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Reeditan la dramática ópera final de Pablo de Rokha
Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias, 19 de junio de 2017
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En abril de 1968, a los 75 años, Pablo de Rokha entregó a la editorial Nacimento una antología personal del ya inabarcable conjunto de su obra, la primera y a la larga única que hiciera en su vida. Antes, en 1954, ya había publicado un voluminoso libro que se titulaba Antología, pero éste era en realidad un compendio más o menos completo de todos los poemas que había escrito entre 1916 y 1953. Por eso, ese abril del 68, lo que el “macho anciano” entregó al editor era entonces un significativo y largamente esperado legado: lo mejor de De Rokha, según De Rokha.
Pero el libro todavía tenía que esperar para ser publicado. Al mes siguiente, se suicidó el hijo homónino del autor, Pablo, que era su secretario y compañero de ruta. Con eso el poeta de Licantén terminó de desmoronarse moralmente –ya golpeado antes por la muerte de su esposa, Winétt, en 1951, y de su hijo mayor, Carlos, en 1962– y a los pocos meses, el 10 de septiembre, se pegó un tiro.
Finalmente la antología apareció al año siguiente, bajo el título Mis grandes poemas, que fue puesto por los editores en reemplazo del que había dispuesto el poeta: Antología rokhiana.
Hoy, casi medio siglo después de esa accidentada historia editorial, Ediciones Tácitas ha reeditado aquel legendario volumen, pero respetando el título original, en una edición crítica preparada por Miguel Naranjo.
La antología es un libro esencial no sólo porque ofrece una panorámica muy amplia de la obra de Pablo de Rokha, sino también porque es una selección muy peculiar, que deja ver lo que el propio autor pensaba del conjunto de sus libros y lo que consideraba su último legado. Así, por ejemplo, llama la atención que haya incluido vastas porciones de sus últimos libros (por ejemplo, no tiene problemas en incluir el que acaso es su poema más largo, “Tonada a la Posada de don Lucho Contardo”, que fue publicado en 1965 y que en esta edición ocupa más de 50 páginas), mientras que de los poemas de su época más vanguardista –textos como Los gemidos y U– sólo incorporó unos escasos fragmentos.
Ese personalísimo criterio de selección salta a la vista, también, en el hecho de que De Rokha excluyó casi totalmente su faceta de rabioso polemista (dejó afuera su larga pelea con Neruda, por ejemplo) y privilegió sus poemas más queridos y populares, como la Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile y el Canto del macho anciano. Además, incorporó una sola obra inédita: su famoso “Vocabulario”, que es un breve diccionario en el que el poeta explica y medita sobre algunas palabras del léxico campesino y popular.
Según Miguel Naranjo, el carácter de esta antología tiene que ver con que De Rokha la concibió con la muerte ya encima. “Yo creo que ya tenía medio cocinado lo que serían sus últimos días”, sostiene. “La antología es entonces como su ópera final. En ese sentido, podría hacerse el símil con Las últimas composiciones de Violeta Parra”.
Edición crítica
Aparte de la recuperación del título original, esta “Antología rokhiana” está profusamente anotada por Miguel Naranjo, quien consignó las numerosas variantes que registran los poemas en sus sucesivas publicaciones previas. “Una de las cosas que más cambiaba De Rokha era la puntuación, lo que muestra lo mucho que le importaba la respiración”, observa Naranjo. “Otras variantes dejan ver que el aspecto sonoro a veces estaba por sobre el sentido; por ejemplo, hay una corrección de ‘sordo’ por ‘zurdo’”.