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Ya no prendió
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias. 22 de Octubre de 2019
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Hace menos de una semana, Clemente Pérez, ex presidente del directorio del Metro, fue entrevistado en TVN a propósito de las evasiones masivas. Entre otras cosas, sostuvo que se trataba de "una protesta más bien tonta" y que los jóvenes lo hacían para ser choros y que debían darse cuenta de que su movimiento no tenía ningún destino y que lo mejor era que se fuera cada uno para su casa. Dijo: "Cabros, ya no prendió".
Ya no prendió. La frase, dicha en las vísperas de que Santiago entero comenzara a arder por los cuatro costados, hoy resuena con un eco tragicómico. Cabros, ya no prendió. Lo repito y la cabeza me empieza a dar vueltas. Me hace pensar en las frases dichas por los expertos operadores nucleares al comienzo del accidente de Chernóbil, que sólo atinaban a tratar de convencerse de que el infierno que tenían ante sus narices era algo así como una ilusión óptica o un malentendido. Aquí no pasa nada, seguramente fue una cañería vieja, quizás
una ampolleta quemada, hay que llamar al gásfiter. Cabros, ya no prendió.
Se podría hacer una historia de los últimos veinte años escrita sólo con frases de ese tipo, que una a una han ido a parar como cartuchos de dinamita en el polvorín subterráneo de Chile. Pregúntenles a las vacas por qué no hay leche. Hay que aprender chino mandarín. El sistema de AFP es como un Mercedes Benz. Hay que levantarse más temprano e irse del trabajo más tarde para "ahorrar". Lo bueno es que bajaron las flores y podemos ponemos románticos. Cabros, ya no prendió. Estamos en guerra.
Son décadas de sordera, décadas en que el llamado "estallido social" era cosa de minutos. Para la revolución de los pingüinos, ya era evidente que las protestas por asuntos puntuales (pase escolar, pensiones, aranceles universitarios, Dicom, etcétera) no eran sólo eso, reclamos con "petitorio", sino síntomas de que la sociedad estaba haciendo aguas por todas partes.
Son tres décadas en que a nadie le importó reconstituir el tejido social, porque todos los ojos estaban puestos en el Imacec y en el ingreso en la OCDE y en el despegue del PIB. Décadas en que cada protesta significaba algo más que un quejido.
Ahora resulta que tenemos un enemigo poderoso, según ha dicho el presidente con su habitual estilo retórico. ¿Cuál es ese enemigo? ¿De dónde salió? La respuesta debiera ser motivo de vergüenza, porque ese supuesto monstruo que se empeña el Gobierno en combatir a sangre y fuego es hijo del Estado, son miles y millones de personas que viven desde hace décadas en un paisaje donde ya nada común importa y las únicas leyes vigentes son la del gallinero y la del embudo. Décadas en que el "enemigo interno" ha ido creciendo al ritmo de las deudas y de los narcos y de los abusos sostenidos y de los perdonazos y de las clases de ética. Estamos en guerra, dijo el presidente. Ojalá que no haya sabido lo que estaba diciendo.