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Ediciones Overol publica "Del otro lado del espejo" del legendario Eduardo Molina Ventura
El poeta que nunca escribió un libro llega a las librerías esta semana
Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias, lunes 2 de enero de 2017
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Eduardo Molina Ventura, nacido en 1913 y eternizado en la historia literaria chilena del siglo veinte con el apodo cariñoso de Chico Molina, fue un escritor que nunca escribió ningún libro. Sin embargo, solía hablar largo y tendido de sus obras, sin importarle demasiado que éstas no existieran. Uno de esos libros nunca escritos fue la novela El gran taimado, cuyo título lo decía todo: el texto contumaz que se negaba a ser escrito. Aunque quién sabe. La existencia de Molina fue tan singular, y tan extremadamente literaria, que no sería extraño que un día de éstos apareciera por ahí un sorpresivo baúl con los manuscritos de sus obras completas –libro porfiado incluido– envueltas en papel de regalo como una elegantísima broma póstuma.
De hecho, ya hay un apronte para ese improbable milagro: a más de treinta años de su muerte en 1986, Molina llega esta semana a las librerías gracias a Del otro lado del espejo, un libro que él nunca imaginó pero que ahora, recién publicado por Ediciones Overol, condensa todo lo que ha sido posible recuperar de aquellas esquivas obras completas.
El libro es una breve colección de poemas y algunos fragmentos en prosa, descifrados y reunidos por José Miguel Ruiz. Durante su vida, Molina llenó numerosos cuadernos, pero con todo tipo de textos –traducciones, citas, anotaciones personales–, sin hacer distinciones entre escritos propios o ajenos. Además, su caligrafía casi siempre es ilegible. Ese material fue legado a Ruiz, quien se sumergió ahí en busca de la potencial obra del poeta sin obra. El primer resultado fue el libro Eduardo Molina. Un poeta mítico, que en 1996 dio a conocer esas páginas secretas. Esos textos son la base de Del otro lado del espejo, que se completa con otros hallazgos realizados en los últimos veinte años.
Los poemas dan luces acerca de una personalidad que determinó en más de un sentido el mapa literario de tres o cuatro generaciones. Contertulio estable en la casa de Vicente Huidobro durante el nacimiento de las vanguardias chilenas en los años treinta, protagonista de la vida bohemia de la generación del cincuenta y pájaro raro, erudito y amable en los años setenta y comienzos de los ochenta, Molina se volvió un personaje legendario que abrazó la literatura de tal forma que su propia vida terminó siendo su gran obra literaria. Sus posibles poemas dejan claro que además fue una suerte de punto de encuentro de estéticas muy diversas, yendo con fluidez desde las más oscuras búsquedas metafísicas hasta cierta claridad poética de lo cotidiano. Por ahí, reflexiona acerca de la muerte a partir de los “huesos de animales de sangre caliente” con que fueron fabricados los botones “que cerraban la blusa sobre el robusto pecho / de una joven obrera rebosante de vida”, uno de los cuales, cuando la joven fue atropellada, se desprendió y fue a dar a un jardín donde se descascaraba un busto de “la diosa de los frutos / sonriente y desnuda”.
Aunque la autoría de los textos sigue siendo incierta, es un hecho que nadie la ha desmentido, como señalan los editores en una nota preliminar. Además, hay algunos textos de los que sí se sabe que fueron escritos por Molina, como uno que compuso para la antología Madre España, que fue un homenaje de poetas chilenos a los caídos en la Guerra Civil Española. También está el que fue su favorito y acaso su mejor poema: “In memoriam”, dedicado al poeta Rosamel del Valle. “No olvides a los muertos que jamás olvidan / y son tu sombra viva”, dice al comienzo. Y remata al final: “Dale al muerto un guijarro, uno solo / y él te devolverá el interior de una montaña”.
Anécdota famosa
Una anécdota famosa de Eduardo Molina ilustra bien su ultraliteraria personalidad. Un día quiso apagar el rumor de que era un escritor sin obra haciendo circular entre sus amigos el manuscrito de una novela, la que los sorprendió: era una obra maestra. Al poco tiempo, sin embargo, cuando se publicaron en castellano los libros de Hermann Hesse, se supo que la magistral novela de Molina era idéntica a “El lobo estepario”. Lejos de sentirse humillado al descubrirse la farsa, se defendió diciendo que todos eran unos estúpidos, porque no entendían que había sido un intento de regalarles un poco de alegría, cultura e imaginación.