia, se entremezcla con gestos amables, reflexiones pausadas, sonrisas que siempre están a punto de romperse. Vivir a pesar de todo, vengarse del horror sólo respirando cada día. Elie Alevy, sobreviviente griego, es el protagonista del último testimonio del libro, a cargo de Marco Antonio de la Parra, a quien le confiesa: "Me arranqué la autocompasión".
Trueque de vacas
La necesidad tiene cara de hereje, pero en momentos críticos propicia situaciones curiosas que ayudan a sobrellevar las dificultades. Fue lo que le pasó a Saúl Gloger después de salvarse de la matanza, cuando trató de recuperar las cosas de su padre y sólo consiguió una vaca esquelética. Milagrosamente, llegó un tren lleno de ganado rumbo a Rusia, en el que Gloger se subió con su pobre bestia y al cabo de un rato se bajó en Polonia con una mucho más gorda. "Después la vendí para carne", cuenta, recordando que eso era todo su capital. Y agrega: "Pude comprarle un vestido a mi prima".
