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Héroes de blanco
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias. 19 de Noviembre de 2019
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Partiendo por el Colegio Médico, diversas instituciones y medios de comunicación han hecho ver que estamos viviendo una crisis sanitaria sin precedentes, algo nunca visto ni en zonas de conflicto bélico declarado, principalmente por las personas que en este mes de protestas han sido víctimas de severas lesiones oculares por acción de la policía. Van más de doscientas víctimas, casi ocho por día, que han perdido un ojo, o incluso los dos, como fue el caso del joven Gustavo Gatica. Uno puede pensar lo que quiera sobre la violencia civil y policial, pero ninguna teoría podría avalar este desastre.
Ante esa situación, llama la atención que en las protestas los primeros auxilios hayan quedado en manos de voluntarios. El Gobierno ha brillado por su ausencia, abandonando a los heridos a su suerte. De no haber sido por los rescatistas, la epidemia de estallidos oculares se habría degenerado en quizás qué otra calamidad. Se trata de la
Cruz Roja y varias brigadas espontáneas, compuestas por médicos, estudiantes de medicina u otras carreras del ámbito de la salud y personal de apoyo de la Fech, todos organizados por su propia iniciativa y con lo que tienen a mano para socorrer a los lesionados en las protestas. Los he visto en varios sectores: unos en el Parque Balmaceda, otros en la llamada "zona cero", otros afuera de la Escuela de Derecho, otros que andan patrullando por aquí y por allá. Algunos llegan ya cansados, después de sus trabajos en hospitales públicos o clínicas privadas, pero siempre están ahí, al pie del cañón.
Es un trabajo realmente pesado y heroico: los he visto no sólo cargar a los heridos en andas y trasladarlos a sus improvisados hospitales callejeros a través de una nube de perdigones, chorros de agua tóxica y gases irrespirables, sino también ser ellos mismos víctimas de algún escopetazo o de una lacrimógena lanzada con la más absoluta falta de criterio. Un médico denunciaba el otro día
que los carabineros, no conformes con obstaculizar de esa manera su labor, incluso les han botado las botellas de suero y las gasas al suelo. El caso extremo fue tan escandaloso que apareció en televisión: vimos cómo la policía agredió a rescatistas que intentaban salvarle la vida a un manifestante que había sufrido un paro cardiaco. Resultado: un muerto y una trabajadora de la ambulancia herida por tiro de escopeta.
Uno esperaría que el Gobierno, aunque fuera por razones humanitarias, hubiera colaborado desde el primer día con esos voluntarios, por ejemplo comprando los insumos de primeros auxilios que ellos deben conseguir por donaciones. Pero al parecer la integridad fisica de las personas no está entre las prioridades gubernamentales. De hecho el presidente, cuando antenoche habló por cadena nacional, se dio el tiempo para agradecer a medio mundo, pero a los rescatistas no les mandó ni saludos. Quizás ni siquiera sabe de su existencia.