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ESCAPARATE
Por Leonardo Sanhueza
Las Últimas Noticias, del 2 de junio al 30 de junio de 2013
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Epitafio de Romain Gary
Nancy Huston. Ediciones Universidad Diego Portales, 2013, 123 páginas.
LUN, 2 de Junio de 2013
Cuando falta un año para su centenario, todo indica que el inmenso Romain Gary ha vuelto en gloria y majestad. Es un tiempo propicio para él: la literatura pareciera estar recobrando su sentido de ser, volcándose de nuevo a las historias y dejando en reposo las cortinas de humo del nihilismo y el zapato chino de los galimatías posmodernos.
Con una declarada admiración, pero a la vez sin contemplaciones a la hora de enjuiciar sus zonas oscuras y veleidades, la destacada escritora Nancy Huston le habla a Gary aquí en segunda persona, como si lo tuviera enfrente, ya sea para el elogio más sincero o para la crítica más mordaz. Es un emotivo ensayo-interpelación, en el que el autor de La promesa del alba aparece con todas sus caras y caretas, desde su ya legendario nacimiento hasta la dramática puesta en escena de su balazo final, todo entramado en la revisión pormenorizada de sus libros y películas.
Escritor sin patria, judío sin judaísmo, más francés que los franceses, contradictorio, admirador de Charles de Gaulle, burlón del nacionalismo, diplomático extravagante, solo contra las modas intelectualizantes del nouveau roman, solo contra la “literatura del compromiso”, Romain Gary tuvo que inventarse mil personalidades para llegar a ser lo que su madre quería: el más grande de todos. Hasta su nombre (originalmente Roman) estaba señalado por el arte de novelar, terreno en el que se arrojó sin miedo a alcanzar la obra maestra o desmoronarse en el fracaso más rotundo. Llevando la ficción al extremo de la mitomanía, mantuvo durante años un teatro de identidades, divirtiéndose de los personajes encarnados en él y manipulados por él, e incluso engañó al mundillo literario y se convirtió en el único escritor en ganar dos veces el Premio Goncourt. “Todo es verdad. Nada es mentira. Roman pas mort”: así termina este conmovedor retrato con que Nancy Huston ha homenajeado con justicia a un gigante frágil e irrepetible. —
Historias de Paula
Varios autores. Catalonia, 2013, 479 páginas.
LUN, 02 de Junio de 2013
Desde su fundación en 1967, la revista Paula se ha caracterizado por su singular línea editorial: esa curiosa mixtura en que las convenciones del magazine “para mujeres” conviven sin prejuicios con páginas de innegable valor periodístico. Esa ensalada de contenidos, que junta la sofisticación gráfica de la última novedad del maquillaje o de la moda con testimonios de vida, perfiles de artistas, entrevistas a fondo o crónicas de temas políticamente espinudos, ha sido la marca de esta revista que ha sido una comparsa de élite de las últimas cinco décadas.
Este libro es una muestra sustantiva del periodismo de Paula: un recorrido histórico (45 años) por sus mejores reportajes, perfiles o entrevistas, en que aspectos importantes de la sociedad chilena han quedado retratados. Las piezas están organizadas en ocho secciones temáticas, lo que ofrece un panorama más o menos exhaustivo de los diversos focos de interés para la revista: casos de mujeres que enfrentan con coraje alguna adversidad, conversaciones con escritores, historias particulares de alcance nacional, cuestiones de sexo y género, entrevistas con poderosos, relatos sobre niños, chilenos relevantes y, finalmente, una galería de personajes inclasificables: desde Florcita Motuda hasta la Geisha chilena.
Aunque sólo es una antología, la vastedad de sus temas hace pensar en la importancia que ha tenido esta revista al llevar el periodismo de lectura larga y reposada, con historias que no buscan la cuña flash sino el desarrollo y la profundidad, a un terreno habitualmente marcado por la ausencia de textos y la abundancia de la hojarasca frívola de la feminidad de consumo. Reproduce, en suma, una estructura conversacional en que la banalidad se alterna con el pensamiento, la curiosidad intelectual, la reflexión política y la investigación crítica de la sociedad. Siempre se debe contar buenas historias: ésa parece ser la moraleja. —
Desayuno de campeones
Kurt Vonnegut. La Bestia Equilátera, 2013, 301 páginas.
LUN, 16 de Junio de 2013
Es difícil encontrar escritores que, como Kurt Vonnegut, hayan logrado enarbolar las “grandes causas” contemporáneas sin salir trasquilados por el panfleto. El pacifismo a ultranza, el anticapitalismo, el antinacionalismo, la bondad: todas esas ideas hipócritas del sentido común, que siempre están pendiendo sobre el cliché y que, como tales, suelen llevar a desastres literarios, Vonnegut las abrazó con un pesimismo feroz, un humor disparatado y una imaginación de párvulo genial, renovando así el género de la sátira social mediante narraciones de profundo poder alegórico, en las que el realismo más duro está hecho también de materiales fantásticos y aun de ciencia ficción.
El estilo de Vonnegut, tan célebre que bastaría un par de líneas para reconocerlo, alcanzó su cúspide en Desayuno de campeones. Así como en Matadero Cinco había hecho de la muletilla “así fue” una suerte de aguijón que marcaba el pulso de la muerte y el mal, en ésta convierte el “etcétera” en un leit motiv del absurdo contemporáneo. La intrascendencia de los automóviles, la perversión de la vida, la condena del trabajo, el zapato chino de la inteligencia: todo el quehacer humano queda perfectamente caracterizado por ese cruel “etcétera” que rodea la vida de Kilgore Trout, el triste escritor que aparece en varias novelas de Vonnegut y que aquí trata de encontrar su propia historia en el bosque de locos y humanoides llamado civilización.
Desayuno de campeones había sido publicada anteriormente por Anagrama, pero hacía tiempo que estaba desaparecida de las librerías. Esta nueva traducción, cuya claridad panhispánica hay que agradecerla de rodillas si es posible, trae de regreso al mejor Vonnegut, ese gran niño viejo cuya influencia (¿cómo habría sido Bolaño sin él?) no tiene para cuándo terminar. Un clásico, un genio, una maravilla. Etcétera. —
La indiferencia
Óscar Orellana. Das Kapital, 2012, 110 páginas.
LUN, 16 de junio de 2013
Éste es el debut literario del poeta Óscar Orellana. Conviene consignarlo, porque justamente se escapa de ese aire ingenuo y teatral que suelen tener los primeros libros. La indiferencia es más bien una decantada y desencantada historia personal de la escritura, una investigación acerca la difícil relación entre la vacuidad de las palabras, el sinsentido de la experiencia cotidiana y la tenaz permanencia de la memoria íntima.
En la partida el libro les hace el quite a sus posibles imágenes, historias, ideas, a pesar de la amenaza de que “algo malo va a ocurrir”. Con una estructura deshilachada y algo tediosa, la “indiferencia” del título se vuelve lasitud de un sujeto que ve pasar el día informe, indistinto, merodeándolo o evadiéndolo, rescatando apenas la superficialidad aparente, sin revelar más que por chispazos el meollo de su asunto. El libro despega cuando esa frialdad se rompe, denunciando ciertas condiciones en que la realidad abandona su indiferenciación y se muestra inevitable. Todo da lo mismo, pero a veces no, parece decir. En el par de poemas “Nido de oxígeno” y “La belleza que ya ardió en alguna parte”, la contención se quiebra dejando espacio para la expresión emotiva, sin resguardos, en torno a la imagen de un joven poeta quemado a lo bonzo. El sujeto, al fin, dice lo que tenía que decir: la tristeza de cierta sensibilidad, la soledad de las personas bajo el velo insignificante de la vida diaria, la maquinal extrañeza con que el todo cubre la fragilidad de las partes.
Detrás de la hojarasca cotidiana, hay una infancia eterna, unos cuantos recuerdos indelebles que demuestran que escribir es una manera de “no crecer”, de quedarse en la jaula de la memoria: un peterpanismo desesperado y trágico que gobierna la vida. Dice por ahí: “a veces nosotros también nos quedamos solos / como un niño secuestrado dentro de una maleta”. Evadir el yo hasta zambullirse en él: tal parece ser el trayecto de este libro extraño y conmovedor. —
Apuntes autobiográficos y algunos poemas
Robert Lowell. Ediciones Universidad Diego Portales, 2013, 219 páginas.
LUN, 30 de junio de 2013
A mediados de la década del cincuenta, con alrededor de treinta años, Robert Lowell ya era uno de los jóvenes poetas norteamericanos más visibles y celebrados, a la vez que comenzaba a ejercer una influencia que a la larga modificó de manera importante el curso de la poesía contemporánea. En contraste con esa existencia fulgurante, su vida íntima y su salud síquica iban de mal en peor, con cada vez más frecuentes e intensas crisis depresivas.
Fue justamente por prescripción médica que Lowell empezó a escribir un relato autobiográfico, “91 Revere Street”, en el que recuerda episodios de infancia o desnuda con crudeza la figura de su padre. Como en sus poemas, en esta narración lo que resalta no son los datos o la “verdad” acerca de una vida, sino la intencionalidad con que se escogen ciertos aspectos de la misma, por lo general sus rincones más frágiles o desprotegidos, sus miserias, sus debilidades.
Junto a esa pieza este libro recoge las otras dos que Lowell alcanzó a avanzar de su proyecto inconcluso de autobiografía, más una selección pertinente de poemas claves. El conjunto revela así el revés del llamado “confesionalismo” de Lowell: esa engañadora manera de exponer descarnadas intimidades propias y ajenas, trapos sucios que se lavan en público, infidencias que rozan el pelambre y la infamia, todo eso que a menudo es tan mal entendido como una especie de exhibicionismo o exceso de sinceridad, en circunstancias de que el objeto final es siempre un texto escrito al borde de una mascarada dramática y desesperada.
Sergio Coddou, quien tradujo estas páginas, sostiene en su prólogo un punto esencial: que, más allá del carácter verídico o ficcional de sus obras, “Lowell logra transmitir el infierno particular del poeta (…) para que éste se convierta en el infierno que todos reconocemos como propio”.
Sombra y sujeto
Jaime Rayo. Universidad de Valparaíso Editorial, 2013, 85 páginas.
LUN, 30 de Junio de 2013
La generación del 38 surgió en una convulsiva atmósfera política y social, en la que el espíritu rompedor de las vanguardias impulsó una actitud poética revolucionaria, que pretendía exceder los márgenes de la página para asignarle a la poesía una función transformadora de la realidad. Así, mientras Vicente Huidobro, Eduardo Anguita o los surrealistas de la Mandrágora desplegaban su entusiasmo creador en el ámbito de la renovación estética y de la participación política, algunas presencias ahora fantasmales como Omar Cáceres y Jaime Rayo optaron por llevar la introspección hacia las zonas más oscuras e ilegibles del discurso poético, entramando la elucubración metafísica con la constante búsqueda de visiones cada vez más sombrías.
Suicida a los 26 años, puede decirse que Jaime Rayo entró en ese túnel del que ya no pudo salir. Dejó sólo este libro, Sombra y sujeto (1939), y algunos textos inéditos, entre ellos algunos escritos de adolescencia de cuya hallazgo reciente da cuenta el interesante epílogo de Mauricio Valenzuela y que mostrarían una vocación precoz por la investigación en el lenguaje, la misma que muy pronto se transformó en el signo trágico de la generación: el deseo imposible de que la literatura y los actos fueran una sola cosa, convirtiendo el poema en un hecho vital que, como en este caso, puede incluso conducir a la muerte.
Misterioso y desaparecido hasta ahora, el pequeño libro de Rayo, con esta necesaria reedición, viene a relevar un momento clave de la poesía chilena: el instante en que adquirió su carácter complejo, en el que la posible claridad está siempre pegada a una sombra irrenunciable.