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Publican la novela "El Clan Braniff" de Matías Celedón
Escritor cachurero descubre peligrosa operación de narcotráfico
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias, 21 de Enero de 2019
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Durante meses, años, quizás décadas, una modesta cajita de acrílico que contenía una serie de 15 diapositivas estuvo a la venta entre los innumerables cachivaches del Persa Biobío, pero ni el más compulsivo cachurero se sintió siquiera atraído por ella. Eso, hasta el día en que el escritor Matías Celedón la tomó instintivamente, revisó a la rápida sus imágenes y, sin saber muy bien para qué, se la llevó. Poco a poco esas fotos, a primera vista insignificantes (tomas de una fiesta bailable, de una cama 
deshecha, de gente que posa junto a unas artesanías, etcétera), miradas con más detención fueron abriendo la puerta a toda una intriga policial de alcances políticos e históricos internacionales, cuyas ramas se internaban en los negocios más turbios de la dictadura, en el asesinato de Orlando Letelier, en el tráfico de armas y cocaína, en azafatas, en espionaje, en traición.
El hallazgo encendió así la mecha de una exhaustiva investigación, en la que documentos desclasificados de los servicios de inteligencia norteamericanos,
fotografias oficiales de los primeros días de la Junta Militar, boletos de avión e incluso libros didácticos sobre montaje cinematográfico se fueron entramando hasta armar el puzzle con el que Celedón dio cuerpo a su novela El Clan Braniff, que acaba de lanzarse bajo el sello de Hueders.
El relato de Celedón está protagonizado por Bob, fotógrafo, ex agente de la Dina, que en 1981, sin muchas posibilidades de negarse, acepta un peligroso encargo: ser una pieza clave en una operación de tráfico de cocaína, en la que están implicados empresarios adictos al régimen, agentes de la CNI, parientes de políticos y hasta un hijo de Pinochet. Para eso debe volver a Estados Unidos, donde antes estuvo enredado en el atentado a Orlando Letelier, de modo que su vida queda entre el fuego y las brasas: no puede confiar en nadie, rodeado como está por el FBI, los sapos chilenos, los contactos de la vieja Dina, las antenas de la CM y, por si fuera poco, la vigilancia de su propia memoria.
Construida como un thriller de crimen organizado, la novela se va internando en los secretos que las diapositivas van develando junto a los archivos La narración propiamente dicha se alterna así con fotografias e imágenes de objetos, cuyos detalles se relacionan entre sí hasta poner la piel de gallina por su contexto histórico. La ficción opera así muy sutilmente, como una proyección que aglutina las historias que realmente ocurrieron, con protagonistas conocidos con nombre y apellido. El texto hace hablar las imágenes, y viceversa, estableciendo por ejemplo conexiones entre la desaparecida aerolínea Braniff, los negocios ilícitos de la dictadura, las vicisitudes de tránsfugas de la Dina, el modus operandi de sus mafias y algunas dramáticas historias paralelas, como la de Leopoldo Víctor Vargas, un viejo fotógrafo de La Moneda.
Fotógrafo de la Presidencia
durante los gobiernos de Jorge Alessandri, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende, es sorprendido por el golpe militar en La Moneda, donde poco antes del bombardeo saca las últimas fotografías de Allende con vida. Días o semanas después, es reasignado a la Presidencia, donde debe sacar los primeros retratos oficiales de los miembros de la Junta. Mientras amplía esos cuatro retratos en el laboratorio del edificio Diego Portales, aprovecha de revelar las fotos de Allende, cuyo rollo ha mantenido oculto. Al cabo de unos meses, seis de esas fotos salen de Chile furtivamente y, en enero de 1974, dos son publicadas en "The New York Times", una de las cuales gana el World Press Photo a la mejor foto de prensa del año, aunque atribuida a un "fotógrafo desconocido".
