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Antonio Skármeta. Premio Nacional de Literatura 2014
Trombón tipo tuba
Por Leonardo Sanhueza
Las ültimas Noticias, sábado 23 de agosto de 2014
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Es muy probable que Antonio Skármeta piense que es un justo ganador del Premio Nacional de Literatura. Eso me lleva a imaginar los méritos que, en su fuero interno, lo hacen estar por sobre la valentía literaria de Pedro Lemebel o la ferocidad memoriosa de Germán Marín. Todo se resume en la idea que él tiene de trayectoria: circulación de libros, animación cultural, internacionalización, peso editorial, etcétera. En resumen, bochinche y hojarasca. Hace mucho tiempo que la palabra literatura -y la trayectoria como efecto de esa preocupación vital- está fuera de su campo de acción.
En la imagen de la portada de su novela La chica del trombón aparece una niña con una tuba. Esa anécdota dice mucho sobre ese desdén literario: tuba, trombón, qué más da. Importa más consentir al lector con imágenes de esquelita romántica, de una belleza insulsa pero tan obvia que la entiendan hasta las piedras, que hacer lo que hacía el joven Skármeta: buscar algo, arriesgarse a perder, tratar siempre de alcanzar cierta perfección, cierto brillo.
Aquí volvemos a lo mismo de siempre: el diseño del premio, específicamente su periodicidad y la composición del jurado. Tal como está formulado, será muy difícil que alguna vez dejen de producirse estas situaciones penosas, a veces patéticas, en las que todo resulta muy gris y deslavado, mientras que escritores realmente valiosos son postergados hasta su más extrema vejez y aun hasta su existencia póstuma. Para qué existe el Premio Nacional y qué clase de honor representa son preguntas que nadie en el aparato estatal parece dispuesto a realizar. Por el contrario, todo parece sumido en la más triste e irrevocable inercia.