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Investigadores se queman las pestañas en una biblioteca fantasma
Chancacazo publica Vestigio y especulación. Textos anunciados, inacabados y perdidos
de la literatura chilena
Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias, 18 de Agosto de 2014
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La historia literaria nacional está llena de libros fantasmas. Desaparecieron apenas salieron de la imprenta, se extraviaron cuando aún eran manuscritos, fueron anunciados pero nunca vieron la luz o sólo existían en las imaginaciones o fanfarronerías de un escritor derrotado por la página en blanco. Cualquiera que haya sido su tipo, todos forman ahora una biblioteca inexistente que, a través de sus historias reales y también de sus cuentos chinos, se las ha arreglado para perdurar e incluso para influir en la otra literatura, la “de verdad”.
Justamente el deseo de investigar esa curiosa biblioteca fantasma y resolver así sus misteriosas implicancias dio origen al libro Vestigio y 
especulación. Textos anunciados, inacabados y perdidos de la literatura chilena, que acaba de aparecer bajo el sello de Chancacazo y que será presentado mañana martes, a las 16:00 horas, en la sede Viña del Mar de la Universidad Andrés Bello.
Los investigadores Nibaldo Acero, Jorge Cáceres y Hugo Herrera Pardo fueron quienes emprendieron el “proyecto tan insólito como inexplorado” de internarse en ese mundo de libros intangibles, para lo cual convocaron a otros cuatro académicos. Resultado: siete ensayos relativos al tema, centrados en textos o autores de diversa épocas.
Para comenzar, el libro se remonta a las postrimerías de la Colonia, específicamente a la frustrada conspiración de los tres Antonios, uno de los cuales, el francés Antonio Alejandro Berney, escribió en 1780 un texto con instrucciones para la sublevación chilena contra la corona española, papeles que se perdieron antes de surtir el menor efecto insurreccional y que seis meses después, cual tardío y a la larga tragicómico tiro por la culata, reaparecieron como prueba contra los conspiradores.
Luego de revisar la desgraciada historia de la primera novela de Germán Marín, Fuegos artificiales, publicada en 1973 por Quimantú y prácticamente borrada de la faz del planeta después del golpe militar, el libro aborda la notoria exclusión editorial de la literatura escrita por mujeres durante el siglo diecinueve, que si se juzgara sólo por los libros impresos sería aparentemente nula.
El caso de Eduardo Molina Ventura, el ya célebre Chico Molina, no podía sino estar incluido en estos estudios. Él fue sin duda el más ejemplar “escritor sin obra”, que a pesar de no haber escrito un solo libro se hizo parte inseparable de la historia literaria chilena del siglo veinte.
Otra arista del asunto es tocada en un trabajo dedicado al poema “Salvia”, de Gabriela Mistral, que muestra las vicisitudes por las que pasa un texto antes de llegar a imprimirse: cómo el propio autor se enfrenta a la página cercenando sus escritos y dejando partes a la deriva, vestigios de la historia de una composición.
Tampoco podía estar ausente el tópico del libro que está “próximo a publicarse”, toda una institución en nuestra tradición literaria: libros cuyos autores los anunciaron con bombos y platillos, pero que nunca fueron escritos o, si lo fueron, nunca llegaron a cruzar las puertas de una imprenta, sino que se volvieron fantasmas de los que nunca se sabrá si son símbolos de la mentira, de la teatralidad literaria o, sencillamente, de la mala suerte.
Promesas incumplidas
Otra rama de la biblioteca inexistente les corresponde a las “promesas literarias” que no terminaban de despuntar cuando ya habían desaparecido en la noche de los tiempos. En el estudio se aborda el caso de la “Antología de la nueva poesía femenina chilena”, publicada en 1985, que a pesar de su enfático título no pudo impedir que varias de las autoras incluidas —todas representantes de un “proyecto creador” a punto de desplegarse en todo su esplendor— se esfumaron para siempre del campo literario sin siquiera despedirse.
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Adelanto del libro
http://www.chancacazo.cl/.pdf
