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Cháchara limítrofe
Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias. 21 de Enero de 2014
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Uno siempre se ríe de los titulares fanáticos con que alguna prensa peruana condimenta las relaciones bilaterales, pero en Chile no lo hacemos nada mal: opinamos hasta por los codos sobre cuestiones limítrofes, aunque no tengamos la menor idea de millas marinas o de la industria de la anchoveta. Nos encanta opinar, opinar, opinar, como si los líos entre países se resolvieran con opiniones en el Paseo Ahumada. Es el riesgo del patrioterismo: considerar la nación como algo personal y, por lo tanto, susceptible de funcionar bajo el dominio de nuestras ocurrencias. A propósito del fallo del tribunal de La Haya, me llegó un spam en el que se exhorta a los ariqueños a que ese día crucial, a primera hora de la mañana, pongan música folclórica chilena “al más alto volumen”. Tonadas y política exterior: ¿cómo no lo habíamos pensado antes?
La espera del dichoso fallo ha ido adquiriendo un aire de opereta, de modo que hasta los alegatos más recalcitrantes y severos suenan orquestados para la farsa. Para muchos, el veredicto de La Haya no es un asunto técnico en manos de gente adulta e idónea, sino que tiene un carácter infantil, competitivo, azaroso, como si se tratara de un juego tipo Ataque o Metrópolis, con un añadido melodramático deplorable. Hasta las autoridades andan medio saltonas. De hecho, la guinda cómica ha sido el chascarro vocal protagonizado por el ministro Chadwick, a quien ayer se le quebró la voz de manera inexplicable; parecía que, en vez de estar entregando una información relativa a la organización de las instituciones correspondientes, estaba notificando al país de la muerte de Superman y la llegada de Lex Luthor a La Moneda.
Supongo que dentro de unos meses ya nadie hablará de esto, a nadie le importará lo que haya sucedido. Mientras no suba el precio del atún, nuestras opiniones se esfumarán sin remedio. Pero algo va quedando. La cháchara se disuelve en el aire, pero mientras lo hace va interfiriendo en los estados de ánimo. En países bananeros como los nuestros, ese efecto de la cháchara es tan importante que debería estar consignado en la Constitución. ¿Cuántos crímenes concretos o metafóricos no se han cometido bajo la bruma de fanatismo que propicia la cháchara? En el reinado de las conjeturas, hasta las ideas más descabelladas y peligrosas poco a poco cobran legitimidad, justamente porque las conjeturas tienen el poder de disfrazarse de certezas a medida que se las repite. No es razonable, pero así es y ha sido siempre: los países son gobernados más por las supersticiones que por el conocimiento.
Kurt Vonnegut escribió mucho al respecto. Casi todas sus novelas hablan del absurdo que representa poner la existencia humana al servicio de las máquinas de matar, que a su vez están al servicio de la falsa religión patriotera. Hablando de los dirigentes que aprovechan ese insensato pero efectivo fundamento social, dice: “No pretenden que volvamos a seguir el patrón del oro. Quieren algo todavía más básico: pretenden que volvamos a seguir la voz del charlatán”.
